Carlos Sacchetto - csacchetto@losandes.com.ar Corresponsalía Buenos Aires
Además de las cifras que arrojen para cada fuerza o candidato, las primarias nacionales de este domingo están destinadas a marcar un pronunciado cambio de etapa en la política argentina. Datos que surgen del clima que se ha vivido en la campaña, revelan que detrás de las principales definiciones que anticiparán tendencias para las generales de octubre, tendremos algunos escenarios que pocos imaginaban.
Uno de los más significativos será la continuidad de la interna en el oficialismo, disparada en principio en la provincia de Buenos Aires pero con clara proyección a todo el tejido de la fuerza. Esa interna, que divide al kirchnerismo duro del peronismo más tradicional, parece haber llegado para quedarse, y con mucha virulencia.
Ocurre que sus protagonistas principales no se han andado con chiquitas. Las graves acusaciones cruzadas de manejos mafiosos y dominios del narcotráfico, muestran que acá está en juego algo más que las naturales peleas por el poder político.
En amplios sectores de la dirigencia del Frente para la Victoria se sabe que las denuncias contra el jefe de Gabinete y candidato a gobernador bonaerense, Aníbal Fernández, no nacieron de un repollo ni de la imaginación de un periodista.
Forcejeos
La decepción del otro candidato, Julián Domínguez, cuando el miércoles pasado Cristina Fernández tomó partido y respaldó a su ministro coordinador, se convirtió en un reguero de declaraciones off de record en el peronismo moderado, y hasta en las proximidades del postulante presidencial Daniel Scioli.
"Está claro que esto nos perjudica. Daniel orientó su discurso a seducir a sectores de clase media, se despegó bastante de La Cámpora y el ultrakirchnerismo, pero esta pelea interna nos resta votos", se lamentaba el jueves un estratega de la campaña de Scioli.
Lo que arrojan esos cruces teñidos de actitudes mafiosas y vinculaciones con el narcotráfico, es la certeza de que cualquiera sea el resultado de las primarias en territorio bonaerense, la pelea continuará escalando agresiones.
Fernando Espinoza, intendente de La Matanza y candidato a vicegobernador de Domínguez, lo dice a micrófono abierto: "Si el peronismo pierde el poder será por culpa de Aníbal". Los amigos del jefe de Gabinete replican con filosa ironía: "Espinoza sabe mucho de drogas, por eso habla".
Otra evidencia que nos deparó la abrupta irrupción mediática del tema narcotráfico es que la Iglesia, con el papa Francisco incluido, no estuvieron ausentes a la hora de promover su difusión. Fuentes eclesiásticas confirmaron que desde mucho antes de llegar al pontificado, Jorge Bergoglio se mostraba muy desconfiado con Aníbal Fernández por sus actitudes y opiniones sobre el tema drogas. Al parecer, información no le faltaba.
El volumen político de esta cuestión se extiende ahora a todo el peronismo, enciende luces de alarma y agita las especulaciones electorales de la oposición.
En el campamento de Sergio Massa confían en que los sectores no kirchneristas del PJ favorecerán a Felipe Solá, su candidato en territorio bonaerense, y hasta en el Pro apuestan a que muchos peronistas moderados acompañen a su candidata María Eugenia Vidal, como una manera de rechazar los escandalosos motivos de la interna oficial.
La dificultad que encuentran esas construcciones electorales es la complejidad que presenta el corte de boletas. En ese distrito que definirá la suerte de los candidatos presidenciales, los votos de lista completa miden más de un metro y es difícil hacerlos entrar en los sobres.
Debilidad
Entre los cambios políticos que podrían producirse tras el escrutinio de este domingo, hay otro que también es temido por el Gobierno. Si los resultados llegaran a insinuar que en octubre o en segunda vuelta Scioli podría perder la elección presidencial, se supone que habrá un acelerado deterioro del poder que ejerce Cristina.
Podría iniciarse en ese caso una agitada transición, donde los pases de factura dentro del oficialismo afecten la gobernabilidad hasta la asunción del nuevo mandatario el 10 de diciembre. Ese escenario configuraría lo que en política se denomina el síndrome del "pato rengo", es decir, el debilitamiento hasta el fin del mandato de la persona que va a ser reemplazada en el cargo.
En este caso la situación se tornaría más grave aún, porque no sólo se iría la Presidenta sino que finalizaría un modelo político y de gestión que lleva doce años en el poder.
Pero tanto en el kirchnerismo camporista como en el peronismo que acompaña al Gobierno, esa preocupación parece no existir. Confían en que Scioli, además de las primarias, ganará con comodidad en el primer turno de octubre. Ahora son las urnas las que tienen la palabra.