En la Dirección de Escuelas se esperanzan en que, de la mano de expertos como Gustavo Iaies, la educación mendocina dé un giro de 180°. O tal vez más: de 360°. De la eliminación de las amonestaciones o las sanciones por llegar tarde al aula. De no repetir primer grado a la expulsión del alumno conflictivo. Así es la impronta que quiere imponer este especialista que se acaba de sumar al equipo de la DGE, cuya primera palabra es “orden” al momento de enumerar lo que trae a Mendoza.
Iaies, autor de varios libros y que lleva varios años “pensando” la educación por toda América Latina, es sumamente crítico con el legado del kirchnerismo en materia educativa. Y lo opone frente a los éxitos de países vecinos como Brasil, Chile y hasta Ecuador (en estos dos últimos países él asesoró a los gobiernos).
“La Argentina termina estos 12 años de poner recursos en educación, en computadoras, en libros y cuando ves los resultados nada mejoró, e incluso empeoró”, es su diagnóstico. Por eso apuesta a la palabra de moda en estos días para explicar por qué aceptó asesorar a la DGE: “Es una apuesta muy jugada porque es la idea de un cambio cultural traducido en medidas administrativas y de cambio”.
-¿En qué estado está la educación en Mendoza en el contexto nacional?
-Una provincia con este nivel cultural no puede estar en el nivel educativo que está, la verdad es que acá está faltando trabajo, ordenamiento...
-¿Y cómo se cambia eso?
-Gran parte de esto es un cambio cultural, esta idea de que hace 25 ó 30 años entramos a pelearnos con el modelo educativo de nuestros padres, con el modelo de familia de nuestros padres y hasta de sexualidad de nuestros padres.
Ese es el momento en que la escuela empieza a quebrar: los padres iban buscar una escuela donde se jugara y se charlara, y adentro de la escuela entramos en una discusión: no le voy a corregir la ortografía a los pibes, cada uno tiene la libertad de escribir lo que quiera y con la grafía que quiera...
Y en un momento empezamos a llamar a los pibes al escritorio para que nos leyeran lo que escribieron porque no les entendíamos nada. Eso fue creciendo, y se trasladó a las casas, a los padres que querían ser amigos de los chicos.
-¿Entró en crisis el concepto de autoridad?
-Sí, esta idea de yo soy tu papá pero soy tu amigo. Y los adultos empezaron a confundir eso: hacían que eran como pibes hasta que se creyeron pibes. Vos llegás a una reunión de padres en la escuela y es muy difícil distinguir a los adultos de sus hijos. En un momento los adultos de esta sociedad dejaron de operar como tales. Y adentro de la escuela eso se replicó.
-Se tiende a mirar a la escuela de ayer como modelo, ¿pero no es una mirada ingenua?
-La vieja escuela se apoyaba mas en los valores de la corrección que en los de la libertad y la creatividad. ¿Quién iba al cuadro de honor?: el que se portaba bien, el prolijo, el que respetaba a los adultos, el que venía todos los días, traía las tareas. Pero en un momento doblamos hacia una escuela que empezó a premiar a los pibes más libres, mas creativos, y la verdad es que rompimos con estos valores.
Acá el desafío es cómo encontramos un mix entre el orden y la libertad, entre una escuela ordenada y una escuela libre. Cuando miramos los resultados de la ultima prueba PISA, las aulas argentinas son las segundas más desordenadas del mundo. ¿Cómo hago para trabajar en un aula desordenada?
-Pero en la región los resultados también son malos...
-Sin dudas, América Latina es el continente con peores resultados. Pero cuando se mira la curva de 2000 para acá, los demás -Brasil, Chile, México, Colombia, Ecuador- vienen mejorando. Nosotros estamos parados. Esta idea de retener igual a los pibes, no importa que aprendan o no, evidentemente no funcionó.
-¿Y por qué Argentina no mejora?
