Griselda Siciliani: “No me va la tibieza para nada”

La actriz atraviesa un gran momento profesional: acaba de estrenarse como protagonista de “Morir de amor” que próximamente llegará a Mendoza

Griselda Siciliani: “No me va la tibieza para nada”
Griselda Siciliani: “No me va la tibieza para nada”

Las entrevistas con Griselda Siciliani, a cuento de su trabajo en televisión, suelen ser en un alto de la grabación, con ella cuidando mucho el espacio de la charla, pero con su entorno marcando en zona. Y con el reloj de producción como peor enemigo. Ahora, el escenario cambió. "Es la primera vez en mi vida que hablo de un programa que ya terminé de hacer, rarísimo. Siempre estoy en el durante", se sincera. Con lo cual, el mano a mano se da sin apuro, en un bonito bar palermitano de Buenos Aires, cerca de su casa y ya sin esa necesaria cabellera platinada que lucirá en "Morir de amor", la serie que estrenó esta semana en Telefé y próximamente llegará al Canal 9 de Mendoza, con ella como única protagonista.

En ese plan distendido, se quita el tapado amarillo, elige un sillón del fondo, pide café con leche y budín de naranja -acepta el regalo del mozo, una cheesecake de frutos rojos- y se entrega a hablar de su vuelta a la TV después del éxito de "Educando a Nina" (2016).

Dirigida por Anahí Berneri (cineasta que ganó la Concha de Plata en San Sebastián el año pasado por "Alanis"), "Morir de amor" cuenta la vida de Helena Karsten, abogada de una prepaga que se ocupa de aprobar tratamientos médicos a pacientes terminales. Separada y con un hijo adolescente, se entera de que, ahora, la enferma es ella. Se cruza en su camino con Juan Deseado Molina (Esteban Bigliardi, papel que antes iba a hacer Leonardo Sbaraglia), un hombre que conquista a mujeres en situación terminal y luego las mata. ¿Qué pasará con Helena?

Buena conversadora, Siciliani sabe combinar dato preciso y concepto, la frase siempre llega con contexto. Cuenta que “Telefé estuvo gestando algo para mí, muy a conciencia de que fuera muy diferente a ‘Educando a Nina’ (comedia en la que componía a mellizas opuestas). En ese sentido se puede decir que estaban buscando un proyecto para que volviera a la pantalla, pero que ese regreso no fuera comparable a eso que fue tan hermoso. Yo tuve un idilio con esa tira, fue un regalo, un sueño. Pensá que ya pasaron dos años, porque el final fue el 1 de diciembre del 2016, en el Gran Rex, y el público todavía me recuerda cosas de Nina y de Mara”.

-¿Cómo tomaste la idea del cambio de registro?

-Me sentí halagada de que quisieran verme en algo diferente, cuando ya estaba probado lo de la comedia. En general acá sucede que se impone mucho lo del encasillamiento, que para ser justa no me ha pasado tanto. Ponele, estoy haciendo “Patito feo” y me llama (Daniel) Veronese para “La forma de las cosas”... Nunca tuve necesidad de decir “eh, siempre me llaman para lo mismo”.

-De todos modos para afuera manda algo así como "Griselda es comediante".

-Sí, para adentro también, lo reconozco. Yo lo siento así y con mucho orgullo.

-¿Cuándo empezó a nacer "Morir..."?

-Cuando estaba en “Sugar” (la comedia musical que protagonizó en el Lola Membrives). Desde que soy mamá siempre dejo en claro que no hago teatro y tele al mismo tiempo. Me hablaron de Anahí Berneri y ahí ya me entusiasmé. Y de algo corto. Igual, la idea inicial fue mutando, al principio estaba Leo...

-¿Cómo fue esa salida?, ¿tan escandalosa como se comentó en su momento?

-Nada escandalosa. La verdad es que él fue muy amoroso. Sintió que el programa necesitaba ir por otro lado y no le cerraba. Tenía que tener un punto de vista femenino porque es una historia en la que se mata a mujeres. El había llegado a dar el okey, pero no a firmar contrato. Se agrandó mucho porque es Leo, porque es un actor muy importante y porque estábamos cerca del arranque de grabación. Pero no hubo conflicto en absoluto. Luego se modificó la historia y se resolvió que ese personaje fuera más escondido y que tuviera más protagonismo la mirada de la heroína.

-Pero esa suerte de renuncia, aumentada por la estridencia mediática, más el enojo de Nacha Guevara el día de la presentación (se molestó públicamente por no aparecer en el trailer), ¿le suma o le resta a la serie?

