Grave incremento de la violencia

La violencia ha pasado a ser un hecho cotidiano, casi naturalizado, que afecta a la gran mayoría de la población, que quiere vivir en paz y con tranquilidad. Son varios los factores que confluyen para que ello ocurra, por lo que es necesario encarar el pr

Grave incremento de la violencia

Es un hecho concreto, no una sensación: la inseguridad es la mayor preocupación de los argentinos, superando a otros problemas no menos graves, como la inflación o la corrupción. Y no quedan dudas de que la inseguridad está directamente ligada a la violencia que ha aumentado exponencialmente en el país, sobre todo en los últimos años.

Violencia particularmente social. Ya casi nada se soluciona a través del diálogo o de una discusión inclusive apasionada, ahora todo termina en hechos de manifiesta agresividad verbal o física, con la agravante de que muchas veces la vida de las personas queda en juego hasta por el más simple inconveniente, como se vio días pasados cuando un motociclista fue baleado luego de ser perseguido durante varias cuadras por ocupantes de un automóvil con quienes había discutido por un problema vial.

Está volviendo a ser natural y habitual, como en viejas épocas olvidables, que la violencia se vea como una solución a los problemas, a la salida de un boliche, en un estadio de fútbol o en una esquina cualquiera.

La lógica del “barrabrava” ha excedido las actividades futbolísticas para trasladarse a muchas otras, en las que los personajes más variados imitan sus prácticas. Así, unos pocos centenares de personas que deambulan armadas ponen en riesgo la vida de miles que ya no pueden transitar libremente por las calles.

Los expertos coinciden en señalar que el tema de la violencia no se soluciona de un día para el otro, sobre todo porque ya se encuentra muy enraizado y ha salido a la superficie. Opinan que la solución debe alcanzarse inicialmente a través de la recuperación de una cultura de respeto hacia los demás, que debe surgir desde la niñez, algo que viene siendo dejado de lado en los últimos tiempos, tanto en la familia como en la escuela, entre otras razones por la deserción creciente del rol paterno y por el afán en priorizar la inclusión escolar por sobre la calidad educativa.

Para poner un ejemplo generalizable, no puede entenderse que un centenar de chicos haya decidido la toma de un colegio de la Capital Federal -al que concurren cerca de dos mil alumnos- y que, pese a los destrozos producidos en el establecimiento escolar y de otros aún más graves en una iglesia de las adyacencias, hayan sido defendidos por los padres aduciendo que se trataba de un hecho en que los alumnos querían expresarse críticamente sobre la política educativa aplicada por el gobierno porteño.

La inseguridad que también es producida y productora de violencia, debe combatirse en todos los frentes, en todo momento y en toda ocasión. Con la implementación de un mayor control policial, con operativos sorpresa, con la incorporación de cámaras de seguridad en los lugares más conflictivos y la aplicación de leyes que determinen que quien comete un delito pague por el daño producido y no que ingrese por una puerta y salga por la otra, como tantas veces ha sido denunciado. Y conste que no estamos hablando de la implementación de mano dura, sino de la aplicación de mano firme, siempre dentro de los márgenes de la ley.

Tampoco debe olvidarse el aumento del narcotráfico por todo el país, sobre todo en las zonas “grises”, donde el control estatal, social y policial cada día es más débil. Entre otras acciones, además de las directas contra el delito, deberían incluirse aportes económicos y sociales para hacer frente a la violencia.

Por un lado, ampliando las posibilidades económicas de inversión, lo que generará mayores posibilidades laborales para así poder terminar con los bolsones de pobreza existentes y mejorarles la calidad de vida a muchas personas que requieren urgentemente posibilidades de acceder a la salud, a la educación, a la vivienda y al trabajo.

Otro aspecto a tratar es el de los mensajes que se vierten desde el poder político.

La propia televisión estatal está plagada de programas en los cuales el centro de la escena es la descalificación, la denostación y la agresión de palabra hacia quienes no coinciden con la línea de acción fijada por el Gobierno, tratando de imponer determinadas posiciones mediante la propaganda y la diatriba más vulgar. Algo grave, porque si los de arriba no dan ejemplo, es muy difícil exigir respeto y diálogo a los de abajo.

En síntesis, la violencia es un serio y creciente problema que debe ser tratado con la seriedad y la celeridad que la situación exige, multisectorialmente. La gente tiene muchas cosas en qué estar preocupada y no puede aceptarse que, a esas dificultades cotidianas, deba sumarle una aún peor porque está en juego, muchas veces, la integridad física y moral, y hasta la propia vida.

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