Guillermo Martínez: “La maldad es parte de la literatura”

El escritor argentino acaba de publicar “Los crímenes de Alicia”, su nueva novela de intriga donde investiga la figura de Lewis Carroll.

Guillermo Martínez: “La maldad es parte de la literatura”
Guillermo Martínez: “La maldad es parte de la literatura”

Asesinatos a sangre fría, peleas del mundo académico, intrigas matemáticas y hasta un famoso escritor cuestionado por su polémica relación con los niños. Todo eso (y un poco más) se engranan con precisión de relojero en las páginas de "Los crímenes de Alicia", la nueva novela de Guillermo Martínez, ganadora del Premio Nadal.

Aunque es Doctor en Ciencias Matemáticas -con estudios postdoctorales en la prestigiosa Universidad de Oxford-, el primer amor de Guillermo Martínez fue siempre la literatura. A los 19 años ya había escrito un libro y a los 30 había publicado su primera novela.  

"A la gente le gusta creer que soy un matemático que un día se despertó y decidió escribir novelas. Pero no son campos tan opuestos ni es verdad que yo haya saltado de un día al otro. Yo escribo desde la infancia. Pero no puedo convencer a la gente de eso", cuenta el autor de "Crímenes Imperceptibles", su famosa novela traducida a más de 35 idiomas y llevada al cine por el director español Álex de la Iglesia.

En "Los crímenes de Alicia" el protagonista vuelve a ser Arthur Seldom, el detective de "Crímenes Imperceptibles", quien esta vez investiga una serie de asesinatos relacionados con la historia del autor de "Alicia en el País de las Maravillas", Lewis Carroll, y las acusaciones de pedofilia que sobrevuelan su figura.

-¿Cómo surge la idea del libro?

- De un prólogo que me encargaron para un libro de lógica de Lewis Carroll. Para escribirlo quise saber más sobre su vida y empecé a leer muchos materiales. Me llamó la atención el detalle de las hojas arrancadas de los diarios de Carroll por sus familiares, y en particular una que corresponde a la discusión que él tuvo con la madre de la niña que inspiró a Alicia, y a partir de esa discusión la madre le prohíbe seguir viendo a las chicas. Curiosamente en 1994, una dramaturga, Karoline Leach, va a la casa museo de Carroll y encuentra un pedazo de papel donde las sobrinas nietas de Carroll hacen un resumen del contenido de esas páginas arrancadas. Eso es todo real y me pareció que era en sí mismo una novela. Yo tomé ese elemento como punto de partida para los crímenes que se desencadenan.

-¿Cuál es tu opinión de la figura de Carroll?

- La figura de Carroll quedó absorbida por la discusión de la naturaleza de su relación con las niñas. Lo curioso es que en la época en la que él vivió ese era un elemento que se tomaba a su favor, se le da una dimensión religiosa, no había tabú sobre el desnudo infantil. De las 2.500 fotografías que hace Carroll solo unas pocas son de desnudos. Los desnudos los hacía frente a los padres, los exhibía, se consideraba a sí mismo como un continuador del arte de la pintura. Mi idea es que en una época al final de su vida él tuvo una conducta más dudosa, cuando hizo alquilar unos cuartos privados arriba de su habitación para usarlos como estudio, y está el rumor de que les pagaba a mujeres pobres para que le llevaran sus hijitas. Cuando empezaron a correr esos rumores él abandonó la fotografía por completo. Hay algunas fotos más chocantes que otras. Pero es la misma pregunta: ¿son chocantes en sí o es que ahora no podemos mirarlas de otra manera? Hay también fotos que están circulando en internet que son muy fuertes, pero son falsas, están trucadas.

- ¿Te parece que hay que separar la vida del autor de su obra?

