Ante una multitud de personas, en 140 caracteres a través de la red social Twitter, en una carta a los no creyentes enviada a un diario italiano, en homilías breves o en 29 páginas de una entrevista sin rodeos a la revista jesuita, el papa Francisco demostró en poco tiempo que es un gran comunicador.
No ha necesitado de intermediarios, ni quien lo interprete. Es él mismo quien informa y transmite qué piensa, qué Iglesia pretende, cuáles son sus prioridades pastorales. Y no le rehúye a temas urticantes y sensibles: celibato, aborto, gays, divorciados, reformas, interna eclesiástica...
Llama la atención, sin embargo, que Jorge Bergoglio, un purpurado parco, que casi ni hablaba con los medios y hasta se lo tildó de “perifóbico” en Buenos Aires, se haya transformado en poco más de seis meses en un predicar mediático, editor desde el púlpito y usina frecuente de los títulos de tapa de los principales medios del mundo.
Otra novedad de Francisco es que con un mensaje directo y sencillo, pero no exento de profundidad doctrinal y teológica, llega por igual a creyentes y no creyentes, católicos y no católicos, poderosos y residentes de las periferias existenciales.
El cambio de formas también modificó el trabajo del vocero de la Santa Sede, el sacerdote Federico Lombardi. “En los últimos meses el Papa ha hablado de manera tan intensa que yo en realidad -por suerte- he podido estar completamente en la sombra, frente al que es el protagonista, la voz principal que los fieles quieren escuchar, que es la voz del Papa”.
El “estilo Francisco” volvió a impactar por estas horas en los medios con una entrevista extensa con el director de Civiltà Cattolica, en la que el Papa expuso abiertamente su visión sobre cuestiones morales y temas concernientes al gobierno pastoral de la Iglesia.
Pero el eje del cambio se hizo evidente en dos definiciones que subrayan la voluntad del Papa de encarar una revolución moral y social.
“Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante. Sólo de esta propuesta surgen luego las consecuencias morales”, sintetizó en relación con la primera.
El segundo punto del modelo renovador es la “inserción social”. Es decir, “encarnar” y “experimentar” la opción preferencial por los pobres. “Cuando se habla de problemas sociales, una cosa es reunirse a estudiar el problema de la droga de una villa miseria, y otra cosa es ir allí, vivir allí y captar el problema desde dentro y estudiarlo”, diferenció.
La propuesta de Francisco es que la revolución moral y social sea a través de una misión permanente, en las calles, no encerrados en las sacristías, con un mandamiento claro: “La fe cristiana se propone, no se impone”.