La internación le costó lo mismo que un pasaje y una mini-estadía en Europa. No quería encariñarse, pero López la hechizó. Lo había visto "reventado" en Instagram, en el centro de un afiche que imploraba un dueño.
El perro tenía sarna y problemas estomacales, pero ni eso la frenó. Ya había tenido que sacrificar a su mascota anterior y se juraba que no adoptaría “ni a una mosca más”.
Un año después, El Negrito López, pelaje reluciente, comparte la cama con Georgina Barbarossa. Ella ya no sabe, en realidad, quién salvó a quién.
Georgina Barbarossa habla de López como quien habla de un marido.
"Cuidar", dice, es su especialidad. Malcría al can casi tanto como a Susana, su madre, con quien vive desde que la mujer sufrió ceguera. Por algo –cree– se postuló a "monja" cuando era chica, pero la hermana Sor Ascensión se lo impidió: "Vete, tienes que partir al mundo, no eres de acá, vive. Y si ni te gusta lo que ves, vuelve". Y Geo nunca volvió.
“No me gusta de este mundo terrenal el nivel de violencia. Prefiero un mundo virtual. ¿Cómo no querés que yo quiera vivir en un mundo virtual como el de Doña Disparate? A mí me arruinaron la vida con lo de Vasco (ver aparte) y aprendí a ser feliz con la vida arruinada”.
A los 63 años, conductora en Crónica TV, no siente vergüenza por llorar en cámara cuando recibe al padre de un hijo asesinado. Todo le remite a su vieja tristeza, una tristeza que cumplió 17 años: el asesinato de su marido en medio de un robo a bordo de un taxi.
Ya está resignadísima a que escribierann o pronunciaran incorrectamente su apellido. Años de explicación, para nada. “‘Bar-ba-ro-ssa’, doble ‘s’, una sola ‘r’”.
Si hasta en la primera marquesina en la que figuró, tuvo que pedirle a Carlos Rottemberg una corrección.
Datos inútiles que nunca contó: es coleccionista de "puertas y ventanas". Las atesora en su casa de Córdoba: "Tanta devoción por las aberturas que en la lápida me van a poner una mezcladora, porque soy feliz en obra", dice.
Sus complejos
Otra obsesión: celebrar los cumpleaños de los demás, producto de un “trauma infantil”. Su cumpleaños (24 de diciembre) se festejaba, en realidad, cada 23 de abril, San Jorge. Es que George Wallis, su tatarabuelo, un cónsul inglés que se instaló en Ibiza, llamó a su hija Georgina. De esa bisabuela, Geo heredó el nombre.
–¿Estás en pareja?
–No, por propia decisión. No tengo ganas de un trabajo más. Si pinta, pinta. Pero no es algo que esté buscando desesperada.
–¿Con tu imagen siempre te sentiste a gusto, en paz, cómoda?
–¡No!.... Complejos... El peso. Era la dientuda en la adolescencia, pero bueno, vaya y pase. Me acuerdo cuando empecé a trabajar yo estaba en el camarín con Carmen Barbieri y me decía: “Ponete esto y lo otro”. Un día todas vinieron a decirme: “te llevamos a ver a Juri, cirujano plástico, para que te opere la nariz”. Porque todas las narices eran respingadas entonces. Dorys Del Valle, Diana Maggi y Carmen me llevaron. Pero Juri gritó: “¡Georgina no te toques la nariz!
–Fuiste muy firme para resistir...
–Fui tres veces, igualmente. Me he hecho toquecitos, pero nunca la nariz. Sería la pérdida de identidad. Mi nariz es mi nariz. Mis dientes son mis dientes. No es el pelo que te lo cortás y crece.
Impacto visual
–Todo es impacto visual. Con la ceguera de tu mamá habrás aprendido a conectarte con todo eso que ignoramos...
–No sé si tanto. A veces creo que me costó más a mí que a ella. Fue trágico. Ella es sumamente equilibrada, equilibrio del que que yo carezco. Yo sería malísima como ciega. Por momentos le exijo cosas y después recién pienso: “Pero.... esta mujer no ve”. Me veo discutiendo con mamá como si tuviéramos 15 y 40. Eso sí: esto me hizo darme cuenta de la fragilidad. Uno no se da cuenta. A los dos minutos estás protestando. El otro día me volví loca, por ejemplo.
–¿Con qué?
