El Gobierno Nacional y la negación de la evidencia

Cada día más, el Gobierno Nacional, y en particular la señora Presidenta, está negando la evidencia de los hechos. Una actitud que puede hacer sufrir al país entero, porque quien debe conducirnos hacia el futuro no atina a diferenciar lo imaginario de lo

El Gobierno Nacional y la negación de la evidencia

Negar el resultado de una elección primaria, pero obligatoria, con alto porcentaje de concurrencia puede ser parte de una estrategia política, de un estilo de ejercicio del poder. Pero negar la existencia de severos problemas económicos, que se agravan con el transcurso del tiempo, puede conducir a una crisis de características catastróficas.

La Presidenta y los más altos funcionarios del Gobierno Nacional han ratificado enfáticamente que seguirán el rumbo político y económico. El ministro de Economía (el que ocupa formalmente el cargo aunque no lo ejerza) descartó implementar un ajuste de las cuentas públicas. La presidenta del Banco Central negó que el Gobierno vaya a realizar un ajuste cambiario. A su vez la Presidenta, con una evidente confusión intelectual, ha rechazado establecer una política de metas inflacionarias (controlar la inflación) porque sería un “cepo a los salarios”.

Confundiendo aumentos nominales de salarios –los que se han venido haciendo– con aumentos reales del poder adquisitivo de los ingresos, situación que hace ya varios años se verifica en los países vecinos, que asignan bajas metas de inflación, o muy bajas en relación a la nuestra.

Lo cierto y evidente es que la economía argentina cruje por todos lados, crujidos que se oyen de lejos, según lo expresan numerosos agentes económicos de diversos sectores y regiones del país. Pero el Gobierno no quiere oírlos, como tampoco quiere mirar el resultado de la elección primaria, así lo dejan en claro las declaraciones citadas.

Ahora bien si el Gobierno no está dispuesto a hacer nada con el déficit fiscal creciente o con un gasto público que ha alcanzado tanto en cifras absolutas como en relación los valores más altos de la historia (lo mismo ocurre con la presión fiscal) y tampoco un ajuste cambiario, es difícil pensar en una mejora importante de la situación económica.

Sin corregir el tipo de cambio real, el nominal se está devaluando más rápido que meses atrás, pero siempre menos que la inflación bien medida. A la economía de Mendoza, al igual que las de otras regiones, le espera un futuro bastante amargo. Nuestras páginas vienen reflejando lo que está ocurriendo con las exportaciones de vinos, frutas, ajo, aceite de oliva.

Por ejemplo, la retracción de las exportaciones de vino embotellado de la franja de menores precios, reemplazados por exportaciones a granel, termina deprimiendo los precios de las uvas. Si este proceso no se puede revertir es posible que se generalice en los productores de uvas finas la idea de que ha sido un error la reconversión varietal, lo que sería lamentable luego del enorme esfuerzo de dos décadas de trabajo e inversión.

Para las economías regionales agroindustriales a partir de la producción de cultivos permanentes la inflación actual es letal. No sólo por el desfase entre la evolución de los costos y el precio de los productos, sino también por la erosión de los ingresos, que se percibe luego de transcurrido bastante tiempo de efectuado el gasto.

Cuando se compara el ingreso real efectivamente percibido contra los costos erogados, la situación es peor que la que se aprecia a primera vista. Los productores y empresarios locales carecen de fuerza para que los oigan en el Gobierno Nacional. Es el Gobierno Provincial el que debe ponerse a la cabeza del reclamo de cambios en la política económica, si es que realmente está dispuesto a defender a la provincia y sus habitantes. Y tiene que hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

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