Guayasamín, vuelve a Mendoza

A 25 años de la primera exposición del gran pintor latinoamericano en nuestra provincia, llega esta nueva muestra que será inaugurada mañana

Guayasamín, vuelve a Mendoza
Guayasamín, vuelve a Mendoza

En 1993, el genial artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín visitó por primera vez nuestra provincia. Vino para exponer en el Museo Fader, por ese entonces dirigido por Gastón Alfaro. Sin embargo, lo que sucedió dentro de la sala fue solo una parte de todo lo que se vivió esa vez.

Los que recuerdan la exposición aseguran que fue un fenómeno que invadió las calles, los colectivos, las aulas y todas las voces, todas: fue una movilización para contar quién era ese hombre, de facciones redondas y mirada humilde. Era maravilloso poder tener tan cerca a este patriarca latinoamericano, ya por entonces considerado uno de los grandes pintores (muralista) y escultor de esta tierra latinoamericana.

“Y esa muestra fue una de las más queridas, las más respetadas de Guayasamín”, recuerda Pablo, su hijo: “Los jóvenes estudiantes de Bellas Artes se subían a los buses para explicar quién era él y por qué tenían que ir a la muestra. En las partes laterales de los buses había reproducciones de sus cuadros. Hicieron un castillo maravilloso que lo prendieron el día de la inauguración. Había carros a tres cuadras a la redonda. Todos se volcaron a verlo. Vinieron a la inauguración León Gieco, Víctor Heredia, Piero... Polo Martí hizo un concierto en homenaje a él: una obra sinfónica maravillosa”, recuerda.

Lo dicho: Guayasamín era grande. “La cumbre de presidentes de Iberoamérica, realizada en La Habana en 1999, lo declaró Pintor de Iberoamérica.

Un título que no existe y no existía, sabiendo que había también un Miró, un Picasso, un Dalí... Para nosotros es un gran honor”, destaca.

Lo dice mientras se hace una pausa en el proceso de desembalaje de las obras de su padre en el Le Parc. Ha venido en esta ocasión con su hermana Berenice, y ambos supervisan el montaje de la exposición, que estará abierta a partir de mañana, a las 21, en ese espacio.

Se trata, como vemos, de uno de los acontecimientos culturales del año, aunque también de un gran reencuentro con esa ciudad que tan bien recordaba Guayasamín.

La muestra, que se llama De la inocencia a la ternura, estará dedicada a Gastón Alfaro, quien falleció en setiembre pasado. Podrá verse hasta el 26 de marzo, siempre con entrada libre y gratuita.

Ternura y sangre

Para Fidel Castro, quien fue un gran amigo suyo, Oswaldo Guayasamín era un “gladiador de la dignidad humana”, un “profeta del porvenir”. Alguien que conservó la esperanza pese a todo y se dedicó, toda su vida a retratar esa humanidad compleja: en su grandeza y en su pequeñez, en su nobleza y en sus vergüenzas.

A él se le atribuyen frases como éstas: “Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el Hombre hace en contra del Hombre”. Un manifiesto breve, hondo, incisivo.

Y el Hombre fue (así con mayúscula, como un símbolo) el tema de su inmenso trabajo. El sueño de su vida fue construir un recinto que representara la historia del ser humano, pero desde un sentimiento latinoamericano, que permitiera vislumbrar nuestra historia de sangre y mestizaje. La Capilla del Hombre, que así se llamó, se inauguró después de su muerte. Desde ahí llega esta muestra.

La primera etapa de su obra, Huacayñan, le abrió las puertas al mundo. Ganó tres bienales internacionales de arte, y con ese dinero recorrió la España devastada de la Guerra Civil, Auschwitz y una América Latina herida por múltiples dictaduras.

“Ahí pinta su segunda serie, la Edad de la Ira –explica Pablo–, sobre la violencia que le toca vivir a él y al mundo en el siglo XX. Hay un río de sangre que circula por el mundo producto de esta deshumanización, de esta guerra. Es un río de llanto, de dolor. Ese dolor es creado por los propios seres humanos, por intereses económicos y políticos. Esa serie es la que vino acá hace 25 años”.

La tercera etapa de su obra, que corresponde hasta el final de su vida, es un gran canto a la inocencia: La Edad de la Ternura, también conocida como Mientras vivo siempre te recuerdo (una alusión a su madre).

