El día después de la elección en Guaymallén se centró en la pelea que protagonizaron Luis Lobos y Alejandro Abraham. Los porcentajes estuvieron casi parejos, con diferencias mínimas teniendo en cuanta que en ese departamento hay 220 mil electores, y ambos cantaban sus victorias considerando que el escrutinio no era el definitivo.
Si bien al cierre de esta edición se había relevado el 89.81% de las mesas, el escaso margen que había entre ambos no permitía dilucidar una tendencia. Es por eso que las 104 mesas que restan escrutar son decisivas.
Los resultados oficiales que se cargaron hasta ayer inclinaron la balanza a favor de Lobos, quien sacó una diferencia de 869 sufragios sobre Abraham. De mantenerse esta suerte, se vería salvada su conducción interina en Guaymallén y justificada toda la artillería publicitaria usada en su campaña, aunque como resultado no termina de darle aire suficiente para las generales.
Pero de cambiar los vientos, el actual responsable perdería no sólo la posibilidad de legitimarse, sino el poder real en la comuna, hecho que hace peligrar su continuidad a cargo de la intendencia.
El ganador definitivo se conocerá recién después del miércoles, cuando se realice el escrutinio definitivo, pero también cuando se sepa qué pasó con los votos recurridos por Abraham, sufragios en los que se ampara para decir que él será el ganador.
Los dos precandidatos del FpV, ex aliados, protagonizaron una pulseada muy pareja que los terminó por neutralizarlos a ambos. El ganador deberá enfrentarse en las generales del 21 de junio a Marcelino Iglesias, triunfador definitivo del frente Cambia Mendoza con el casi 13%, y a Federico Telera, el único concejal que tiene el FIT (logró el casi 8% de los votos).
Este último candidato alcanzó un porcentaje similar al que sacó en general la Izquierda en estas elecciones. La fuerza quedó en tercer lugar tanto en la provincia como en las intendencias. En el caso de Guaymallén, Telera ingresó luego del resultado histórico del FIT en las legislativas y su rol como opositor tomó una especial relevancia cuando denunció el “dietazo” que se dieron hace menos de un año los concejales y funcionarios. El desafío en las generales será elevar el porcentaje de votos y así colocar otro edil.
En cambio, el radicalismo se juega en esta elección la posibilidad de quedarse con el departamento más poblado de Mendoza, el cual condujo sólo en dos oportunidades en 32 años de democracia. La campaña de Iglesias se basó en su paso por la Osep durante el gobierno de Julio Cobos, su principal aliado, y como aliciente tiene el ser una de las promociones más “modesta” en el despliegue publicitario, si se la compara con la que tuvieron otros precandidatos del frente.
Con los resultados, el principal desafío del frente opositor es hacer propio el axioma peronista que reza que “el que gana conduce y el que pierde acompaña”. Y es que si se vuelcan de una manera lineal todos los votos que reunieron los seis precandidatos de Cambia Mendoza, Iglesias podría contar con el 42% de los votos, cifra muy cercana al 43% del FpV.
El mano a mano
La pelea entre los dos justicialistas no dejó márgenes de victoria, aunque cada uno festejaba sus supuestos triunfos. El recuento de votos de ayer lo daba como ganador a Lobos, por lo que salió a autoproclamarse como vencedor ayer al mediodía.
En una conferencia de prensa en su búnker afirmó que sus propios recuentos (basados en las planillas internas que suelen manejar cada lista a partir de la información que cargan los fiscales en sus centros de cómputos) y con un 87% de mesas escrutadas ganaba “en 19 de los 21 distritos” y con una diferencia de 1.300 votos sobre su rival.
Esta supuesta victoria no fue reconocida por Abraham, quien se llamó al silencio hasta tanto haya una confirmación oficial. “No coinciden los datos con los que presentó Lobos”, desmintieron voceros del legislador y apuntaron a que hubo una gran cantidad de votos recurridos por “boletas truchas”, hecho que terminará de definirse en la Junta electoral.
Según sostenían, habían boletas que por el color, la tipografía o algún detalle de imprenta no habían sido escrutadas.