Graciela Conocente: psicoanalista, coreógrafa y bailarina

En esta charla improvisada te presentamos a Graciela, una profesional multifacética y una artista inquieta.

Por Mariela Encina Lanús

En su interior conviven una psicoanalista, una coreógrafa y una bailarina contemporánea. Y dice, a las tres las mueven la curiosidad y la pasión. También, la certeza de que, cualquiera sea el presente, el recorrido recién empieza.

Esta entrevista es hija de un lapsus. Acaso un ensayo de error y prueba. Graciela Conocente (psicoanalista, coreógrafa, bailarina) reirá al escuchar que agendamos la nota con un día de diferencia –ella más que nadie, sabe que un acto inconsciente es revelador- pero también ligará el malentendido con la danza: "Mal entender significa que hay algo que se fue por otro lado; lo interesante es recuperar eso que se nos escapó y ver en qué podemos transformarlo".

Nos recibirá en su casa: un departamento de la Quinta Sección, en donde suena de fondo un disco del pianista de jazz texano Robert Glasper; pura exquisitez. Veremos en el living una bicicleta antigua color verde, una guitarra, una biblioteca y una serie de portarretratos que la representan, como el de la imagen sepia de su abuela, su madre y su tía –de quienes, cuenta, heredó la sensibilidad artística- y la captura monocromática de un paso de danza.

"EL HUMOR ESTÁ PRESENTE EN TODO LO QUE HAGO"

Mientras prepare el mate, Graciela nos invitará a sentarnos alrededor de la mesa en la que conviven una novela de Pablo Ramos, “La ley de la ferocidad”; y el libro “Los divinos detalles”, del psicoanalista lacaniano Jacques Alain

Miller. Ella elegirá la silla que está justo al lado de la pared, debajo de las ilustraciones de los mendocinos Jermindo y Mariano Mari. Así de cómoda y bien dispuesta, se brindará a una extensa charla, que discurrirá por el psicoanálisis y la danza contemporánea, dos pasiones que, aunque surgieron en momentos diferentes, la habitan con la misma intensidad. Durante más de una hora hablará en serio pero lo hará con humor, algo fundamental en su vida. Dirá: “El humor es un lugar de alivio, porque nos permite desdramatizar”.

Después nos introducirá en sus universos con la mirada encendida: "El trabajo de consultorio me encanta; y a la vez, haber hecho de la danza, un trabajo también es reconfortante. Poder disfrutar de estas dos pasiones, a veces en niveles casi similares, es muy poderoso".

En el ámbito del psicoanálisis, Graciela Conocente está orientada a la terapia de niños y adultos. En el universo de la danza, integra –y es referente- de una nueva generación de creadores. Su búsqueda y especialización se ciñen, principalmente, al Flying low (volando bajo) y al Partenaire contemporáneo (basada en la improvisación a través de puntos de contacto), dos técnicas que explora coreográficamente y que transmite en sus clases regulares.

¿Cómo ves en perspectiva este doble recorrido?

Siento que trabajé mucho, que soy joven pero vengo haciendo bastante; que hay mucho recorrido pero también hay mucho más por delante. Creo que nada es certero y que esa falta de certeza me lleva a seguir buscando y moviéndome. A veces me enoja ser tan curiosa…

¿Por qué? Está bueno ser curioso…

Porque ponerle un límite a la curiosidad no es tan fácil (ríe). Para mí es complicado decir: "Con esto es suficiente" y quedar contenta, aunque ahora estaría aceptándolo un poquito más, justamente por ser consciente del recorrido. Entonces me doy el tiempo para tener registre del disfrute, para sentirme satisfecha, pero no doy nada por sentado.

¿Siempre fuiste curiosa?

Muy. Desde chiquita era movediza, no el sentido motriz sino por el deseo de hacer; y esto lo vivo como un recurso.

Era chiquita, también, cuando Graciela Conocente se anotaba para participar de los actos escolares y le ganaba la vergüenza: "Siempre actuaba pero me escondía. Sin embargo mi madre tuvo la lucidez de verme y decidió anotarme a danza cuando tenía cinco años. Esta ha sido la relación más estable de mi vida (ríe)".

¿Y cuándo comenzaste a indagar en la psicología?

También estaba presente porque mi hermano mayor es psicoanalista (Miguel Conocente) y con él tengo una relación muy fluida; compartimos, entre muchas otras cosas, el gusto por el arte. Aunque al mismo tiempo me había anotado en Sociología, finalmente opté por Psicología. Me emocionaba estudiar, solía leerle los textos a mi compañero con lágrimas en los ojos (ríe). La universidad me atravesó fantásticamente. Me sentía conmovida.

"SIEMPRE ACTUABA PERO ME ESCONDÍA. SIN EMBARGO MI MADRE TUVO LA LUCIDEZ DE VERME Y DECIDIÓ ANOTARME A DANZA CUANDO TENÍA CINCO AÑOS. ESTA HA SIDO LA RELACIÓN MÁS ESTABLE DE MI VIDA".

Hay que agradecerlo. Sentirse conmovido empieza a ser una excepción.

Muchas veces me pregunto cuántas cosas nos conmueven o apasionan realmente: ¿una, a lo sumo dos cosas? Son finitas en cada persona; entonces hay que hacer con eso.

