Gimnasia ganó y sueña

Con el ingreso de David Garay, tras las dos derrotas que sacudieron el ciclo de Alaniz, el Lobo consume rivales en la zona media e impone su equilibrio táctico.

Gimnasia ganó y sueña

El tipo nunca aparecerá como protagonista principal en las fotos de los partidos. Lo suyo no es la tenencia ni mucho menos los festejos. Siempre, o casi, usted podrá encontrarlo en un segundo plano, alejado de los flashes pero cercano al lugar que debe ocupar.

Desde el ingreso de David Garay como volante central, Gimnasia y Esgrima recuperó el orden y la seguridad que supo mostrar durante 2016 para volver a ser, en este 2017, el candidato de muchos.

Darío Alaniz lo supo desde la misma tarde en que el equipo del Parque perdió frente a Deportivo Madryn, 2-1. Aquella vez, su lectura de juego le hizo comprender que el equipo necesitaba un volante con características diferentes a Gerardo Corvalán y Emanuel García. Ambos son demasiados verticales y el equipo de esa manera se prendía en el “golpe por golpe” con el rival,  quedando demasiado expuesto.

Ahora es otra la historia. Con el puntano, el equipo ganó en equilibrio y muestra otro orden para la recuperación. Como en las fotos, el volante cubre las espaldas de todos sus compañeros. Se ha transformado en uno de los puntos claves de este Lobo que ayer sumó su cuarto triunfo consecutivo (uno por Copa Argentina) y, por primera vez en el año, no recibió goles en contra ni empezó perdiendo un encuentro.

"Hicimos un partido más que inteligente. Lamento mucho lo de Nico por todo lo que representa". David Garay,

¿Qué argumentos mostró? Casi los mismos del año pasado, cuando maniataba a sus rivales a partir del entramado que arma el Lechuza con el 4-4-2 que comienza a ser una marca. Desde ahí surge lo mejor de un equipo que tiene un enorme poderío ofensivo en Palacios Alvarenga y, ayer, Iván Agudiak (Patricio Cucchi está suspendido pero también se suma con sus goles).

Ni el golpe anímico que significó la lesión de Nicolás Arce (ver página 2) hizo perder de vista el objetivo.

Arrancó livianito Villa Mitre y lo pagó caro. Porque ese paraguayo que usa la “9” es letal cuando pisa el área y abrió el marcador con un gol de enorme jerarquía, cediendo las presiones a los bahienses, sabedores de la necesidad de ganar para no perder el tren de los candidatos. Ayer quedó claro que ni siquiera alcanzó a poner un pie en primer escalón de ese tren.

Es cierto que asustó con algunas insinuaciones de Juan Mugabure, pero fueron apenas arrestos individuales ante una defensa que lució impecable, con una zaga conformada por Yair Marín y César Leguizamón Arce en gran nivel. Y cuando los centrales no llegaron a cubrir, aparecieron, como el año pasado, las manos salvadoras de Ezequiel Viola.

“Es el equipo”, dice Garay cuando se le pregunta por la levantada. Y es una gran verdad, pero mucha tendrá que ver su ingreso para dotar de otras características al Lobo. Recuperó inteligencia, confianza y, por sobre todas las cosas, coraje para volver a calzarse el traje de candidato; ese que mejor le queda.

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