-En principio porque el país no se lo ha planteado. ¿Cuál es la meta de mejora? Brasil, por ejemplo, quiere en 2021 estar en el promedio de la OCDE. Allí todas las escuelas tienen metas, objetivos de mejora. Pero cuando le preguntás a un director argentino cómo va su escuela no sabe qué decirte, porque acá tampoco está claro si la escuela es un lugar para enseñar.
Hace 3 años en Córdoba, en un estudio, algunos directores me decían que el objetivo era contener socialmente. Yo creo que gran parte de la desvalorización del rol docente es que enseñar dejó de ser importante.
-¿Y cómo propone revertir eso en Mendoza?
-Hay una palabra mágica que hace falta: orden. Y es paradójico porque la mendocina es una sociedad ordenada en el contexto argentino. Pero el problema es cómo apareás el orden de las casas con el de la escuela, cómo se lo hacés entender a los padres. A esos papás hay que ayudarlos a ser papás, hay que construir determinados hábitos y que los padres sean garantes de esto.
El fenómeno tan difundido del bullying es la carencia de la autoridad de los adultos. Los pibes se animan a pegarle a otro porque no hay ningún adulto que los pare.
-¿Y cómo se los para cuando esa violencia en la escuela viene de afuera?
-Hay que darle a directores y maestros la posibilidad de la sanción. El problema para ellos es que tienen miedo de que atrás vengan los medios, los padres y le falseen lo que están diciendo. Hay que reconstruir el orden y la articulación del sistema educativo.
A un pibe no se animan a echarlo de la escuela aunque le pega a los maestros, a los compañeros… si no puede convivir con el resto de la escuela hay que sacarlo. Después habrá que ver que ese chico tenga una salida educativa. No puede ser que los directores tengan miedo a ser directores y los maestros a ser maestros.
-¿Y qué se hace con ese chico cuando se lo echa?
-Hay que crear un sistema que trabaje con él y vaya viendo las salidas, pero echarlo no es soltarle la mano. Hay que tener un estándar de cómo la escuela actúa en esos casos. De alerta temprana, de cómo lo agarramos a tiempo, de cómo lo ordenamos, alguien lo llama y le dice: “Esto no puede pasar”, lo escuchás, que él cuente qué le está pasando.
En Mendoza vamos a construir un estándar de qué cosas tiene que ir haciendo la escuela, como ir ayudándolo y en el peor de los casos buscar una instancia de cómo hacerse cargo de él. Pero lo que no puede pasar es que no se haga nada.
Estamos armando pautas con la DGE: cómo tiene que ser una hora de clase, cómo trabajar con los pibes. Que toda esta concepción cultural del cambio se traduzca en normas para que se apliquen.
-¿Cómo cree que van a reaccionar en las escuelas a estos cambios?
-Una parte de esos cambios los vamos a comunicar el 10 de febrero a los supervisores. Una semana más tarde ellos se van a sentar con los directores. La idea es que todo el mundo sienta que en la escuela van a pasar otras cosas, que la escuela se puso dura. Tener a los chicos más cerca y controlarnos mucho más cerca.
Perfil
Gustavo Iaies es licenciado en Ciencias de la Educación (UBA) y máster en Política y Administración de la Educación (Universidad San Andrés).
Trabajó como docente en niveles primario, secundario, terciario y universitario. Fue director de escuela primaria.
En 1999 asumió como subsecretario de Educación Básica del Ministerio de Educación de la Nación y en 2001 ocupó también el cargo de secretario de Educación Básica.
Coordinó el dispositivo de grupos sub-regionales del Diálogo Regional de Políticas Educativas del BID (2002-2005) y la red de intercambio de Experiencias educativas con el Banco Mundial (2006-2008).
Asesoró a los ministerios de Chile, Ecuador, Colombia y Paraguay y a la Secretaría de Educación Pública de México. Ahora asesora a la Dirección General de Escuelas de Mendoza.