Para Graciela, el consultorio es su espacio de acción: "Trabajo con adultos y también con niños; pero el trabajo con niños tiene otros matices. Una de las diferencias fundamentales es que el adulto va por su propia decisión; el niño, por lo llevan. Entonces muy interesante ver cómo empieza a hacer uso del espacio y las cosas que surgen cuando aborda sus temas".

¿Podemos decir que existen conductas o cuadros que son síntomas de época?

En los últimos años me encuentro con muchos niños que vienen diagnosticados con trastornos de déficit de atención (TDA) o incluso medicados, pero que responden a una época y un modelo de vida. La posibilidad de preguntarse acerca de ese síntoma en lugar de silenciarlo o taparlo, es difícil pero no imposible, sobre todo si hay padres dispuestos a pensar de otra manera. El síntoma nos puede brindar una orientación. Lo mismo sucede con los adultos.

Desde tu experiencia, y considerando que la Argentina es el país con mayor porcentaje de psicólogos del mundo, ¿cómo ha variado el porcentaje de niños que se psicoanaliza en los últimos años?

Creo que cada vez hay más personas que realizan consultas pero esta respuesta puede ser pensada desde distintas perspectivas. Vivimos en una época en la que las derivaciones con especialistas son cada vez más comunes. Debido a eso, un niño que presenta algo es derivado a un fonoaudiólogo, a un psicólogo, a la psicopedagoga sin preguntar porque aparece lo que aparece. En otras ocasiones es la escuela la que detecta que algo sucede debido a que muchos docentes, directores e incluso preceptores son buenos observadores y eso es positivo.

En otros países, menos psicoanalizados, se mira con recelo ir a terapia.

También sucede acá; todavía impera el modelo médico y el psicoanálisis es un discurso que viene por otro lado, es difícil confrontar con eso.

En una época definida por la inmediatez, el consumo y la hiperactividad ¿se pueden detectar síntomas de época comunes en las personas que realizan consultas?

Claro que hay síntomas de época y me animo a decir que responden a otra cosa: que es, cada vez más, el desencuentro con el otro; y creer que un objeto va a llenar el vacío que sentimos. Es una creencia ilusoria porque no sabemos qué hacer con este hueco. Está todo dado para que no nos encontremos, ni con nosotros mismos ni con los demás, por eso hay una gran dificultad de generar lazos, cualquiera sea su índole. Estar con alguien implica una dialéctica constante porque nos permite ver nuestras cosas.

Supongo que la virtualidad modificó las formas de relacionarnos…

Vivimos en la época de las pantallas, es decir que hay algo que está mediando entre nosotros. No vemos realmente al otro, por eso es muy fácil inventárselo. Mucha gente se conoce hoy a través de las redes sociales y hasta ahí todo va bien; el tema está cuando esos cuerpos se encuentran. No estamos entrenados para eso. Y acá entra en juego la danza…

¿En qué sentido?

Porque la danza es un lugar en donde sí hay que poner el cuerpo que además tiene el plus de ser una experiencia disfrutable, un placer que trasciende la palabra.

Graciela Conocente es bailarina profesional desde hace dos décadas. En los últimos siete años comenzó a componer sus propias obras y a dictar clases. Lejos de descansar en estas experiencias, continúa su proceso de formación. Acaso como si se tratara de un work in progress.

¿Tenés maestros?

Durante todo este tiempo me crucé con personas que han sido “posibilitadores” para la danza y por ese motivo los ubico en un lugar muy valioso. Esto es curioso porque en la historia de la danza, los maestros apuntan a la excelencia en la técnica, más allá de ver tu particularidad. En mi caso, cada vez me interesa menos la técnica como algo cerrado; la técnica es un recurso.

Eso, imagino, está presente en tus clases…

No me considero maestra. Lo que intento es transmitir algo de lo que a mí me pasa con la danza, que es conmovedor. No hay que tener experiencia para ir a mis clases. Como desde hace varios años indago en la improvisación, en general no preparo las clases como una estructura secuenciada y rígida sino que suelo partir de una curiosidad o una sensación que tengo latente. Y así también encaro los procesos creativos: nunca parto de una idea preconcebida; lo que sale, es y siempre estará atravesado por el humor. Porque el humor está presente en cada cosa que hago.

ES LICENCIADA EN PSICOLOGÍA, BAILARINA Y COREÓGRAFA

Finalizó un Posgrado en Psicoanálisis (Instituto Clínico de Buenos Aires, EOL) y en marzo comenzará a cursar una Maestría en Clínica Psicoanalítica del IDAESUNSAM (Buenos Aires).

Integró la Compañía de Danza Contemporánea de Lucía y Valentina Fusari, desde 1997 hasta 2009. Estudió danza contemporánea con las hermanas Fusari y Alejandro Cervera. Se especializó en Flying Low y Partenaire Contemporáneo con maestros como Ana Garat, David Zambrano, Amparo González, Emanuel Ludueña, Rosaura García, Lucas Minhondo y Fabiana Capriotti. Dicta clases y seminarios regulares en Mendoza y San Juan.

Se desempeñó como coreógrafa y directora en las obras "Pulsar", "Variaciones" y "Maña".

Actualmente trabaja en un nuevo espectáculo junto a la diseñadora y bailarina Tati Conalbi y el músico Hernán Gómez.

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