La compañía de "Flor", su novia desde hace casi una década; la visita sorpresa en Buenos Aires de su mamá Nancy, y una infaltable milanesa como primer menú, "algo que va a ser eternamente así". El regreso a casa de Gustavo Fernández (25 años) fue tan feliz como su partida de Australia, después de haberse consagrado campeón en el primer Grand Slam del año, en tenis en silla de ruedas.
Por suerte, hay cosas que nunca cambian. Está feliz de estar en Argentina. El lunes partirá rumbo a Barcelona y pretende hacerse un hueco en su apretada agenda para ir a Olavarría y estar unos días con sus "viejos" (Gustavo padre es el DT del equipo de básquet de Estudiantes). Por suerte, hay otras cosas que sí cambian. Y no es por azar. "Gusti" quiso cambiarlas y trabajó para conseguirlo. Lo logró, y el premio a ese esmero se materializó en su segundo trofeo del Abierto de Australia (también lo ganó en 2017), el tercero en un GrandSlam en individuales (le suma Roland Garros 2016) y el cuarto en su cuenta de Majors (ganó Wimbledon en dobles en 2015).
¿Qué cambió? Lo cuenta él: "Tuve problemas en las finales (perdió las de Roland Garros y de Wimbledon 2017 y 2018). El desearlo tanto, el que rer ganar tan intensamente, un Grand Slam, me llevaba a desbordarme en las emociones y eso no me permitía accionar dentro de la cancha. Superé mis fantasmas. Esta vez fui a encararlos de frente, a saber qué hacer cuando aparecieran. Porque es una regla del juego: ante tanta tensión, con tanto deseo de que las cosas se concreten, aparecen en el momento de las dudas. Pero trabajé con mi equipo para esto y salió de primera".
–¿Y cómo se trabaja?
–Tengo un preparador mental (Santiago Sánchez). Trabajo la concentración desde hace dos años. Sirvió mucho que todo eso me hubiera pasado durante las finales porque pudimos detectar el problema y lo trabajamos muy duro, con charlas, buscando la forma de encarrilarlo. En definitiva, apuntamos a dominar primero mis emociones y, a partir de eso, mis acciones. La incorporación de Sánchez a su equipo de trabajo se dio después de ganar el Abierto de Australia en 2017, y "Gusti" asegura que "fue un acierto muy grande". "Me ayudó muchísimo a crecer desde el aspecto mental", dice.
Quizás por eso, el cordobés no reparó en que su rival para la final en Melbourne Park el sábado, en la que se impuso 7/5 y 6/3, haya sido el sueco Stefan Olsson, el mismo que lo privó del título en Wimbledon 2017 y 2018. "Es que era un tema más personal –plantea–, pasaba por mí y por los temores, las dudas o las situaciones que están en mi cabeza desde que empieza la semana del Grand Slam. Esta vez estuve muy predispuesto a encararlo de esta forma. Sobre todo después de la semifinal (venció al francés Stephane Houdet). Yo no festejé ganar la semifinal. Al contrario. Al tener ya en la cabeza que iba jugar la final, no pude ni disfrutar. Me puse a trabajar, a prepararme para situaciones que sabía que iban a pasar durante el partido".
–¿Repetiste la cábala de comer pizza toda la semana como en 2017?
–Jajajajá... ¡No! De hecho, uno de los trabajos mentales que hago es remover las cábalas, porque afectan la concentración. Si uno piensa que una cábala lo puede ayudar, termina por no enfocarse en las cosas que en definitiva tiene que hacer. Me han sacado todas las cábalas y estoy contento de que haya sido así, porque además creo que es real.
–Quedaste muy cerca de Shingo Kunieda, el número uno del ranking, y dijiste que volver a ocupar ese lugar está en tu cabeza... ¿Ese no es un deseo que provoque un desborde en las emociones?
–No. Es distinto, porque no es tan gráfico y puntual como un momento de una final. Eso termina sucediendo. Además, no estoy muy pendiente del ranking. Sé que es una consecuencia de cómo haga las cosas, fuera y dentro de la cancha. No me quita el sueño.
–¿Y qué objetivo te planteás?
–El objetivo es seguir evolucionando tenísticamente. Eso no cambia. Quiero terminar el año y sentir que soy mejor tenista de lo que fui en 2018. Y por suerte, me viene pasando. Terminé 2018 sintiendo que soy mucho mejor que en 2017. Para la temporada, las metas van a ir de la mano de que siga puliendo mis capacidades.
–¿En qué tenés que trabajar?
–Trabajo específicamente en varias cosas. He mejorado mucho la derecha, mucho el saque... He hecho cambios en la silla de ruedas para mejorar cosas con respecto al balance. Estamos muy precisos. No es que necesite mejorar mucho. He desarrollado un tenis bastante completo, pero siempre estoy intentando pulirlo. Yo me agarro mucho de mi revés, que es muy bueno, pero la idea es poder sumar siempre más herramientas que me ayuden. Así es Gustavo Fernández: insaciable.
Para ahorrar, viajó sin preparador físico
Para encarar el Abierto de Australia, Fernández y su equipo resolvieron hacerlo sin preparador físico "para ahorrar gastos y tratar de llevarlo a otra gira".
"El tema dólar es complicado. Estoy mucho en el exterior y me afecta directamente. Pero es lo que es y hay que aguantársela tratando de llevarlo de la mejor manera", dijo el cordobés, y remarcó que "el pago de premios en los torneos ha mejorado".
"Pasé de hacer final y perder mucha plata a quedar relativamente hecho. Me conformo, porque puedo seguir haciéndolo, pero lo ideal sería no tener que privarme de llevar a mi preparador físico. Es parte del juego. Ojalá que siga mejorando, por mí y por todos los que vienen después, porque hay un montón de gente que queda en el camino por el tema económico y no está bien que pase eso", reflexionó el número dos del mundo.