Con un mercado nacional sobreofertado y un nivel de consumo que empieza a mostrarse en retroceso, las granjas productoras de pollos parrilleros siguen demorando el envío a faena de algunos lotes, acumulan stock en frío y la mayoría termina vendiendo aves con un peso mayor que el habitual, y a precios que se sitúan por debajo del costo de producción.
La situación se refleja también en otros eslabones de la cadena, como el de los proveedores de genética. En efecto, también las cabañas han bajado la producción porque los criadores demandan menos pollitos BB, como parte de un proceso de deterioro de la actividad, del que los máximos referentes del sector no ven salida en el corto plazo.
Mario Maroto, presidente de la Unión Avícola Regional Andina (Uara) admite que la situación del sector productor de pollos parrilleros “es bastante compleja” y para graficar las dificultades de la coyuntura, recuerda que “hace unas semanas, la segunda productora más grande del país se ha presentado en convocatoria de acreedores, y creo que ya es la cuarta empresa del rubro que toma esa decisión”.
“En este momento -continúa- la oferta de pollo supera ampliamente, en volumen, a la demanda del mercado interno. A ello, hay que sumarle que el consumo parece que ha caído un poco también”.
Refiriendo comentarios de algunos productores, Maroto apunta que de los 40 a 42 kilos per cápita por año que se había logrado en la temporada 2012/2013, hoy se estima que el consumo nacional podría haber caído hasta los 36 kilos per cápita o menos.
El dirigente mendocino señala que este escenario, al margen que pueda estar mostrando el deterioro del poder de compra de los consumidores, se da en un contexto de muy amplia oferta de proteína animal en el país, provocado por las dificultades para canalizar parte de la producción vía exportaciones.
En efecto, “todo el pollo que se estaba preparando para comercializar en el exterior se ha volcado al mercado interno, pero la oferta excede la capacidad de compra de la población, porque entre pollo, cerdo y vaca, estamos ofreciendo anualmente, a cada consumidor argentino, más de 125 kilos de carne. Para tener una referencia, Estados Unidos, que es el país que más proteína animal consume en el mundo, creo que está alrededor de los 105 kilos”.
Repercusión local
En este escenario, cabe plantearse si se ha resentido la situación de las empresas locales frente al ingreso de carne de pollo de otras provincias, que eventualmente venga con precios más bajos. Sobre este punto, Maroto es terminante al afirmar que sí se ha resentido el consumo y que se está haciendo sentir.
Señala que el representante local de una de las dos más grandes marcas nacionales “ha estado promocionando una oferta de pollo a $ 15,90 el kilo, directamente al consumidor, y ese valor está por debajo del costo de producción”.
Por eso Maroto se pregunta cuál es, entonces, el precio que le ha estado llegando el productor por ese pollo. “Si el productor debe recibir entre $ 18 y $ 19 el kilo y al público debería llegar a $ 22 o $ 24 el kilo. Ése todavía seguiría siendo un muy buen precio para el público, comparado con el de la carne vacuna”, dice el dirigente.
Este tipo de actitudes comerciales ha venido agravando el panorama para las empresas locales productoras de pollos. “Las más grandes están muy stockeadas”, dice Maroto.
Apunta que “se han visto obligadas a guardar pollo en cámaras frigoríficas, porque no había demanda para ese producto y el precio al cual deberían haber vendido, estaba por debajo del costo de producción”.
Resume que aquellas empresas que tienen un poco de solvencia prefieren guardar y esperar un mejor momento para vender, tratando de cubrir al menos el costo de producción.
Por otra parte, pudo saberse que hay productores que se han visto obligados a vender porque no han tenido la posibilidad o la capacidad financiera para poder aguantar un stock de pollos en frío. Lo que han hecho ha sido disminuir el ingreso de lotes.
El referente de los avicultores mendocinos confirma esa situación y añade que, en esos casos, están criando algún lote menos o rotan con más tiempo los galpones, les dan más días de descanso, a los efectos de no generar tanta producción para no tener tanto excedente.
Doble efecto
Antonio Olmo, titular de Avícola Luján, que faena alrededor de 50 mil kilos de pollo por día en su establecimiento de Luján de Cuyo, coincide en que la situación actual del sector productor de parrilleros está afectada en todo el país, por el doble efecto de una sobreoferta en el mercado interno, donde las empresas han tenido que volcar la producción que no pueden exportar, y una caída del consumo nacional por la pérdida de poder adquisitivo que ha sufrido la masa salarial.
Olmo explica que “cuando no se vende en la medida de lo esperado, hay mucho gasto extra, porque cuando uno atrasa la faena, ese lote consume más alimento; demanda mayor atención y, por lo tanto, tiene mayor costo en mano de obra, se consume más energía, entre otros”.
Si una partida fue faenada y no fue vendida, hay una inversión adicional en frío aparte del empaque, embalaje, la faena y, hacia atrás, todo el proceso de producción primaria, que “a veces no se puede recuperar hasta que han pasado cinco o seis meses”.
