Vivimos en una zona muy peculiar. Nuestra provincia de Mendoza posee las estribaciones cordilleranas más altas de América, con una heterogeneidad geológica que es muy marcada. Mientras que las grandes montañas, majestuosos volcanes activos y milenarios glaciares dominan al occidente, las enormes planicies marcan las características del este. El Piedemonte precordillerano del Gran Mendoza es lo que en geología se denomina a la unidad morfoestructural de transición entre la Precordillera al oeste (sector de montañas de alturas que no superan en este sector a los 3.000 msnm) y la planicie oriental mendocina, por el levante. Su límite norte está dado por el cerro Arco y el sur por el río Mendoza. Su particularidad principal reside en alojar el principal núcleo poblacional del oeste argentino, con una importante densidad de habitantes (1.700 por kilómetro cuadrado), con un crecimiento que supera la media nacional.
¿Cuál es la importancia geológica de esta morfoestructura?
Este sector se encuentra inserto como extremo austral en una unidad mayor, que es el "Piedemonte Oriental Precordillerano" (que tiene desarrollo meridiano desde la provincia de La Rioja, culminando en el río Mendoza), el cual se corresponde con la posición actual del frente orogénico andino y es coincidente también con el desarrollo de una importante sismicidad histórica e instrumental. Aproximadamente 80% de las rupturas superficiales con potencialidad sismogenética alta del sector continental argentino se ubican en esta unidad.
Surge entonces una reflexión: normalmente los mendocinos admiten su pertenencia a una zona altamente sísmica, colocando este tipo de fenómenos como los más impactantes dentro de su hábitat. Pero ¿es el único?
La respuesta lo dan los antecedentes históricos: el último evento sísmico con una magnitud importante no ocurrió ni en este siglo ni en el anterior. Hay que remontarse al 20 de marzo de 1861 para encontrar el fenómeno telúrico que puede considerarse con características de "terremoto" (importante magnitud, daños severos a la población, notables y cuantificables manifestaciones en el terreno, etc). Más próximo en el tiempo podemos nombrar al sismo destructivo del 26 de enero de 1985, cuya magnitud de momento fue de 5.9, número que es menor a muchas réplicas de los últimos terremotos producidos en suelo chileno, pero que produjo importantes daños humanos y edilicios en sectores del Gran Mendoza. Por lo tanto, históricamente no es un fenómeno que pueda considerarse frecuente, aunque si latente y de una enorme peligrosidad.
¿Qué otros procesos naturales ponen en riesgo al Gran Mendoza?
Se podrían enumerar e incluir en este ítem a todos los procesos naturales de sectores áridos que produzcan efectos dañinos, ya sea sobre el hombre y su hábitat, como en variables económicas. Avenidas hídricas, incendios naturales, vientos Zonda y Sur de grandes velocidades, licuefacción de suelos, erosión, salinización y granizos severos son algunos fenómenos muy frecuentes que impactan negativamente sobre los habitantes de Mendoza y su economía. Todos estos procesos tienen una frecuencia que históricamente ha sido alta, y que se encuentra en un estadio de crecimiento acelerado por la variabilidad climática que supone un desequilibrio en las condiciones de la temperatura media mundial, situación a la que esta zona no es ajena. A todos estas manifestaciones que acontecen en forma acíclica e imprevisible en la superficie terrestre, en su interacción con la atmósfera se les denominan procesos geodinámicos externos.
Respecto a los eventos de remoción en masa, el gradiente local (que en sectores ronda entre 6 a 11º) permite la formación de lo que localmente se describe como aluviones (debris flood o inundación de detritos) que tienen una historia muy peculiar en el sector, fueron estudiados y descritos por numerosos investigadores y dieron lugar a las obras de infraestructura hídricas conocidas como diques en el piedemonte. Los factores condicionantes que actúan en este terreno son básicamente el relieve (cotas y pendientes), los materiales (rocas y depósitos superficiales), y la cobertura vegetal. Las condiciones justamente son ideales para que estos fenómenos, cuyos disparadores son principalmente de carácter meteorológico, la lluvia, los vientos, la nieve o hielo, y la acción antrópica, tengan una frecuencia muy alta.
¿Existe riesgo volcánico en este sector?
El volcanismo en la provincia, por características tectónicas especiales, se da al sur de los 33º15' de latitud sur, o sea, nos encontramos lejos de aparatos volcánicos activos. Pero este proceso se considera el más heterogéneo, con multiplicidad de diferentes eventos que van desde aquellos que afectan las cercanías de los conductos volcánicos (lava, bombas, etc) hasta las cenizas que pueden, en las erupciones más grandes, dar vuelta a la circunferencia terrestre varias veces. Es por ello que no estamos exentos de que esta amenaza afecte, al menos en forma importante en la economía provincial, aumentando su riesgo a medida que nos encontramos cerca de los aparatos activos, como el Vn Tupungatito cuya última erupción importante tuvo lugar en la década del '80. Junto con la sismicidad son eventos puramente asignados a la geodinámica interna, con manifestaciones superficiales de actividad originadas en profundidad.
¿Pueden las nuevas tecnologías ayudar a disminuir el riesgo?
Desde la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, de la Universidad Nacional de Cuyo, mediante el proyecto SIIP, se están desarrollando distintas técnicas con la utilización de elementos tecnológicos de vanguardia, como imágenes de satélite, drones y uso de tecnología GNSS para reconocer, cuantificar y zonificar, mediante complejos sistemas digitales, las estructuras potencialmente peligrosas en el terreno. Estos métodos permiten aportar nuevas herramientas que permitan, a costos relativamente bajos y con innumerables beneficios, como por ejemplo visualización de zonas inaccesibles, identificar y procesar mediante análisis digital sectores de terreno y establecer a priori las características físicas que posteriormente serán verificadas en sectores caracterizados como caso o problema en el terreno. Es de destacar el trabajo que en conjunto entre la FCEN y el Observatorio de Gestión de Riesgos (OGR) del Instituto de Geotecnologías de la Universidad Juan Agustín Maza con los incendios ocurridos el 20 de julio de este año, durante una jornada de viento Zonda, con consecuencias devastadoras para los pobladores locales. En esa ocasión las tecnologías Raster permitieron la discriminación y sectorización en base a daños y permitieron ayudar a planificar para un futuro. El OGR se encuentra en este momento trabajando con los pobladores en la realización de mapas colectivos de riesgo.
¿Qué se puede hacer para evitar el riesgo ante procesos naturales?
Los procesos naturales destructivos son impredecibles y de muy difícil planificación. Están asociados mediante relación directa al peligro (posibilidad intrínseca que un evento potencialmente dañino ocurra) y a la vulnerabilidad (grado de preparación de la población ante estos efectos adversos). Como el peligro o amenaza es prácticamente imposible de anular, lo único que puede hacerse es reducir la vulnerabilidad. Es por eso que este proyecto pretende, en sus fases finales, realizar importantes tareas de educación y comunicación ambiental ante estos sucesos muchas veces catastróficos. Esto redundará en la producción de material audiovisual local, que será difundido en todos los medios e instituciones que lo requieran. Es un tema de bien común en el que todos debemos concentrarnos, dado que nos afecta. Y mucho.