Guiñez: de Rivadavia a Londres

Más allá de que comenzó a correr por casualidad y recién a los 24 años, el Ñandú fue quinto en la Maratón Olímpica de 1948. Fue ferroviario, actor y verdulero.

Guiñez: de Rivadavia a Londres

"Eusebio Crispín Guiñez nació en Rivadavia, el 6 de diciembre de 1906, a las 6.30, en la calle Mundo Nuevo, en el borde de una acequia y atendido por doña Luisa Millán, frente a la casa del turco Llaver… Empecé futbolista en Deportivo Barraquero, pero antes fui artista, hacía teatro en Rivadavia. Comencé a trotar de pedo…  vivía en un ranchito, me entrenaba en un potrero cercano. Un día vino Pedro Cabrera, atleta porteño, a prepararse para los 12 kilómetros hasta El Challao. Daba vueltas en el potrerito, yo lo seguí. A la séptima vuelta él, cansado ¡y yo fresquito! Llegó el domingo y me buscaron para que corriera. Yo no quería… pero me subieron a un fordcito y me prestaron un pantaloncito. Puntié todo el tiempo. Al final salí tercero, a 5 metros. Largué el fútbol y después gané 80 carreras seguidas", cuenta el hombre que marcó una época de nuestro atletismo.

Tenía de 42 años cuando llegó a la Olimpíadas de Londres. Tenía 24 años cuando comenzó a ganar carreras de fondo y su fama llegó hasta Buenos Aires. Por eso no resultó extraño que luego vistiera la camiseta de la Selección nacional. Aquella tarde del 7 de agosto, Eusebio Guiñez cumplió  las órdenes del entrenador Francisco Mura. "Usted es el peón. Vaya adelante. Sensini al medio y Cabrera que corra de atrás".

Cuando faltaban dos kilómetros para la meta, en el bullicioso estadio de Wembley, él gritó: “Indio no te vayas a caer por favor...”. Delfo Cabrera lo miró, había alcanzado a la “Liebre” cuyana, que le llevaba casi ocho cuadras de ventaja, y lo dejó atrás. Adelante el paracaidista belga Etienne Gailly defendía con paso apurado su liderazgo.

El plan salió a la perfección. Delfo Cabrera, con un tiempo de 2h34'51", se impuso a un debilitado Gailly, que llegó como trastabillando por el agotamiento, y ganó la medalla de oro. Argentina vuelve a reinar en el Olimpo de Londres, a dos minutos del podio, entró en el quinto lugar, el “Negro” lo miró a Cabrera y se abrazaron. La emoción de los tres argentinos llegó hasta las lágrimas con los acordes del himno.

Ningún país había logrado hasta ese momento clasificar a tres atletas entre los primeros 10 puestos en una Maratón olímpica. Argentina impuso una marca con el oro de Cabrera, el 5° lugar de Guiñez y el 9° puesto de Armando Sensini.

Ya en el hotel, el rivadaviense (fallecido el 1 de octubre de 1987) se sacó las zapatillas y tenía 6 uñas menos. A su regreso a Mendoza, el “Ñandú” le contó a Los Andes: “Me retrasé al final porque sufrí un ataque al hígado y no pude mantener la segunda ubicación. Pensé que abandonaba porque me había puesto pálido, hasta que alguien me arrojó una esponja y me la puse en el estómago, lo que me alivió y pude llegar. Ganó Cabrera pero es como si hubiera ganado yo”.

Después de su retiro del atletismo, en la época que iniciaba su actividad como preparador físico en distintos equipos de la Liga Mendocina de Fútbol, Eusebio Guiñez se instaló con una verdulería a la que puso de nombre “El Olímpico” en Godoy Cruz, donde residía.  En su trayectoria consiguió más de 80 triunfos, en la que se especializó en los 5.000 y los 10.000 metros. En esa época se levantaba todos los días a las seis de la mañana y se entrenaba dos o tres horas diarias, en las que llegaba corriendo hasta la Virgen de las Casas Colectivas (actual Barrio Cano).

Sus  trofeos estaban exhibidos en las paredes y vitrinas del comedor de su casa, adornadas con grandes copas, medallas, platos artísticos y plaquetas. Sin embargo, cuando se le preguntaba por el trofeo más importante mostraba un cortapapeles que había recibido como premio luego de su primer éxito como atleta en condición de federado.

Después de una prueba de 5.000 metros que le ganó con el pecho -en Roma- al campeón italiano luego de los Juegos Olímpicos de Londres, contaba que había llegado al puerto de Buenos Aires con 5 centavos en el bolsillo y con la bicicleta que había recibido de premio al hombro.

Como se había cansado de coleccionar copas y medallas, antes de la largada de una competencia les dijo a los organizadores que si volvía a ganar quería que le consiguieran un trabajo. Así entró como empleado del ferrocarril, donde le pagaban 98 pesos al mes. Cuesta creer que al “Negro” Guiñez respondía al singular apodo de “Rubio”, como lo llamaba cariñosamente su esposa. El “Ñandú” y Pascualito Pérez, compañeros en Londres 1948, recibieron del gobierno de la Nación una vivienda ubicada en la calle Jorge Calle al 600 de ciudad; así, ambos fueron vecinos.

Falleció el 1 de octubre de 1987 a los 81 años.

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