La aldea atlántica que explota en verano, con paradores chetos, y catálogo de tangas, a fin de temporada queda exhausta, semimuerta. Sólo unos anoraks dispersos pasean por esa playa que apenas unos meses atrás desbordaba de fernet y hawaian tropic.
¿Qué queda sino desnudarse entre los pocos que resisten el invierno contra viento y marea? Como en todo pueblo chico, los secretos, las intrigas, los pequeños chantajes son el bourbon diario.
Así que ahí estamos, al abrir “Cámara Gesell”. Y mejor que el lector sea capaz de digerir, de entrada, el fuerte trago: “Esta noche, hipócrita lector, mi semejante, mientras estás empezando a leer este libro, novela, cuentos, crónica, como más te guste ...ahí nomás, en esta Villa,...alguien, un agrimensor progre se está garchando a su nene, alguien, un mecánico, en una casa de chapa de La Virgencita está fajando a su mina, alguien, un capataz de la cementera está enterrando el cadáver de su novia, alguien, un concejal, se manda una raya mientras se alarga una mesa de póker”; arranca el libro de Saccomanno abriendo llagas hasta el infinito. “Más que negra es una novela oscura y sombría”, dijo.
No es regodeo en la crueldad: es pulso. Así como el autor sostuvo esta novela durante 540 páginas, un chico (declaró) le sostuvo cerca de la cabeza una 9 milímetros cuando, apenas terminó de escribirla, se metió a robarle a su casa. Saccomano lo ha contado muchas veces y (pese a que parezca parte de la trama) al mismo “pibe chorro” le dedicó el premio Dashiell Hammett de literatura policial, pues, aunque esta noche se llevó la pc portátil con el original, logró rescatar la novela en un pen.
El autor, que el año pasado obtuvo el premio Rodolfo Walsh, también le dedicó el Hammett a los maestros de las escuelas argentinas que "desarrollan un trabajo importantísimo para combatir la marginación".
Pero la noticia de su reconocimiento llega a la par de otra que nos concierne: Saccomanno estará presente en la próxima Feria del Libro de Mendoza, en octubre. De modo que, desde el aeropuerto de Madrid donde lo hallamos, el autor se conecta con Cultura.
-Hace poco dijiste que en Argentina es muy difícil escribir una novela negra clásica, con un detective, porque todos los que pueden serlo han pertenecido de alguna manera a las fuerzas de la represión. Difícil...pero no imposible. ¿Qué vuelta se le puede dar? ¿Qué estrategia cabe?
-No me animo a pontificar. Cada escritor sabe o debe saber cuál es la vuelta de tuerca a encontrar. Desconfío de las recetas. Cada uno escribe lo que puede y no lo que quiere. Pero hay una regla que no puede dejarse de lado: nadie se puede hacer el distraído ni con el pasado ni con el contexto. La realidad nos atraviesa cualquiera sea el género en que uno decida intervenir. En un país que tuvo campos de concentración no se puede mirar a un lado.
-A Villa Gesell, "todos acuden buscando eso: paz espiritual". ¿Qué hallaste en ese rincón del mundo donde viviste 20 años y donde escribiste este "fresco minucioso de la descomposición de la sociedad", como ha dicho el jurado?
-Lo que encontré fue un modo de concentración en la escritura. Darle todos los días. Y la presencia del mar, una presencia fuerte, lo devuelve a uno a su reducida escala humana. Lo que lima toda pretensión de grandeza. El mar impide que te la creas.
Suicidios adolescentes, padres crispados, cadáveres flotantes, venganzas deformes: el pueblo se parte al medio en un bulevar que separa, tajante, la burguesía y la pobreza. Frontera porosa donde se cuela el amor juvenil, la búsqueda de mandanga y toda la hipocresía que se desagota, cada semana, en dos lugares ya míticos: la redacción del periódico y la peluquería.
“La literatura, arriesgo, si una función cumple además de entretener, es la de interpelar al lector, formular preguntas, preguntas que uno aspira compartir. En todo caso, si la escritura puede tener una “utilidad” es comprender el corazón humano. Admitir que, como dice San Agustín, “somos tierra y ceniza”. Y citar a un filósofo cristiano no significa que uno ignore ni la injusticia ni las miserias de una sociedad”, explica el autor.
-Mencionaste que tenías la sensación de que esta novela te había sido dictada. ¿Por quién o por quiénes?
-Es que esta novela la escuché. Me interesaba prestarle atención tanto a las voces presuntamente educadas como a la plebeyas. Que se pudiera escuchar un pueblo, sus habitantes. En este aspecto “Cámara Gesell” le debe más a Faulkner y, más acá, a Miguel Briante y/o Eduardo Belgrano Rawson entre otros.
-¿Pensaste la novela como una serie de televisión? Porque flota en ella esa atmósfera y despliegue del tipo '¿Quién mató a Laura Palmer?'.
-Porque las series norteamericanas últimas, con sus temporadas interminables, configuran una novela social que no siempre la literatura se propone como objetivo. En verdad el mecanismo narrativo proviene de los novelistas sociales del siglo XIX, desde Dostoievski a Tolstoi, pasando por Zola.
Por supuesto, durante su escritura me dediqué a ver tanto “Twin Peaks” como “Deadwood”, tanto “Empire Falls” como “Breaking bad”. Toda aportaron algo en esa forma de ir armando una historia que va de lo particular a lo general, desde lo íntimo a lo colectivo.
-¿Qué saldo de amor y bronca te dejó la novela?
-Cero bronca. En todo caso, agradecimiento a quienes me acompañaron en la escritura. Por eso la larga lista de agradecimientos. A la que tendría que incorporar el pueblo en que vivo. Y quiero aclararlo: la novela no es sobre Villa Gesell, el lugar concreto.
El territorio pudo haber sido detonador, pero la ficción apunta a fundar un pueblo imaginario que puede ser cualquiera de los tantos que viven del turismo y aún aquellos que no. Pueblo chico, infierno grande, dice el refrán. De esto se trata. Y de ver quién en el infierno es menos infierno. Porque así como exploré vilezas, también tomé en cuenta los actos de redención de individualidades expuestas a la bajeza.
-Se sabe que venís como invitado a la próxima Feria del Libro de Mendoza. ¿De qué tratará tu charla?
-Supongo que la charla será sobre la escritura, aunque “Cámara Gesell” seguro ocupará un primer plano. No menos me importa la charla conjunta que daremos con Fernanda García Lao, con quien compartimos una misma ideología de escritura aunque nuestros encares de la misma puedan resultar diferentes. En realidad, son complementarios. Ambos creemos que si un poder tiene la escritura es cuestionar, subvertir, no dar nada por sentado.