Según investigadores de la Oregon State University la presencia permanente de grandes cantidades de grasas y azúcares procesadas altera la flora intestinal, compuesta por más de cien trillones de microorganismos y bacterias, aspecto relacionado directamente con el desempeño cognitivo, lo que denominaron la "flexibilidad cognitiva".
Los microorganismos y bacterias intestinales se comunican con el cerebro al liberar compuestos que facilitan la neurotransmisión, estimulando al sistema nervioso e inmune, a la vez que influyen en un sinfín de funciones del organismo. Así, el consumo excesivo de estos componentes alimenticios no solo enlentecen la actividad intelectual y cognitiva sino que también debilitan al sistema inmune e impactan en el sistema nervioso.
Teniendo esto en cuenta es recomendable mantener una dieta rica en vegetales, frutas, granos y cereales integrales, evitando las azúcares blancas y procesadas, así como también las grasas animales. Los beneficios de una dieta equilibrada se perciben de manera casi inmediata y pueden potenciarse incluyendo una rutina de ejercicios físicos.