–Me quedé sin agua. “¿Cómo voy a ir a trabajar sin bañarme?”. Después se solucionó. Pero iba en el taxi al canal y veo a una señora que estaba casi desnuda, cambiándose debajo de un puente. Hacía mucho frío y me puse a llorar. ¿Cómo puede ser que esté protestando yo, abrigadita, con un súper tapado de piel sintética, en un taxi yendo a trabajar? Todo el tiempo nos olvidamos de lo importante. Creo que en un punto uno se olvida para preservarse un poco.
Rockera desde la adolescencia
–Decías que de niña eras muy medida, mesurada, quieta. ¿Cuándo creés que te volviste tan intensa?
–A mis 10, cuando muere mi abuela, que era ciega, y yo era su lazarillo. Empieza en mí una rebelión cuando Alejandro, mi primo, que tenía una banda de rock, viene a vivir a mi casa y esa influencia fue definitoria. Era mi ídolo total. Yo soy rockera, Beatles y Rolling Stones.
–Tu padre era militar. ¿Padeciste una educación estricta?
–No. Tuve la inmensa suerte de una infancia muy feliz, de un mundo mágico. Yo nací en 1954 y papá se retiró de la Marina en 1955. Lo conocí de civil, aunque a veces tenía raptos en los que yo le preguntaba por qué y él respondía: “Porque yo te lo ordeno”. Yo amo la democracia. Estos días fue el aniversario de la bomba en El Picadero y siento que los jóvenes no son conscientes de lo que se vivía en dictadura. Yo, de verdad, vivía en un termo, no sabía todo lo que pasaba. Papá para entonces estaba retirado y no hay que meter a todos en la misma bolsa, Él ayudó a amigos míos a escapar...
–¿Un militar contra la dictadura salvando gente?
–Sí, porque él había sido de la Marina de los Caballeros del Mar. Otra Marina. Si bien era antiperonista y discutíamos en la mesa, papá ayudó a un amigo a escaparse porque era fácil con cédula militar ir por Panamericana y que no te pararan para ir a Ezeiza. Ayudó también al novio de una chica que estudiaba conmigo y lo habían “chupado”. Él lo encontró en una comisaría y lo sacó. No tuvo miedo.
–Hablás mucho de tu formación católica en el Colegio Santa Teresa de Jesús y de tus rezos constantes pidiendo protección. Teniendo en cuenta ese dato: ¿Estás a favor o en contra de la despenalización del aborto?
–Estoy totalmente a favor. No sé si es compatible... pero el aborto va a existir siempre. No se puede tapar el sol con las manos. ¿A quién le gusta abortar? ¡A nadie! Me parece una decisión terrible que uno tiene que tomar... Yo he acompañado a amigas a hacerse abortos atrás de una verdulería.
–¿Cómo? ¿Una verdulería?
–Un lugar escondido detrás de una verdulería en el que decís: “¡Por Dios!”. Creo que hay muchos intereses creados. Y cosas que no nos enteramos sobre votos, pedidos, promesas. Es un atraso para nuestra sociedad el “No”. Están frenando algo, involucionamos. Imaginate en mi época de joven: era una cosa tabú, recontra prohibida. Yo creo que al día de hoy debe haber parteras que lo hacen en lugares así. He ayudado a señoras que trabajaban en casa y que me contaban: “Mi hija abortó con un perejil, una goma, una aguja de tejer”. Tenemos que educar y no atrasar. Estamos estancados como hace 60, 70 años.
Perder a su marido: un dolor imborrable
Hace 17, Miguel Ángel Lecuna, de 55 años, conocido como El Vasco, fue asesinado en un asalto a un taxi en el que viajaba.
Era el marido, en ese entonces, de la actriz Georgina Barbarossa y el caso recibió gran cobertura mediática.
–¿Cómo hiciste para no caer en el resentimiento luego de que mataron a tu marido?
–En el momento odié. Después me di cuenta de que no soy capaz. No puedo desear la pena de muerte. Tanto es así que durante el juicio le preguntaba al abogado: ¿Estamos seguros de que estos son los culpables? Porque suelen meter perejiles en las causas y tenés miedo de cometer una injusticia con alguien.
–¿Pensaste en aquel momento en irte del país?
–Me ofrecieron irme a Brasil y a España. Pero no. Yo no tengo miedo de andar por la calle. Tengo la fantasía de que si los ladrones me reconocen, no me van a matar. De hecho, a Vasco lo mataron al azar. Tal vez si hubiesen sabido que era mi marido, no le hubiesen hecho daño.