Los militares vigilaban ayer vías de accesos a esta ciudad tras el lanzamiento de una operación contra el crimen organizado que controla amplias zonas de Río, pero que deberá vencer ante todo el escepticismo de una población saturada de violencia.
El despliegue de una fuerza de 10.000 efectivos, 8.500 de ellos militares, fue autorizado por el presidente de Brasil, Michel Temer, y debería prolongarse hasta fines de 2018.
El ministro de Defensa, Raúl Jungmann, reiteró que el objetivo de la Operación Seguridad y Paz es asestar golpes en “el mando del narcotráfico, en los arsenales”, en lugar de provocar un “efecto inhibidor” de solo algunos días o semanas.
“Estamos haciendo un reconocimiento de zonas y micro zonas que será fundamental para las acciones futuras”, declaró en una conferencia de prensa.
Los efectivos harán tareas principalmente de inteligencia y recurrirán a operativos sorpresa, descartando acciones ostensivas como la ocupación de favelas controladas por bandas de narcotraficantes. Las tropas se concentraban ayer particularmente en la conflictiva Baixada Fluminense, en las cercanías del aeropuerto internacional del Galeao y en el oeste de la ciudad.
También había una decena de soldados en la rica y turística playa de Ipanema y frente al Museo del Futuro, situado en la zona portuaria remodelada para los Juegos Olímpicos de 2016.
Medios locales señalaron que algunos automovilistas expresaban con bocinazos su satisfacción de ver a militares asumiendo la tarea de restablecer la seguridad urbana. Pero el despliegue y la ostentación de armas asustaba a muchos turistas, que pedían explicaciones sobre lo que estaba sucediendo.
Desde hace meses, el aumento de robos de camiones de carga, asaltos, batallas entre bandas rivales y las incursiones policiales en favelas, con su secuela de víctimas de balas perdidas, siembra angustia entre los habitantes de la “Cidade Maravilhosa”.
Los militares ya intervinieron en otras ocasiones puntuales, como en el Mundial de fútbol de 2014 y las Olimpíadas de 2016. Esos despliegues fueron a la par con proyectos de integración urbana y social de las favelas y con la instalación de Unidades Policiales de Proximidad (UPP). Pero esos programas se vieron afectados por la crisis del Estado de Rio, al borde de la bancarrota, y por la recesión general de la economía de Brasil.
Tales precedentes crean escepticismo sobre las posibilidades de éxito de la nueva campaña.
“Sólo el futuro lo dirá”, afirma Joao, camarero de un café de Copacabana, mirando en la televisión los blindados instalados en la Linha Vermelha que lleva del aeropuerto a la ciudad.
“No resultará en nada, como siempre”, proclama, por su lado, fatalista, Emerson Silva, conductor de una aplicación de transporte urbano.
Según Nelson Düring, editor del sitio especializado DefesaNet, una de las claves de la operación residirá en “la reacción del gobierno y de la sociedad a las primeras confrontaciones”.