Lo explica el hijo: “Para cerrar como una sinfonía, él pinta un homenaje a su madre y a las madres del mundo. Y mientras en La Edad de la Ira todo es blanco y negro, acá retoma todos los colores de la paleta: los azules, los naranjas... Pinta el amor de la madre al niño, y surgen ahí obras realmente bellísimas”.

Al igual que la primera etapa, la última también fue muy demandada por privados, aunque se conservan muchas más piezas que de la primera, que “se atomizó”, nos explica Pablo.

La suerte de la segunda etapa fue distinta: esa violencia insoportable no fue muy exitosa entre los compradores. Y (afortunadamente) muchas obras importantes de La Edad de la Ira pertenecen todavía a la Fundación Guayasamín. Algunas se exponen en Ecuador, en el “santuario” del pintor, y están ahí para recordarnos quiénes somos.

Lo que se verá

A la última serie pertenecen algunas de las pinturas más famosas, como Madre y niño. Son como un regreso a cierta inocencia originaria: madres, hijos, abrazos, sonrisas, miradas, rostros de bondad infinita.

Pero también se podrán ver una serie de piezas didácticas, que muestran cómo Guayasamín maduraba sus ideas previamente en dibujos en lápiz, probando tintas y colores.

En total, suman 124 obras, entre pinturas de caballete, acuarelas, dibujos (60) y obras gráficas como serigrafías, litografías, aguafuertes y técnicas mixtas (30 de ellas).

El secretario de Cultura, Diego Gareca, informó que a raíz de esta muestra se han adquirido 35 paneles móviles, que solucionarán así un viejo problema del Le Parc en lo que respecta a exposiciones: la falta de espacio para colgar. Estos paneles quedarán para futuras muestras, y no sólo en este espacio.

Es importante destacar que, en paralelo a esta adquisición, es inminente la apertura del Museo Carlos Alonso -Mansión Stoppel (Gareca sugirió que podría concretarse antes de marzo). Por otra parte, se anunció que el ex hospital Emilio Civit será la sede de la primera sala provincial destinada a la fotografía: se llamará Máximo Arias.

Entre tanto, los artistas locales hacen oír su disconformidad con la falta de espacios públicos para exponer: el pasado 18 de enero, de hecho, se cumplió un año del incendio que arrasó la cúpula del Espacio Contemporáneo de Arte.

En este marco

Como parte del acto de inauguración, se presentará un concierto a cargo de músicos mendocinos. Se trata de la obra conceptual Con la luz de mi pincel, a cargo de un ensamble compuesto por Víctor Hugo Cortez (compositor de la obra, guitarra y voz), Gustavo Bruno (guitarra), Juan Lázaro Méndolas (vientos andinos), Oscar Puebla (guitarra y bajo), Quique Öesch (percusión), Mariano Moreno (teclado) y Darío Rondán (percusión).

Se sumará el cuarteto de cuerdas que componen Néstor Longo, José Guevara, Rosandry Graterol y Héctor Rodríguez. Y, como invitados especiales, actuarán Ini Ceverino y María Eugenia Fernández en voces, más Jorge Sosa y el Coro Confusión. Habrá danza con Eduardo Teves y Camila Inzaurralde y Gonzalo Cano y Marta Morel.

Nos anticiparon también que, en el marco de la muestra, se realizarán más actividades a futuro., que oportunamente la Secretaría anunciará.

Alfredo Severino, pintor: "Marcó a los artistas como Picasso"

“Yo le regalé un pañuelo azul y él se lo puso de inmediato”. Con ese gesto de hermandad, Alfredo Ceverino recuerda el primer encuentro con “ese indio hermoso” que era para él Oswaldo Guayasamín.

A fines de los años 80, en una bienal de Cuenca (Ecuador), habían coincidido Ceverino, Orlando Pardo y Juan Scacco. Juntos, los tres artistas mendocinos decidieron tomarse un bus hasta Quito, con el único objetivo de visitar al que consideraban su maestro.

Ahí fue cuando Alfredo le regaló el pañuelo. Y ahí, también, se dio la génesis de la muestra que llegaría a Mendoza en 1993. “Le faltaba exponer en algunos países de América Latina, a los que no había entrado por las diferencias con los gobiernos que habían estado al mando en los años 70. O sea, no había expuesto en Chile ni en Argentina”, rememora Ceverino.

