Gran anfitrión, tiene el taller más completo

Ex ypefiano, las reuniones gastronómicas en su casa ya dan que hablar en el departamento. Pero también es conocido por sus habilidades manuales: “Vos sabés hacer de todo, yo apenas cambio los focos de las luces de mi casa”, le dicen sus amigos.

Gran anfitrión, tiene el taller más completo

Eduardo Miguel Aporta, de 69 años, podría ser un vecino común de un barrio cualquiera del Gran Mendoza y tal vez lo sea, pero algunas particularidades de su vida lo convierten en un verdadero personaje del Oeste de la ciudad de Luján de Cuyo.

Eduardo es organizador, desde 2011, momento en que se jubiló en la Refinería de YPF, de comidas de camaradería que él promueve y sirve en la cochera de su vivienda. En todas es ayudado por un amigo, Antonio ‘Nito’ Bruno, otro ex ypefiano.

“Comencé con las reuniones -explica en el living de su hogar- porque aunque nos saludábamos con muchas personas de la vecindad, percibía que no había un trato fluido”. Desde entonces, ya se han realizado no menos de 15 de estos eventos gastronómicos, en los que se disfrutan distintos platos y, por supuesto, se paladean buenos vinos, donados por alguno de los contertulios. “No hay juego de cartas y nadie fuma, sólo conversamos”, dice el anfitrión. Uno de los asistentes, entre otros, es el intendente electo del departamento, Omar De Marchi, ex vecino de Eduardo, casi medianera de por medio.

En esas cenas se han servido una gran variedad de platos: en la última, el menú fue una entrada fría, presas de pollo con ensalada y lasagna, cocinada esta última por el propio dueño de casa, con la ayuda de su esposa, María Rosa Scaccia.

En otras ocasiones, los convidados disfrutaron de bondiola a las brasas, lechones, pastas y hasta un costillar. El gasto se reparte entre los comensales, unas 25 personas. “Termino cansado pero feliz...”, admite el entrevistado.

El broche de oro de estas comidas tiene lugar a fin de año, con la presencia de las esposas y mesas y sillas desplegadas en la calle del lugar, que es una cortada.

Trabajos manuales

Eduardo tiene un gran ingenio para trabajar con las más variadas herramientas, habilidad que obtuvo tras su paso por la Escuela Técnica Industrial Emilio Civit, de Maipú, y una larga campaña en la Refinería Luján de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, donde trabajó 43 años.

“YPF es una escuela técnica de gran nivel. Ése es el lugar, ahí te enseñan. Está todo hecho y hay que saber organizarse y aprovechar el sistema. Aprendí mucho de la industria del petróleo”, refiere con orgullo de su paso por la planta industrial ubicada en su departamento.

“Empecé como chofer y luego, mediante concursos, me fui ubicando en otros sectores de la destilería, pasando por la planta de tratamiento de agua y las combinadas, hasta desempeñarme como mecánico, primero, y luego en la distribución de energía. El ciclo culminó en mantenimiento eléctrico.

El viejo Rambler

De joven, Aporta tuvo varios oficios: administró un quiosco (en la esquina de Alvear y San Martín, frente a la desaparecida firma de ropa Casa Arteta), y transportó pasajeros a Chile con un Rambler Classic. “Tenía 24 años. El servicio se cortó cuando Salvador Allende llegó a la presidencia” del vecino país, en 1970.

Pasado un tiempo compró un camión Dodge DP 800, modelo ‘70, y lo puso al servicio de la empresa Cartellone, que estaba construyendo la ruta nacional 237, en El Chocón (Neuquén). En ese empleo mostró su capacidad de ingenio. En la zona de la Patagonia donde estaba hacía tanto frío en invierno, que el gasoil de los vehículos pesados se congelaba y no se podía salir al terreno. Ayudado por otros operarios, ideó un sistema casero que consistía en pasar el caño de escape por dentro de un tubo “camisa”, que proveía calor al tanque de combustible y así mantenían con temperatura el gasoil. “Ahora los camiones modernos no necesitan de un procedimiento así, especialmente porque el hidrocarburo líquido es más refinado y el punto de congelamiento ya no es un problema”, explica Aporta con autoridad.

Para completar el perfil de técnico habilidoso y dúctil, en su casa posee un verdadero taller de oficios, que le permite trabajar en carpintería, herrería, electricidad, cañerías, etc. En ese gabinete hay herramientas de mano (destornilladores, pinzas, llaves tubos, “sargentos” (que se usan en carpintería), maquinarias eléctricas y autógenas de soldar. También otras para agujerear de varios tipos, y máquinas de banco (tornos, grupo electrógenos) y sensitivas para cortar cañería, además de amoladoras. Ni hablar de tornillos, arandelas y clavos. El ordenamiento y la pulcritud son dignas de cualquier empresa metalmecánica del medio. Además, Aporta es especialista en la rama de electricidad, lo que le permitió tener una “changa” durante años. Ahora sólo hace trabajos eléctricos para él y circunstancialmente para algún vecino. “Para afuera dejé de trabajar hace 3 años”, aclara.

No pocos recuerdan que el hombre hizo deportes en sus años mozos: fue jugador de básquetbol de Luján Sport Club, patinador y futbolista, además de montañero y esquiador en la recordada pista de Vallecitos, a la que llegaba con amigos, todos transportados por legendarias Siambretta. “Ahí conocí a verdaderos próceres de la montaña, como el emblemático Bruno Cáneva, por entonces a cargo de la concesión del refugio San Antonio”, recuerda.

Este hombre de manos hábiles se ríe cuando algún amigo o vecino del barrio intenta compararse con él: “Vos sabés hacer de todo, yo apenas cambio los focos de las luces de mi casa”, le dicen resignados, ante su destreza.

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