No se trata de hacer aún alusión a medidas concretas sino a los "gestos" que han surgido desde la misma asunción del nuevo Presidente de la Nación. Porque pareciera ser que los argentinos estamos ingresando en una nueva etapa: la de los acuerdos, la de los diálogos, la de la búsqueda de consensos, dejando atrás aquellas actitudes altisonantes que generaron una grieta de las que nos costará salir.
Dejando de lado las interpretaciones que generó el traspaso del mando, en que la terquedad de la mandataria saliente no hizo más que ratificar que no aceptó la derrota electoral, no quedan dudas de que el cambio positivo comenzó a observarse en el discurso que Mauricio Macri brindó ante el Congreso de la Nación. No hubo anuncios, en virtud de que necesitaba conocer las reales circunstancias en que recibió el país, pero sí existió la ratificación de una política tendiente a modificar los flancos débiles que había dejado la gestión saliente, especialmente en lo relativo a la seguridad, la educación, la salud y la Justicia.
Macri habló en tono firme pero sin prepotencia o intolerancia. Convocó a todos a trabajar por el país, a sabiendas también de que necesitará del Congreso para poder cumplir sus objetivos. Es de esperar también en este plano que los legisladores cuenten con la suficiente cuota de grandeza que permita que acompañen al Gobierno en las cosas que estén bien y que manifiesten su oposición cuando crean que los planteos no son los correctos, en vez de aprovechar la mayoría legislativa circunstancialmente opositora para obstruir en todo al Poder Ejecutivo.
La moderación del discurso pareció transmitirse a las calles. La gente salió a recibir y a saludar al nuevo Presidente sin una convocatoria oficial, sino que lo hizo espontáneamente. Vale aquí también hacer un reconocimiento a la movilización que realizó el kirchnerismo a modo de despedida de la ex presidenta, que fue importante en cantidad de gente y que no coincidió con el día de la asunción del nuevo mandatario.
Macri también dio señales muy positivas con la reunión mantenida con los ex candidatos a presidente y luego con todos los gobernadores, en la intención de escucharlos para conocer la situación de las economías regionales, con una respuesta positivamente masiva de los mandatarios provinciales y con declaraciones -como las de Alfredo Cornejo o Juan Manuel Urtubey- que estuvieron a la altura de las circunstancias, anteponiendo el bienestar del sistema por sobre las apetencias personales presentes o futuras. En el marco de los cambios también es necesario hacer alusión a varias de las designaciones, como la continuidad de un ministro de la anterior gestión, porque hizo bien las cosas; el fortalecimiento de la política exterior, tanto en el nombramiento de la jefa de la Cancillería como la de algunos embajadores o de personas que, aún sin ser del riñón del macrismo, fueron convocados para cargos importantes. Mención especial en este último aspecto merece lo sucedido en el Indec, una institución que cayó en el desprestigio durante el kirchnerismo y que ahora pareciera resurgir con el nombramiento de un hombre del massismo en la conducción y el retorno de funcionarios importantes que habían sido desplazados por el inefable Guillermo Moreno.
No se trata entonces de hacer una apología del gobierno de Macri porque habrá que darle un tiempo para saber si las buenas intenciones pueden concretarse en los hechos. Sí se puede destacar que se ha producido un cambio importante en el modo de conducir, con un estilo más moderado, menos confrontativo que puede, con el tiempo, lograr que los argentinos podamos dialogar, conversar y discutir, sin pelearnos entre nosotros, tal cual fue la mala impronta de los últimos años.