Y continúa: “Entonces le pareció una gran idea entrar a nuestro país por otra puerta. No por Buenos Aires, no por ‘la Reina del Plata’, sino por

Mendoza. Y le pareció una excelente idea. Así que volvimos a Mendoza con esa ‘bomba’ y le dijimos a Gastón Alfaro: ‘Guayasamín quiere exponer acá’”.

El resto, fue inolvidable: “Cuando vino fue a conocer nuestros talleres y después armamos una muestra para exponer en su fundación. No hay manera de que el arte de Guayasamín no te atraviese. El arte social va a rozarlo siempre. Es como Picasso, que marcó a todos los artistas del XX”.

Eduardo Dolengiewicz, fotógrafo: "Inolvidable desayuno con el maestro"

“Cuando vino por primera vez Oswaldo Guayasamín a Mendoza, en 1993, el director del Museo Casa de Fader era Gastón Alfaro. Pablo, su hijo, se hizo muy amigo suyo, y ahí hicimos un contacto. Guayasamín pudo ver en esa ocasión mis fotografías, que eran mayormente desnudos. Y con esa muestra viajé en 1997  al V Coloquio de Fotografía Iberoamericana en La Habana.

“Un año después viajé a Ecuador. Habíamos hablado con Gastón de la posibilidad de hacer una muestra en ese país: él con sus grabados y yo con mis trabajos. Pero al final él no pudo viajar y lo hice yo solo. Estuve 15 días apenas.

“Todavía no estaba inaugurada la Capilla del Hombre, pero el hijo de Pablo me llevó a verla: la construcción era impresionante. Yo le dije entonces que quería conocer a su abuelo, y así fue que un día Guayasamín me invitó a desayunar.

“Era un hombre muy abierto. ¡Aceptó mi visita, cuando yo no era nadie! Charlamos un montón y le hice un montón de fotos también.

“¿Qué le quería decir? Que lo admiraba. Hoy, veinte años después, cuando hablo de él se me pone la piel de gallina. El desayuno fue en su casa, en una mesa de madera grande, gruesa. Hablamos de la cuestión social y política, cosas que a él siempre le importaron. Eso fue cinco meses antes de su muerte, pero se lo veía muy vital. Su fallecimiento fue imprevisto. Conocerlo fue impresionante.”

Leopoldo Martí, músico: "Rendirle un homenaje pluricultural"

“La cultura latinoamericana se sostiene en pilares que le han permitido, a través de su historia milenaria, crecer sólidamente. Adherimos y apoyamos la idea de una pluriculturalidad, desde la convivencia de naciones y pueblos que se desarrollaron desde hace miles de años a los que han llegado a través de los mares, configurando así nuestra particular policromía de voces, sentires, cantares y soñares.

“Parado en esos pilares, Guayasamín representa un arte ‘nuestramericano’ con historia y futuro, y que es, ante todo, conmovedor. Eso fue lo que me sucedió hace más de treinta años: quedé conmovido por él y su obra.

“Guayasamín representó una expresión desde esas raíces culturales latinoamericanas, pero que también daba cuenta –con la dramática belleza con que se expresan los grandes artistas– de aquellos sucesos que marcaron a sangre y fuego la vida de nuestros pueblos ancestrales. Puso también su mirada en la historia que a través de los siglos y hasta las últimas dictaduras del siglo XX significó un dolor inconmensurable para miles de víctimas.

“Por eso, cuando en 1993 surgió mi necesidad de expresar en música la alegría de que su obra llegara a Mendoza por primera vez, los sonidos comenzaron a invadirme como un rayo sonoro. La reunión de músicos para el estreno fue también un reflejo de esa idea pluricultural. Lars Nilsson, Beti Plana, Nene Ávalos, Pablo Salcedo, Marcelo Alvarez, Roger Cayre, Jorge Martí y yo, conformamos la banda de sikuris, de muy distintas procedencias. La Filarmónica de Mendoza estaba dirigida por un mexicano, Roberto Lira. En el Museo Fader se realizó la imponente muestra, y allí se presentó Canto a Guayasamín, con él sentado en la primera fila, el 30 de mayo de 1993. En mi doble condición de compositor e intérprete, nunca olvidaré esas imágenes: las obras de Guayasamín allí presentes y el rostro de Guayasamín escuchando, con sus ojos cerrados. Se cumplía así un sueño, una misión, al haber compuesto y tocado una obra dedicada a Guayasamín, con el propio maestro escuchando en persona y diciéndome finalmente: ‘¡Muchas gracias! ¡Esto es para siempre!’.”

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA