Además de los crímenes por los que está imputado, el israelí Gil "Nicolás" Pereg (37) despertó la atención por una extraña combinación en su ya retorcida personalidad. Si bien vivía al borde la indigencia y compartía "habitación" con animales, el supuesto asesino de Pyrhia Sarusi (63) y Lily Pereg (54) creaba sociedades de empresas que luego vendía a la par de sus fallidos emprendimientos, a los que seguía con extrema obsesión.
Según confiaron fuentes de la investigación a Los Andes, Gil Pereg tiene un coeficiente intelectual (CI) de 180, es decir, casi el doble de una persona promedio (100 es la cifra más común). Se trata de una "inteligencia excepcional", toda una rareza en nuestra diversa población, de acuerdo con los criterios que utilizan los especialistas a nivel académico y laboral.
De allí que a los investigadores no les sorprenda que el hombre de 37 años hubiera delineado con tanta precisión los dos homicidios, aunque con una falla que, en su obsesiva organización, dejó pasar por alto: las cámaras que captaron a las mujeres entrar a su casa aquella mañana del sábado 12 de enero, pero que nunca las registraron al salir.
Quienes lideran el caso recuerdan que Gil Pereg seguía de cerca a los especialistas que contrataba para la construcción de las canchas de fútbol 5 y de pádel que ansiaba levantar en su predio de Buena Nueva, frente al cementerio municipal de Guaymallén.
Sus conocimientos como ingeniero electrónico funcionaban como instintos: hasta la ubicación y la conexión de los reflectores estaban bajo su radar. Ni los contadores que contactaba para sus inversiones se libraban de su control: prácticamente les decía cómo realizar su trabajo al calcular con exactitud cada cifra.
Pese a las intenciones, su emprendimiento nunca abrió al público ni se ganó la habilitación correspondiente. Entonces, ¿de qué vivía Gil Pereg en Mendoza?
Su dieta no era muy exigente (se nutría de suplementos deportivos), lo que descarta el plato de cada día como principal preocupación. Tampoco lo era su vestuario cotidiano, ya que sus vecinos dijeron una y otra vez que siempre se lo veía con el mismo traje de baño y sin zapatillas. Y a juzgar por su aspecto, tampoco el shampoo: sus rastas estaban “cuidadas” por una rara mezcla de barro y cemento.
A Gil Pereg no lo dejaban dormir sus empresas. Las fuentes consultadas indicaron que movía siderales cifras de dinero a partir de la creación de compañías que luego vendía con amplia ganancia de por medio. Su madre, Pyrhia Sarusi, le mandaba dinero desde Israel y figuraba como la titular, lo que es totalmente legal y fácil de chequear en la base de datos del Banco Central y en el Boletín Oficial.
Alérgico a los bancos, el hombre de casi dos metros de altura se reunía con sus clientes en cafés muy concurridos de la Ciudad de Mendoza. Allí aparecía Gil Pereg con sus ordenados fajos de billetes, que eran llevados muy carentes de elegancia dentro de las bolsas de plástico adquiridas en cualquier comercio de barrio.
Claro que su aspecto distaba bastante de la cifra de dinero en cuestión, por lo que a muchos les costó reconocerlo cuando, recientemente, las cámaras lo fotografiaron totalmente rapado y con una cicatriz que, se intuye, es un recuerdo de su etapa en el ejército de su país -servicio obligatorio a los 18 años-.
Ya en las horas previas a su detención, ni el poderoso 180 de CI salvó a Gil Pereg. Mientras salía a la luz que las manchas hemáticas halladas en su casa coincidían con las de su madre y su tía, su coartada comenzó a debilitarse. La desesperación fue tal que, en una entrevista con la agencia Télam, Gil Pereg involucró hasta a falsos sicarios que venían de Medio Oriente en busca de venganza.
"Si bien teníamos sospechas de una laguna en el relato de Pereg, fue bastante inteligente para disfrazar la verdad en las testimoniales y hasta en la denuncia. Nunca dejamos de seguirlo y nos mantuvo alerta ante cualquier situación", manifestaba un funcionario judicial la calurosa tarde del sábado pasado.
Mientras tanto, personal de Policía Científica descubría bajo tierra que Gil Pereg había matado a su tía a tiros y a su madre y que luego había empalado con hierros sus cuerpos.