- En España una señora que tenía un blog literario me dijo: “después de leer tu novela no voy a poder abrir más el libro de Alicia del mismo modo”. Yo le dije: “señora, no tendría que ser así, porque si empezamos a dejar de lado libros de la biblioteca por lo que fueron las vidas de los autores nos quedamos muy rápidamente sin bibliotecas”. Por ejemplo Lawrence Durrell y su relación incestuosa con una hija, Borges y sus comentarios sobre el arte indígena o los negros, Céline porque era antisemita. Pedirles a los autores cierta clase de vida o de moral para dignarnos a leer sus libros me parece de una gran estrechez. La maldad es parte de la literatura, no se puede separar.

- Tu último libro también tiene un costado feminista, con personajes femeninos muy fuertes

- Totalmente. No es algo que yo quería representar, pero hay algo así como una especie de protofeminismo anterior al movimiento. Porque la novela se sitúa en los años ‘90, donde en Inglaterra ya había algo de lo que hoy se extendió a todo el mundo, pero sin duda estaba todavía esta cuestión de que si la chica había tomado una copa demás ya no podía argumentar, la juventud que trata de abrirse paso en un mundo académico liderado por vejestorios.

- Los detectives de los escritores suelen cobrar vida propia, como Poirot, Philp Marlowe, Sherlock Holmes. ¿Cómo definirías a Arthur Seldom?

- Desde el punto de vista teórico yo quería continuar la línea de lo que representa Dupin como el detective de lo lógico abstracto, que llega a una conclusión lógica y luego la verifica en la realidad. Holmes con la ciencia deductivo experimental, que es ir a la realidad y abstraer la verdad de las cenizas, del cadáver. Poirot que tiene ver con las actitudes de los sospechosos después del crimen, que es una especie de psicólogo a su manera. Yo tenía esos modelos y quería hacer algo relacionado con esta época. Se me ocurrió la idea de que en esta época estamos muy atentos a las razones por las que unas teorías convencen más allá de su grado de verdad. Sobre todo con las redes sociales. Yo siempre digo que en la red social el caníbal siempre encuentra quien quiere ser comido. Mi detective, Seldom, puede deslizar una conjetura y convencer a los demás para que esas conjeturas sustituyan a la realidad. Y también tiene un costado trágico, que es la sensación que cuando él interviene en la realidad hay consecuencias tremendas que quedan fuera de su alcance.

-¿Cómo te inspirás para armar las tramas de misterio?

- Siempre cuando escribo me rodeo de libros afines. Al escribir esta novela releí “Alicia en el país de las maravillas”, biografías de Carroll, libros de fotografía y leí novelas policiales para entrar en la atmósfera. Leí la última de Pablo De Santis, “La hija del criptógrafo” y releí su novela “La traducción”. También algunas novelas de Patricia Highsmith como “Mar de fondo”, que aunque no es el género sí está la idea de cómo empieza a aparecer en la mente la idea del crimen. Me interesa mucho eso, que lo hace muy bien Highsmith.

- ¿Y ves series?

- No muchas porque en general se distorsionan demasiado. Vi “Mad Men” dos veces, que me pareció extraordinaria, una obra de arte de principio a fin. “Breaking Bad” me gustó al principio, pero después las premisas no me convencieron, lo mismo con “Lost”. En general veo que el desarrollo de la imaginación del cine busca escenas cada vez más sangrientas, más crueles. Mis novelas son un poco una reacción a eso, los crímenes en mis novelas siempre son sutiles, abstractos.

- Siempre contás que tu padre influyó en tu pasión por la escritura, ¿hacés algo parecido con tus hijas?

- Con mis hijas intenté varias cosas. Lo único que más o menos funcionó hasta la adolescencia es dejar que se quedaran una hora más despiertas a la noche si se quedaban leyendo. Pero ninguna de las dos es una gran lectora.

- ¿Te pesa eso?

- Me parece algo maravilloso la literatura, pero no se le puede imponer a las personas. Me gustaría que leyeran para compartir un poco más. Yo les enseñé a jugar al tenis a las dos, les di libros. Pero por ejemplo, yo creo que mi hija menor va a ser una música muy talentosa, tiene condiciones, canta muy seriamente hace algunos años.

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