Pasó poco más de un año desde que "La Traviata" deslumbró a los mendocinos. Cuatro funciones agotadas, memorables, que demostraron el entusiasmo de un público que por años había esperado una producción operística de ese nivel.
Y la Secretaría de Cultura supo interpretar el suceso: apenas cayó el último telón, anunció que todos los años programaría una ópera, y que la próxima sería la más popular dentro de las llamadas "bufas" (es decir, cómicas): "El barbero de Sevilla", de Gioachino Rossini.
En un abrir y cerrar de ojos, el tiempo pasó y Fígaro ya está aquí, para subir a escena en cinco noches: el viernes que viene (29 de junio), 1, 3, 5 y 7 de julio, en el Teatro Independencia.
Y al igual que el año pasado, la compleja tarea de concertar musicalmente la obra está a cargo de Gustavo Fontana, un director bonaerense muy conocido entre nosotros.
Pero ahora su visita tiene otro color, porque ya no es más el director de la Orquesta Filarmónica de Mendoza. Esta vez lo recibimos como invitado. La dirección la tiene ahora el venezolano César Iván Lara.
¿El motivo? Este año Fontana decidió no presentarse al concurso para renovar el cargo, dando por finalizada así una gestión que empezó en octubre de 2014 (el contrato terminó oficialmente el 31 de mayo pasado).
Y para hablar de esta nueva etapa de su carrera, y de su importante gestión, es que nos sentamos con él.
Como siempre, se toma su tiempo para pensar bien cada palabra que usa: “El motivo de no presentarme al concurso de este año de la orquesta es estrictamente personal: mis hijos están creciendo rápido y no me quiero perder ese tiempo -reconoció-. Hacer viajes de una semana o pocos días es otra historia...”, dice; refiriéndose a este nuevo camino en el que quiere darse la oportunidad de girar y dirigir como invitado, como ahora.
-Si tuviera que evaluar cómo encontró la orquesta y cómo la despidió, ¿qué destacaría?
-Mi interés fundamental fue que cuando yo dejase la orquesta hubiera más gente en la provincia, el país y el mundo que supiera de la existencia de la Filarmónica. Quería universalizarla, ponerla en el mapa. Porque eso es parte del crecimiento, y había que hacer algo que no se haya hecho...
Lo principal y más obvio es el tema del repertorio: arrancamos con la primera de Mahler, después la quinta, después Shostakovich, después Rachmaninov, para que la orquesta sintiera que era un desafío real.
Para llevarlo a términos futbolísticos, esas obras son como el Barcelona: si uno no se mide a ese nivel alguna vez, uno no sabe dónde está parado. Y yo quería que nos midiéramos con lo mejor, porque tengo confianza en mis músicos. Por suerte, siempre hubo también buena sintonía con las autoridades. Tuve apoyo realmente.
-Además de eso, durante su gestión hubo invitados de lujo...
-Nos animamos a traer a artistas que no habían venido nunca, como Pinchas Zukerman. Mucha gente, hasta que no lo vio entrar a la sala, no creía que él iba a llegar. Fue muy impresionante su visita: estaba ahí, con nosotros, y dijo que la orquesta era buena y la había pasado muy bien. Trajimos a John Malkovich, recuperamos la ópera con “La Traviata”, llevamos la orquesta al CCK en su primera gira, y quiso el destino que el cierre de mi gestión se hiciese en el Teatro Colón.
El 6 de mayo pasado, la orquesta debutó en el Teatro Colón, un hecho que sin dudas marca un antes y un después en su historia.
¿Qué significa para una orquesta de provincia llegar hasta allí? Fontana es claro con sus comparaciones: “Aunque uno diga que jugar en el Estadio Monumental es lo mismo que jugar en la cancha de Cambaceres, no es lo mismo. Hay otro público, otra postura, una mística que ha quedado en esas columnas: por ahí pasaron Domingo, Pavarotti, Callas, Caruso, Gigli, Toscanini... Ser parte de esa programación, desde ya es un golpe de autoestima y de confianza. Ya estamos jugando en Primera”.
Amplía: “De acá a una gira internacional, que era mi próximo objetivo, hay un paso muy pequeño, porque hay pergaminos para mostrar: tenemos un capital”.
En este crecimiento, tener en la agenda anual una ópera habla de algo que a todos los mendocinos nos tiene que llenar de orgullo: existe una madurez artística que permite solventar todas las exigencias que supone un espectáculo multidisciplinar así. De hecho, no hay ciudad importante del mundo que no tenga su temporada de ópera: es el género más complejo y completo de las artes escénicas.
Sobre el “Barbero”
La historia del "barbiere" casamentero se verá aquí en una producción estilizada y vintage, ideada por Federico Ortega Oliveras (régisseur de una recordada "Dido y Eneas").
Entre los cantantes, cabe destacar el debut en el rol de Rosina de la soprano Griselda López Zalba, y el del tenor Ricardo Mirabelli, quien participó en "La Traviata" y que ahora es el galante Conde de Almaviva.
Desde Buenos Aires vienen voces excepcionales: Omar Carrión (Fígaro), Luciano Miotto (Don Bartolo) y Alejo Laclau (Don Basilio). El elenco se completa con la versátil mezzosoprano mendocina Gloria López (Berta), Daryl Figueroa (Fiorello) y un ensamble de voces dirigido por Mónica Pacheco.
“El espacio de la ópera es una usina generadora de una multiplicidad de aspectos que no solo tienen que ver con la música y los cantantes, que es la parte obvia, sino que también hay escenógrafos, decoración, maquilladores, vestuaristas, luminotecnia, traductores, además de los coros, músicos extras... Significa todo un incentivo poder tener un espectáculo de estas características”, explica.
Y la idea es que crezca: "En algún momento hasta fantaseamos con hacer un título más importante en cuanto a duración y producción a mitad de año, y otro más breve en la segunda mitad, para generar esta posibilidad en ambos semestres. Creo que el medio local tiene enormes posibilidades: hay cátedras en la universidad, el Opera Studio de Cangemi, y los vínculos con Buenos Aires...", resume el director.
La ficha
"El barbero de Sevilla", ópera bufa de Gioachino Rossini. Con solistas invitados y la Orquesta Filarmónica de Mendoza, dirigida por Gustavo Fontana. Director de escena: Federico Ortega Oliveras.
Fecha y hora: 29 de junio, 1, 3, 5 y 7 de julio, a las 21.30.
Lugar: Teatro Independencia (Chile y Espejo).
Entrada: $ 500 (platea y palcos), $ 400 (tertulia) y $ 300 (paraíso). En entradaweb.com.