De manera que “hay mucho pollo, en granja y en frigorífico y debido a eso estamos vendiendo por debajo del costo. Hay pollos de poco más de 15 pesos el kilo al público, y los pollitos artesanales (tipo casero), entre los 22 y los 23 pesos el kilo”, admite el empresario de Luján.
Coincide en que el pollo vendido a 15 pesos, tiene una pérdida importante y que el precio mínimo debería ubicarse en los 22 pesos al público para cubrir todos los costos.
Estima que con ese valor al público, al productor de afuera de la provincia, que tiene gastos adicionales de flete y frío, entre otros costos le puede estar quedando alrededor de $ 10,50.
Olmo cree que “el pollo faenado y en caja, puesto en planchada de frigorífico debería estar, en Mendoza, a no menos de 18 pesos el kilo, para salvar los costos”.
Pero aclara que “como las empresas no estamos teniendo el dinero suficiente para cubrir las necesidades bancarias y de cumplir con algunos créditos, tenemos que vender, aunque el precio sea muy bajo.
Hace tanto tiempo que venimos trabajando por debajo del costo, que se nos han agotado los recursos bancarios. Por eso -reconoce el empresario- nosotros estamos vendiendo a entre 15 y 17 pesos el kilo”.
Impacto en la cadena
La demora en ingresar nuevas aves a los lotes para transformarlas en pollos parrilleros, impacta en otros eslabones de la cadena.
Se sabe, por ejemplo, que algunas cabañas que proveen a los criadores, han estado sacrificando lotes de reproductores, porque tampoco estaban colocando todo el pollito BB que producían.
De manera que habrían venido anticipando el retiro de lotes de reproductores porque había bajado la demanda de pollitos por parte de los granjeros.
Mario Maroto ratifica, en ese sentido, que también las cabañas decidieron ajustarse a los niveles actuales de consumo en el mercado interno. “Cuatro o cinco kilos menos de consumo por habitante, representan muchos pollos menos en el año y eso se refleja en el sacrificio de lotes de reproductores y de lotes de crianza”.
Desde el plano comercial, Reynaldo Ivars, socio gerente de Laboratorios Granjol S.R.L., proveedora del sector, ratifica que es grave la situación de la actividad. Coincide en que la complicación viene por el lado de “la cantidad de animales que se estaban criando para exportar, pero que están quedando en el mercado interno”.
En cuanto al impacto que produce esta situación en la actividad de las granjas mendocinas, Ivars (cuya firma está instalada en Coquimbito, Maipú), coincide en que “las grandes están bastante complicadas, mientras que los de menor escala (como por lo general tienen otras actividades) van soportando la situación de coyuntura, aunque tengan que resignar ganancias, porque achican un poco la producción de pollos o sacan plata del otro negocio”.
Explica que las más grandes “venden menos y tienen que meter el pollo en cámara (lo que tiene un costo que no es menor); eso significa que no le hacen la plata que necesitan para salir a comprar materia prima para criar los siguientes lotes”.
En este caso tienen que pensar mucho antes de frenar el proceso productivo, porque “son establecimientos de una dimensión tal que normalmente tienen que soportar costos fijos altísimos”.
Esto hace que les resulte “muy difícil parar pero, al mismo tiempo, les resulta difícil seguir”, porque no son sustentables sin un flujo regular de ingresos provenientes de las ventas de su propia producción.
Maroto cree que “las empresas nacionales que están teniendo problemas, están en dificultades para preservar puestos de trabajo”.
En las otras, los productores están tratando de mantener a los buenos empleados dentro de la empresa y tratar de ir regulando la producción en niveles que les permitan sostenerlos pero, localmente, creo que todavía no ha afectado”.
Prevén repuntes de precios en cereales
El presidente de la Unión Avícola Regional Andina, Mario Maroto, reconoce que, en cuanto a los alimentos, el factor de mayor peso en el cuadro de costos, “últimamente hubo bajas en los precios del maíz y la soja, pero tal vez esa baja haya llegado tarde para salvar el pellejo de algunas empresas”.
Recuerda, por ejemplo, que “el maíz, entre marzo-abril de 2013 y julio de 2014 aumentó alrededor del 50%, con picos de incremento interanual de casi 65%, cuando tocó los $ 1.400 la tonelada. Hoy ha bajado algo y estamos hablando de 1.150 pesos más IVA la tonelada”.
Maroto advierte que si el precio de los alimentos no incide más en los costos del sector avícola, es por la vigencia de las retenciones a las exportaciones de granos.
Admite que “para Argentina, de alguna manera, las retenciones están funcionando como un subsidio para el consumo del mercado interno porque si no estuvieran, o fueran menores, el precio que se tendría que pagar por el cereal, en el mercado interno, sería más elevado que el que se está pagando actualmente”.
Agregó: “Todavía quedan algunos lotes de soja y otros de maíz por levantar y eso mantiene los valores más o menos acomodados. Pero en cuanto termine la trilla y todo el cereal que quede esté en los silos, por sí solos los valores van a empezar a acomodarse otra vez hacia arriba”.