Consumada la victoria de Gili en la Vuelta de Mendoza, en 2007, General Alvear se predispuso a recibirlo con todos los honores. La recepción fue al ingreso al departamento, con una autobomba de Bomberos y un sinnúmero de personas que, en caravana, recorrieron la ciudad para terminar en la plaza Carlos María de Alvear. Al día siguiente, en el despacho del intendente, le entregaron una plaqueta recordatoria y un diploma.
“Hace 17 años atrás, durante una de las etapas de la Vuelta, falleció mi abuelo Cipriano, y por él no me bajé, pero le prometí y me prometí que algún día ganaría la Vuelta de Mendoza, y el domingo lo conseguí gracias a su ayuda desde el cielo”, contaba el “Chueco” con un aire teñido por cierta melancolía.
Habían pasado años el esfuerzo y de sacrificios, Ignacio Gili subía al podio defendiendo una casaca con los colores de la bandera vasca. El Team Fratelli era una estructura familiar, en la que su hermano Sergio hacía las veces de técnico.
La victoria llegó no de la mano de los poderosos equipos de la Municipalidad de Mendoza (la Onda Verde) o de Amaru, planteles en los que comenzó a forjar su nombre como protagonistas de de importante triunfos en las clásicos del domingo y con sendos títulos mendocinos en las temporadas 1990 y 1991.
También sobre sus espaldas carga con el prestigio de haber sido el representante olímpico, con una máquina algo más tosca y de ruedas anchas, en Sidney 2000. Ignacio Gili es el ganador de la 31 edición de la “Más argentina de la vueltas”. Un objetivo que lo impulsaba a la línea de partida, cada año, renovando sus esperanzas de cosechar la victoria.
En 2007, la batalla más dura fue contra la ansiedad. Para la gran mayoría las etapas más duras son las de montaña; pero para Gili allí radicaba una oportunidad. “Tenía la cabeza en otro lado y no me podía concentrar; recién lo hice cuando llegó la etapa de Tupungato y me metí en mi terreno, la montaña”. Durante toda la carrera el alvearense marchó a la expectativa, siempre a rueda esperando la chance para el ataque.
“Había varios candidatos: el ruso Sartasof, Villalobos, Fernández, Cuni y algunos más, pero no figuraba yo, y en la última etapa, llegar con 19 segundos de diferencia era y no era ventaja”, explicaba el hombre que había redoblado su apuesta durante la etapa “reina”, en Las Cuevas, pero las diferencias de tiempo son casi imposibles de acortar. En la última etapa, en un circuito que unía Rivadavia y Junín, dio el batacazo.
Un año después, quien también fuera campeón de la Vuelta Juvenil de Mendoza, repetiría la victoria. Llegaría al bicampeonato poniéndose al frente en todas las acciones clave. No dejó margen de error en la etapa Reina y fue contundente en la contrarreloj. En la meta lo aguardan Juan Ignacio y Brisa, sus dos hijos con apenas meses de edad.
El Team Fratelli sigue siendo una razón familiar. El ‘Capo escuadra’ fue besado por la gloria tras sumar voluntades de sus afectos más cercanos. Su equipo, formado en su mayoría por bikers he presentado batalla en todas las etapas. En bambalinas, existe la posibilidad de que asuma como entrenador de la Selección argentina de mountain bike, pero el “Chueco lo analiza: “Las cosas me gustan hacerlas bien, si no las hago, y para ser el técnico de la Selección me tendría que bajar de la bicicleta”.
“Después de la Juegos habrá elecciones y algo me habían comentado. Me pidieron si quería agarrar este año, pero los dije que no porque quiero arrancar de cero con todos los chicos. Hay varios valores que tenemos en la Selección de mountain bike. La idea, por ahora, es seguir pedaleando y defender el título en la Vuelta de Mendoza en el 2009”, sostiene con enérgica determinación.
Un año después, disuelto el Team Fratelli, Ignacio Gili armó el “Rosa Mística”. Logró dos subcampeonatos argentinos de pista en Velódromo de Mendoza, pero la Vuelta le había quedado lejos y anuncio sorprendió.
Tras mucho meditar, la decisión está tomada. Algo en él aún lo emparentó con la pasión de aquel chico que hace 28 años comenzó a correr tratando de imitar a su hermano mayor, Sergio. “Me duele en el alma, me retiro del ciclismo de ruta”, dice Ignacio Ariel Gili.
El Chueco abandona la bicicleta de ruta y con este anuncio también finaliza la campaña de uno de los grandes corredores que dio Mendoza. “Me siento como nunca antes, pero después de la última Vuelta de Mendoza me di cuenta de que no se puede seguir compitiendo así. La decisión de abandonar el ciclismo profesional no fue apresurada, la venía masticando desde hacía un tiempo”, sostiene.
“En las últimas ediciones se ha permitido a los equipos grandes que sumen más corredores y que todos compitan con la misma camiseta, que las diferencias con los demás se hagan más notorias y que resulte casi imposible poder hacerles frente. Lo tradicional del ciclismo se va perdiendo” explica sin restricciones.
“Nosotros empezamos cuando éramos chicos, acompañados por nuestra familia. Mi hermano se presentó a una carrera, corrió y eso llevó a que mis papis compraran otra bicicleta para que yo empezara”, recuerda. “A los 15 días, Gabriel, mi hermano menor, nos quemó los documentos en el horno del patio de casa; él también quería correr con nosotros y sin documentos no podía nadie (sonríe). Mi papá nos llevaba a San Rafael en una rural 1500, el ciclismo se vivía en familia. Esa era la verdadera familia del ciclismo, hoy por ejemplo se forman los equipos y las familias quedan al margen, no están invitadas a participar”.
“Yo no tuve muchos referentes cuando fui más chico, pero Ricardo Fresneda me enseñó a formar una escuela de ciclismo, a trabajar, y Rubén Pegorín, sobre la conducta del corredor. Yo siempre fui un soñador, siempre me planteaba qué lindo sería y también asumí todos los costos, porque me costó mucho lograr lo que me proponía, no fui un corredor con una dote. Siempre fue mucho trabajo y esfuerzo”, cuenta el subcampeón argentino de persecución por equipo y vuelta puntable de 2009.