-Siento que es un programa... ¿cómo decirlo? Un programa apasionado. Todo, desde el principio, estuvo atravesado por miles de cosas muy intensas. Intuyo que hasta el último minuto del último capítulo puede pasar algo. Con Nacha todo bien, ella es una divina. Y la rompe toda, es la invitada del primer capítulo.

-En esta campaña de promoción repetiste mucho la palabra "oscuridad".

-Porque siempre hago cosas más luminosas, aunque sean dramáticas. Esta mina es muy oscura. Por lejos, es el personaje más oscuro que hice. Ella se encuentra con un diagnóstico terminal y está todo el día con mujeres que saben que se van a morir. Y ahora le toca a ella enfrentarse al hecho de que le queda poco tiempo de vida. Al principio es una heladera, como si no le pasara nada. Todo lo guarda, es impenetrable.

Pero a medida que avanzan los capítulos va buscando distintas sensaciones. Está perdida y, al mismo tiempo, enfocada en investigar al asesino. De arranque se guarda todo, parece imperturbable.

-¿Y cómo hiciste para dosificar tu histrionismo?

-Me costó horrores, yo soy muy de manifestar las emociones. Por suerte ella ‘frikea’ con el sexo, con la violencia, entonces ahí pude volcar lo expresivo. Pero en general tuve que hacer el camino de que se vea eso que no se ve.

-¿Y a qué apelaste como método?

-En general hago una cosa que no sé si técnicamente está bien, que es mandarme a fondo con las situaciones. Por eso me quedaba la sensación física de haberme metido profundamente con un tema durísimo. Diez horas maquinando hondo te deja algo dando vueltas, pero sólo un rato, después me enganchaba con la vida cotidiana y eso desaparecía. Yo necesitaba el recurso de tirarme a la pileta con cuerpo y alma.

-¿En la vida y en el trabajo?

-En todo. No me va la tibieza para nada.

-¿El relato se enmarca en esta coyuntura de lucha feminista o va por otro carril?

-Creo que hubo una decisión explícita del canal en llamar a Anahí para contar esto. No hay bajada de línea ni nada por el estilo, porque en un sentido es súper incorrecto, pero claramente tiene una heroína.

-No como las de las telenovelas...

-No, para nada. Helena es incorrectísima. Se pone trash (como si descarrilara). No entendés por dónde va, hay que esperarla y ver qué hace. Hay una metamorfosis muy interesante en un momento.

-Si hubiera que ponerle un pañuelo, ¿de qué color sería?

-Verde, sin dudas. Es una mujer muy respetuosa de la libertad del otro, no juzga.

Helena no es Griselda, pero en algunas cosas se le parece. En el look seguro que no: "Viví con el pelo decolorado los cuatro meses de rodaje. En cámara da una rubia de Hitchcock, me copa. Pero era un blanco que a la mañana se me hacía fuerte en el espejo. A mi hija le gustaba. Igual, cuando recuperé color, me dijo 'Me gustás más morocha'".
Sin relojes, ni presión por volver a grabar, Siciliani habla de todo, comparte lo íntimo sin vulnerar lo privado. Y le saca jugo a su veta de comediante. En la vida, claro, porque en la ficción, con "Morir de amor" se pondrá dramática como nunca.

“Soy una madre babosa”

Después de la nota debe ir a buscar a Margarita, la hija que tiene con Adrián Suar. Y la nena se vuelve tema: "Estoy muy sorprendida con ella. Bueno, como le debe pasar a todas las madres. Tiene 6 años y me deja sin palabras casi todo el tiempo. Es una exigencia fuerte para mi inteligencia y para mi capacidad de adaptación tener esta hija. Es alguien que percibe mucho. Una vez hice una careteada social, tipo 'No, mañana no puedo, porque no sé qué', ella escuchó y no sabía si era cierto o no, pero me preguntó: '¿Por qué dijiste eso?'. Es un llamado permanente a la honestidad emocional. Le gusta leer, saber, preguntar, estar al tanto. Tiene mucha sensibilidad y una ternura divina... Bueno, sí, soy una madre babosa".

La autogestión

Griselda cuenta que por estos días está "trabajando en un proyecto propio, que es algo cíclico en mí: juntarme con mi gente, con Carlitos Casella, para hacer algo musical en teatro. Recién estamos empezando con la investigación. La idea es que él me dirija, no será la vieja fórmula de los dos juntos en el escenario (como en Sputza). Este tipo de cosas me definen como artista, es como volver a casa. Lo vivo como un refugio creativo. Es un espacio de mucha alegría".

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