El grito sagrado

Impulsado por Roberto Cossa y Osvaldo Dragún a principios de los '80, "Teatro abierto" nació como un grito colectivo de resistencia a la dictadura y se convirtió en un movimiento cultural histórico del que participaron actores, directores y dramaturgos re

El grito sagrado
El grito sagrado

Había que decir “sí”; gritar que el teatro estaba vivo; con-mover a los espectadores. Había que burlar la censura y resistir las bombas. Y ellos (actores, dramaturgos, directores, escenógrafos; hombres y mujeres del teatro independiente porteño) encontraron la manera: Teatro Abierto (TA). El movimiento fue un grito libertario; un gesto de resistencia colectiva; una revolución artística.

Teatro Abierto fue impulsado por Osvaldo Dragún en fiel complicidad con Roberto Cossa y Carlos Somigliano, en el invierno argentino del ‘81. Su escenario fue, también, un crisol de poéticas y búsquedas disímiles: en su interior se fundieron los textos de 21 dramaturgos. Se estrenaron textos de Dragún, Cossa, Somigliano, Griselda Gambaro, Eduardo Pavlovsky, Carlos Gorostiza, Ricardo Halac, Ricardo Monti, Aída Bortnik y Pacho O’Donnell. Y unos 200 artistas movieron los engranajes escénicos de un ciclo que no tuvo precedentes en el país.

Teatro Abierto nació con la necesidad de demostrar la vitalidad de la dramaturgia argentina, censurada en las salas oficiales y en las escuelas de teatro del Estado. El ciclo inauguró en el teatro Picadero, con tres funciones diarias a entradas baratísimas (acaso simbólicas) y montajes de Raúl Serrano, Carlos Gandolfo, Agustín Alezzo y Alberto Ure, entre otros tantos directores imprescindibles del teatro nacional. Las funciones se realizaron a sala llena. Incluso después de que el ciclo se mudara a la calle Corrientes (al teatro Tabarís) porque una bomba derrumbó la Picadero.

Los estrenos continuaron en 1982, 1983 y 1985; apoyados por el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel y Ernesto Sábato. Función tras función, aquella intención inicial de recuperar las libertades -de creación, de expresión- que la censura les había quitado comenzaba a gestar uno de los movimientos culturales más importantes del teatro nacional. Su creación trascendió el horizonte escénico e influenció proyectos similares en la danza, la música y la literatura (así surgieron los denominados Danza Abierta, Música Siempre, Libro Abierto, Poesía Abierta, Tango Abierto o Folclore Abierto).

De allí, el homenaje a Teatro Abierto que, a partir de hoy y hasta noviembre emite la TV Pública. Se trata de un ciclo que reúne 13 de las 21 obras estrenadas en la primera temporada del ciclo (en 1981). Claro que a la pantalla chica llegan adaptadas; con directores y actores invitados, y un rodaje supervisado por Cipe Fridman (productora teatral).

En la lista de directores que fraguaron estas adaptaciones encontramos maestros enormes: Raúl Serrano (“El nuevo mundo”, de Carlos Somigliana; obra que hoy inaugura la seguidilla de programas especiales), Alejandro Tantanian (“La cortina de los abalorios”, de Ricardo Monti), Pepe Cibrián Campoy (“El 16 de octubre”, de Ellio Gallipoli) y Rubens Correa (“Antes de entrar dejen salir”, de Oscar Viale). Interesantísima oportunidad, la de poder ver en tevé trabajos que lleven su impronta.

Cada emisión se completa con entrevistas realizadas por Darío Grandinetti que, aquí, se prueba en el rol de conductor. O mejor, en la voz que va hilvanando otras voces protagonistas (las de actores, directores, autores, dueños de teatros, músicos, periodistas) que participaron -y sostuvieron- Teatro Abierto.

En este espacio también serán abordadas las siete obras que no fueron adaptadas para este homenaje, debido a razones técnicas.

Además de “El nuevo mundo”, la obra inaugural, esta semana se emitirán “La oca”, de Carlos Pais y calibrada por Joaquín Bonet (con Jorge Marrale, Arturo Bonín, María Socas, Ana María Cores e Isabel Quinteros) y “Desconcierto” un texto de Diana Raznovich aquí dirigido por Hugo Urquijo (con Virginia Innocenti).

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