Cuando debutó en el Teatro Mendoza, Guillermo Troncoso tenía solo 15 años. Después de eso, siguieron muchas noches, como actor y como director. Sin embargo, no se le va de la cabeza su primer encuentro con esa sala y sus espacios sagrados. Como el largo pasillo que llevaba a los camarines: "Creo que tardé como media hora en pasarlo la primera vez", dice, recordando la cantidad de afiches que había en las paredes y que hacían un recuento de su historia, desde los lejanos tiempos de Sandrini.
¿Y cómo viste el teatro, ahora restaurado? "Me emocioné un montón. Fui a ensayar y está hermoso, hermoso", remarca sin dudar Troncoso, una de las personalidades teatrales más interesantes y prolíficas de nuestra escena, que ha participado en más de 40 títulos y es recordado por codirigir junto a Vilma Rúpolo la Fiesta Nacional de la Vendimia 2018. Aplaudido, intenso. Y muy querido por el público también.
Desde su reapertura, el Teatro Mendoza puso en marcha una agenda con piezas comerciales que vienen de Buenos Aires, propuestas musicales locales y foráneas. Y no ha dejado de ser un espacio también para el teatro local: se dio una vuelta por ahí el Flaco Suárez, cuando presentó "Hay cosas más dañinas que el tabaco" el sábado 25 de mayo. Y hoy también lo hará el tándem que forman desde hace muchos años Troncoso y Francisco Carrasco. Ambos, sabemos, expertos del humor.
Presentarán dos de las obras más exitosas que haya visto nuestra provincia: "Drácula sin colmillos" (a las 18) y "La llamita de Raquel" (a las 21). Así, tanta es la suela gastada con estas obras que, para darle un sentido más sentido a la de por sí emotiva doble fecha en un teatro salvado de ser demolido, festejan 2.000 funciones actuando juntos. Función más, función menos, el número sorprende: "Queríamos hacer en esta oportunidad un festejo especial, porque son como dos mil funciones. Para mí, de 'La llamita de Raquel' son más. Son 20 años ya", asegura Troncoso sentado con Los Andes.
Troncoso habla fuerte, con confianza y a corazón abierto. Recuerda anécdotas muy queridas de su larga carrera, como el estreno de "Drácula sin colmillos", en las salas que había en el edificio del Ministerio de Turismo. Para llenar a último momento la sala, que estaba casi vacía (malos recuerdos, los del 2001), salió a la calle y "lo hice al viejo estilo de los pregoneros, gritando con mi vozarrón en plena vereda", recuerda. "El enganche era que si no le gustaba la obra a la gente, le devolvíamos la plata. Ese día estrenamos con 30 personas, y después por función el mínimo fue de 80. Yo me compré un auto gracias a esas funciones", admite contento.
-¿A qué debés la vigencia?
-El humor que tienen. “La llamita…” es un tema universal, en el sentido de que todos hemos pasado por séptimo grado. Es muy raro que uno se vea con los compañeros de la primaria, y surge a partir de esa idea. Lo gracioso es que es una obra que trabaja el humor, el clown, el grotesco, con personajes terriblemente graciosos.
-A lo largo de los años fueron cambiando, además.
-Cambiando, sí, sobre todo desde lo político, porque metemos chistes y guiños a situaciones sociales. Por eso nunca se quedan en un tiempo pasado. Y “Drácula sin colmillos” es la historia de Bram Stoker, pero contada con dos actores y adaptada para toda la familia.
- Eso fue un punto a favor.
- Cuando se estrenó, no existía en aquel entonces un espectáculo teatral que fuera para toda la familia. Esa fue la revolución de esta obra, porque la dábamos a la noche y era un espectáculo que la familia venía a ver. Queríamos hacer una obra nocturna, pero que fuera para toda la familia. Con eso tuvimos muchísimo éxito.
Esas dos obras, verdaderos clásicos de la escena local, acercaron a más de una generación de mendocinos al teatro. Una señora, una vez, lo paró por la calle y le contó que gracias a "Drácula..." empezó, nada menos, que a interesarse por el teatro. "Que la obra haya despertado eso me parece hermosísimo", dice.
- ¿El humor es una puerta más amena al teatro?
- Sí, sobre todo por lo popular. Eso siempre lo charlamos mucho con los compañeros: el tema de que para la gente que no ha ido al teatro nunca, lo popular y lo humorístico es un enganche para crear esa puerta y ver después otras estéticas. El humor no es fácil de hacer, pero tiene eso de ser más llevadero para la persona. Las obras de teatro tampoco son para todo el mundo, como el cine. Por eso para mí es importante que exista el teatro comercial, porque el otro (el “off”, si se quiere) se nutre de ese teatro también. Eso es lo que yo pienso.
- Vos, de hecho, has hecho mucho teatro comercial, como las recordadas funciones de "Mujer celosa, marido mártir", un tributo al cine nacional de la era dorada.
- Fue un exitazo. No me puedo quejar, porque las cosas que hemos hecho han tenido buena fortuna con el público. Eso también se explica porque a mí me interesa hacer cosas que no se estén dando.
- Eso es otro punto. Todos te reconocemos como un actor versátil, que todo el tiempo está probando cosas nuevas, ¿siempre fuiste así de inquieto?
- Básicamente, lo que me gusta es el desafío. Nunca quise quedarme estancado en una sola cosa. Por ejemplo, nunca pertenecí a un elenco, pero trabajé con todos los directores de Mendoza…
-¿Al principio de tu carrera tenías un perfil específico como actor?
- No. Resulta que al no existir productores acá en Mendoza, uno tiene que volverse autogestor. Y para eso no podés hacer una sola cosa, ¡sino no vivís! Yo vivo del espectáculo. No soy un actor académico, no fui a la universidad.
- Pero has estudiado, ¿quiénes son tus maestros?
- Tuve maestros, acá y después en Rosario, como Sabatino “Cacho” Palma, en interpretación, y Claudio Soró, en clown y pantomima. Estos dos monstruitos hicieron una mescolanza bastante copada en mi cabeza (ríe). Pero básicamente lo que los dos me enseñaron es el oficio del actor.
- A nivel dramatúrgico, ¿qué cosas te interesan?
- Leo un montón y me encanta enterarme de lo que está sucediendo a nivel teatral en el mundo, pero me motiva esto del desafío: por ejemplo, hice una versión de “Macbeth” con títeres, porque quería acercar Shakespeare a los jóvenes.
Reconoce también que le gusta el teatro argentino. Especialmente el de principios de siglo, donde descubre perspectivas, ideologías y modos de retratar la sociedad de aquella época que sirven también para echar luz sobre lo que pasa hoy. Es el caso de Florencio Sánchez y José González Castillo, los dos anarquistas. Del primero acaba de estrenar "En familia", y del segundo ya va por la segunda temporada de "Los invertidos", una dramática historia gay en la aristocracia porteña de principios de siglo XX.
- ¿Qué es para vos el teatro? ¿Lo has pensado mucho?
- ¿Vos sabés que no? A lo mejor, si lo pienso mucho y lo defino me quedaría en un lugar. Para mí es una búsqueda constante: distintas estéticas, estilos, comedias, dramas, tragedias, clásicos... Está todo reunido en una misma búsqueda. Lo que a mí me moviliza de esto es lo que puede generar en el otro. Emociones, pasiones, pero sobre todo hacer pensar al público. Para mí el teatro es esta generación de sensaciones en un aquí y ahora irrepetible. Está bueno hacer el ejercicio de ver cómo entra uno a la sala y cómo sale de ahí. ¿Soy el mismo o no? El teatro tiene que incomodar también. Hacer a la gente pensar también es eso, incomodar.
La ficha
A las 18, "Drácula sin colmillos" (de José Manuel López): En esta adaptación de la historia de Bram Stoker, el Conde Drácula viaja de Transilvania a Londres porque está cansado de estar solo y quiere tener una novia. Allí, a través de Jonathan Parker, conoce a Linda Mina. Así el Conde y Renfield -su vasallo-, harán lo posible para conquistar el corazón de esa hermosa mujer.
A las 21, "La llamita de Raquel" (de Joe López): una maestra de séptimo grado llama, después de 30 años, a uno de sus alumnos para pedirle que encuentre y reúna a sus compañeros para una fiesta de año nuevo. Los compañeritos aparecerán, ¡con cada historia!
Actúan Guillermo Troncoso y Francisco Carrasco Lugar: Teatro Mendoza (San Juan 1427)
Entradas: $150