“Gracias China” - Por Paul Angelo y Rebecca Bill Chavez

“Gracias China” - Por Paul Angelo y Rebecca Bill Chavez
“Gracias China” - Por Paul Angelo y Rebecca Bill Chavez

“¡¡¡Gracias China!!!”, tuiteó Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México, el primero de abril. En el tuit aparecía una foto del avión que llevaba 100.000 cubrebocas, 50.000 kits de pruebas y cinco respiradores artificiales donados por China. Es probable que en México llegue a haber hasta 700.000 casos potencialmente mortales de la COVID-19, y el país solo tiene 5500 respiradores. Aunque esta inminente catástrofe humanitaria sin duda afectará a Estados Unidos, que comparte con México una frontera de 3218 kilómetros y sólidos lazos comerciales, es Pekín, y no Washington, el que está acelerando el envío de cientos de respiradores para ayudar al país a mitigar su vulnerabilidad.

En otra época, Ebrard habría expresado gratitud a su vecino del norte y destacado la alianza duradera con Estados Unidos. Sin embargo, ahora China ha intervenido para llenar el vacío que dejó el presidente Donald Trump, quien ha alejado a sus antiguos socios y debilitado la posición de su país en América Latina y el Caribe.

Esta no es la primera vez que China le da la mano a la región. Tras la crisis económica de 2008, China, que financió un estímulo mundial que representó el siete por ciento del producto interno bruto del país, impulsó las economías latinoamericanas al adquirir productos básicos como petróleo, madera y minerales metálicos.

Actualmente, China es el segundo mayor socio comercial de la región, y ha superado a Estados Unidos al convertirse en el principal socio comercial de economías latinoamericanas importantes como Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Desde 2017, diecinueve naciones de la región se han adherido a la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda del gobierno chino, una red multimillonaria de proyectos de inversión e infraestructura. El influjo de financiamiento y asistencia para el desarrollo ha permitido el acceso a una financiación fundamental para gobiernos con escasez de efectivo y muy endeudados que han tenido que hacer frente a una creciente demanda pública de carreteras pavimentadas, transporte público moderno y mejores servicios.

Además, en la última década han surgido en toda América Latina unos 41 Institutos Confucio, lo que ha fomentado vínculos culturales transpacíficos entre estudiantes y profesores. Y desde 2016, Pekín ha financiado todos los años la capacitación de cientos de periodistas en intercambios profesionales y pasantías que llevan a latinoamericanos a China.

El giro de la nación hacia la diplomacia médica en medio de la pandemia de la COVID-19 es una consecuencia natural de esta relación en ciernes y una victoria para una región que durante demasiado tiempo ha invertido muy poco en su infraestructura sanitaria. Mientras los países del continente americano se enfrentan a la creciente crisis de salud pública, el relativo silencio de Estados Unidos resulta ensordecedor.

La semana pasada, el gobierno de Trump detuvo la entrega de recursos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y cumplió con los recortes presupuestarios que había prometido hacer a la Organización Panamericana de la Salud, un organismo multilateral de salud pública diseñado para prevenir y contener los brotes de enfermedades transmisibles en este continente.

De igual forma, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos provocó la ira de varias naciones caribeñas cuando bloqueó la exportación de equipos de protección personal y respiradores artificiales comprados a vendedores estadounidenses; Haití, por su parte, evitó por completo a los proveedores estadounidenses y prefirió negociar la venta de dieciocho millones de dólares en equipo médico de China. Entre tanto, el USNS Comfort, un buque hospital de la Marina de Estados Unidos y símbolo perdurable de solidaridad con América Latina y el Caribe, fue llamado para ayudar a los hospitales sobrepasados de la ciudad de Nueva York. Sin embargo, se encuentra prácticamente vacío en el muelle 90 de Manhattan, abrumado por trámites burocráticos en lugar de por un exceso de pacientes.

A medida que Estados Unidos se repliega para responder a su propia crisis del coronavirus, deja a naciones desesperadas y cada vez más inestables de nuestro continente luchando por conseguir asistencia médica y humanitaria de otros lugares.

En lugares como Venezuela y Honduras, millones de ciudadanos han huido de la inestabilidad política y la violencia en los últimos años, solo para descubrir que el gobierno de Trump prácticamente ha cerrado sus fronteras para los solicitantes de asilo. El giro proteccionista de Estados Unidos también ha dado lugar a la imposición de aranceles a antiguos socios comerciales en el hemisferio. A lo largo de todo el continente, desde Santiago de Chile hasta Ciudad de México, se está poniendo en duda el liderazgo estadounidense y China se está posicionando como su relevo.

A pesar del mal manejo del brote inicial de la COVID-19, China ha buscado redimir su imagen y ganarse el favor de los gobiernos de todo el mundo ayudándolos a aplanar sus curvas de infección. En comparación con Estados Unidos, China tiene una ventaja provisional para inundar el mundo con asistencia contra esta enfermedad: la respuesta draconiana de China al brote inicial en Wuhan ha permitido que sus industrias y comercio internacional se reabran.

Los mensajes cuidadosamente elaborados de China han mejorado su ventaja estratégica.

El 13 de abril, el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina aplaudió a China al recibir un gran cargamento de muy necesarios cubrebocas, guantes y trajes protectores. Las cajas de entrega estaban adornadas con las banderas de China y Argentina y una cita en español sobre la hermandad del querido poema argentino “El gaucho Martín Fierro”, de José Hernández.

En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro, quien ha arremetido contra los planes de China en Sudamérica y cuyo hijo enfureció al gobierno chino cuando lo culpó de la pandemia mundial, ha dejado de lado la retórica divisoria con la intención de asegurarse una mayor cuota del mercado chino de importación de soya y carne. Las exportaciones de carne de res brasileña a China ya se han duplicado con respecto a 2019 para compensar la interrupción de las cadenas nacionales de suministro de carne y las prohibiciones todavía vigentes a la venta de carne de animales silvestres en China.

Durante su conferencia de prensa diaria sobre el coronavirus a principios de este mes, el presidente Trump hizo el anuncio disonante de que Estados Unidos está aumentando sus activos militares en el Caribe y el Pacífico oriental para apoyar la misión destinada a combatir el narcotráfico. Con el telón de fondo de la competencia entre grandes potencias y la crisis humanitaria que se avecina, en lugar de enviar destructores de la Marina y embarcaciones de la Guardia Costera, Estados Unidos debería incrementar la asistencia humanitaria al resto del continente.

De no ser así, la propagación de la COVID-19 promete exacerbar el sufrimiento humano y desencadenar una crisis migratoria aún mayor, así como dejar el hemisferio más abierto a la cooperación con China y cada vez más receloso de la asociación con Estados Unidos.

* Paul Angelo es un experto en estudios sobre América Latina del grupo Consejo de Relaciones Exteriores. Rebecca Bill Chavez fue subsecretaria adjunta de Defensa para asuntos del hemisferio occidental durante el gobierno de Barack Obama y actualmente es integrante sénior no residente del Diálogo Interamericano.

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