Gerónimo Espejo, soldado sanmartiniano

Gerónimo Espejo,  soldado sanmartiniano

"Al Ejército de los Andes queda para siempre la gloria de decir, en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile."
 Conceptos de San Martín por Chacabuco, en "El paso de los Andes" por Gerónimo Espejo.

El cruce sanmartiniano que celebramos fue el camino propuesto en algunos planes que teóricamente sugirieron esa ruta, pero hasta 1817 fueron sólo bocetos estratégicos que nadie había concretado. Este itinerario se sustentó en una realidad que mostró lo inviable que era para los patriotas avanzar por el norte, y la derrota de Sipe Sipe -en noviembre de 1815- lo confirmó.

Con conocimiento y convicción, San Martín insistió en acometer la campaña libertadora por Chile, maniobra que posibilitaba atacar con mejor suerte al Perú, centro del dominio español. Con este fin Cuyo fue la base de esta enorme empresa, y para fortuna de la misma se cuenta -entre la importante documentación existente- con el legado del general mendocino Gerónimo Espejo (1801-1889), protagonista de la expedición e intuitivo historiador que dejó por escrito la ejecución de un emprendimiento colectivo extraordinario, que conllevaba luchar y afianzar la emancipación en el Cono Sur.

En un diario personal, apuntó sucesos y operaciones del Ejército. Sin embargo, quiso el infortunio que en la oscura noche de Cancha Rayada esas páginas se perdieran. Instado por San Martín retomó la tarea, pero en 1831, involucrado en nuestras luchas civiles, debió partir al destierro y obligadamente depositar en una casa de confianza su equipaje y escritos. Nuevamente, bienes y papeles desaparecieron confiscados ahora como pertenencias de “salvaje unitario”. Pese al impacto, pudo Espejo recuperarse y -en la segunda mitad del XIX- rehizo el manuscrito recurriendo a memorias y textos a fin de probar lo sostenido. Atesoró en este trabajo de memoria la epopeya sanmartiniana titulándola: “El paso de los Andes”.

“El mes de enero de 1817 será de un eterno recuerdo para Mendoza”, decía Espejo al desarrollar la épica que vivió como soldado. De ese mes rescata la apertura de la campaña en seis columnas que partían en forma escalonada cubriendo una extensa línea de avance (de 800 km) con vistas al ataque simultáneo. Estrategia que evitaba la concentración del enemigo. Consignaba que desde el sur arrancó el coronel Ramón Freire por El Planchón y el capitán León Lemos por el Portillo, y desde el norte Juan Cabot desde San Juan por Guana hacia Coquimbo y Francisco Zelada desde La Rioja por Comecaballos a Copiapó. El 15 de enero se despacharon caballos de reserva y forraje, mientras el Libertador reunía un consejo de guerra con los jefes, articulando las operaciones por dos vías centrales: la de Gregorio de Las Heras por Uspallata y en días consecutivos -ya que los caminos no permitían grupos numerosos- la salida a su turno de las que cruzarían con San Martín por Los Patos, partiendo primeramente las comandadas por Soler y O’Higgins.

“Todo se había estudiado y calculado con escrupulosidad”, afirmaba, aunque entre las incertidumbres se cernía la escasez de agua. Relata que el 24, San Martín dirigió su sentida despedida a los cuyanos y después “de despachar el resto del batallón de artillería, el parque y los artesanos de maestranza, el general abandonó el campamento y pasó a la ciudad a dar el último adiós a su esposa”. Su salida fue un momento solemne, memoraba, de aquéllos “en que se sienten emociones que con más propiedad las retrata el alma que la pluma”.

En la travesía los regimientos tuvieron variados choques, entre otros, el del teniente coronel Freire amenazando a Talca y Curicó, el ataque de Lemos a la guardia de San Gabriel, Cabot poniendo en fuga al adversario en dos parajes, Zelada lo desbandó en un tiroteo, y fue significativo el enfrentamiento que permitió entrar a San Felipe. Antes de Chacabuco abundaron estas acciones, “que con la más agitada ansiedad esperaba la expectación pública”. En esta calculada campaña también precisó San Martín la fecha de Chacabuco, y en carta a Guido el 21 de enero le decía: “El 18 rompió su marcha el Ejército, para el 24 ya estará todo fuera de ésta y el 15 de febrero decidida la suerte de Chile”. Aunque las circunstancias conspiraron y Chacabuco fijó el doce la suerte de Chile.

Obligado a una escritura tardía por las pérdidas, Espejo completó recuerdos con lecturas y documentación. Con cifras resaltó la gran diferencia del cruce andino con el de Napoleón, pues los picos cordilleranos superaban ampliamente en elevación a los Alpes, y consecuentemente acrecentaban la hazaña sanmartiniana. Describió Chacabuco con ciertas observaciones críticas a la historiografía trasandina, y como testigo ocular dio su versión de la persecución al enemigo, del contraste de Cancha Rayada y del triunfo de Maipú.

Consignó además su embarque al Perú, donde palpó de cerca la célebre entrevista de Guayaquil, su participación en la guerra contra Brasil y su lucha en nuestras guerras civiles como unitario, filiación que le llevó a exiliarse en Bolivia y Perú.

Retornó después de Caseros (1852) abocándose en esta etapa a la organización nacional, siendo representante en la Sala Mendocina, senador en el Congreso de la Confederación y funcionario de la administración. En apretada síntesis advertimos que, movido por un bagaje de conocimientos, legó la mencionada obra-fuente que invita a rever el proceso libertador y como escritor tiene un lugar en la historiografía romántica local. Imbuido de un pensamiento ilustrado, más liberal que democrático en ciertos puntos, redactó bajo inspiración alberdiana un proyecto constitucional para Mendoza y priorizó la alfabetización. Propuso entonces la difusión gratuita de “millares de ejemplares de este Código sagrado (la Constitución) que sirva de texto en las escuelas primarias y que llegue hasta la choza más humilde y apartada”, a fin de que encarnen “en las masas las ideas de verdadera democracia, la conciencia que las leyes son capaces de inspirar”. Y como colofón de este objetivo social subrayaba: “Llegue pues, la ley fundamental hasta el último habitante de la provincia”.

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