Los chicos no pudieron asistir al primer día de clases porque los docentes decidieron realizar un paro de actividades. Un tema que exige, a futuro, otra consideración en razón de que la discusión paritaria se realiza durante enero y, como siempre, ante la falta de acuerdos entre el planteo del Gobierno y lo que el gremio exige, los trabajadores recurren a la huelga. Cada sector defiende sus intereses pero parece que nadie tiene en cuenta lo más importante: que los más afectados son los chicos, que no tienen nada que ver con el conflicto.
Las dos partes aducen sus motivos. El Gobierno tiene razón al señalar que no puede pagar más que lo que le permite el Presupuesto. Quiere evitar lo que sucedió el año pasado cuando, por acordar incrementos salariales superiores a los que podía afrontar, los empleados públicos debieron soportar demoras en el pago de sus salarios durante los dos últimos meses.
Desde el gremio, los planteos también parecen lógicos, en razón de que toman como base una inflación que, si nos atenemos a lo que ocurrió en los dos primeros meses, será superior al porcentaje de aumento ofrecido por el Gobierno.
De todos modos, hubiera sido más positivo que el sector laboral adoptara un planteo similar al que tomaron sus pares de San Juan que, a pesar de no haber llegado a un acuerdo, decidieron iniciar las clases y seguir conversando. Inclusive debería ponerse a consideración el hecho de que la medida de fuerza no se adoptó en “última instancia”, como suele suceder. Cabría preguntarse cuáles serán las medidas que, a futuro, podría adoptar el gremio en caso de no arribar a un acuerdo. “Declarar un paro es cerrar una puerta...” dicen los viejos sindicalistas.
El Gobierno ha asegurado que descontará el día no trabajado, lo que molestó a los docentes, acostumbrados a lo sucedido en años anteriores en que, a través de los reclamos, el gremio lograba que no hubiera descuentos. Los trabajadores deben entender que si adoptan una medida de fuerza tendrán que atenerse a las consecuencias, cuando lo que buscan es un fin mayor. De lo contrario, si están seguros de que no habrá descuentos, cualquier gremio, de cualquier actividad, podría realizar paros por cualquier cosa.
Este año se sumó un nuevo elemento de conflicto: el “ítem Aula”. Hasta los sindicalistas reconocen los abusos de algunos docentes en lo que se refiere a las faltas, lo que se verifica si tomamos en cuenta los porcentajes de inasistencia entre escuelas públicas y privadas. De allí entonces que no resulta lógico que perciban el mismo haber quienes cumplen con su función y aquellos que se aprovechan de las fallas del sistema.
Sin embargo dicho ítem tiene sus bemoles. Porque si se trata de un “premio” a quien cumple, debería fijarse un aumento igual para todos y a partir de allí el porcentaje mayor, y no como ocurre ahora que queda la duda sobre cuál es en realidad el incremento general ofrecido. Un ítem que, basándonos en las muchas modificaciones que ha tenido desde que se lo propuso, tendría que seguir siendo debatido hasta eliminar toda improvisación, porque el concepto en que se basa es mucho más profundo y sería una pena que lo perjudique una implementación apresurada.
En síntesis, luego de una medida de fuerza que descarga tensiones sobreviene un período de calma que las partes deberían aprovechar para seguir conversando, discutiendo con altura, de acuerdo con la responsabilidad que cabe a unos y a otros, evitando que posiciones irreductibles terminen afectando a los chicos.