Recuerdo que dos o tres años atrás hablando con una amiga, seguidora de Justin Bieber, me contó cómo una chica de no más de trece años se había suicidado por “haber perdido las esperanzas” de conocer al cantante.
En ese momento no le di importancia, no comprendí la gravedad del asunto. Hace una semana leí en internet otros casos muy similares de fanáticas del mismo cantante. No pude evitar enojarme, no entraba en mi cabeza que una persona se podía quitar la vida por ese motivo tan estúpido. Pero entonces, sentí lástima, tan vacío y solo puede estar alguien, sin ideales, sin planes de vida, sin Dios o con un Dios de cartón.
Rápidamente pensé en mis padres, todas las cosas que me dijeron cuando era chica y que yo no aceptaba, me enojaba, creía que eran injustos.
Pero ahora es cuando entiendo que los límites son buenos, que es necesario que los padres sepan lo que hacen, ven, escuchan, sienten y con quién se juntan sus hijos. Si no hubiera sido por ellos, podría haber terminado como alguna de esas adolescentes.
Fernanda de Rosas - DNI 40.220.763