La visión elaborada por el Ministerio de Defensa de Brasil, sobre los escenarios de conflicto para 2040, es discutible, pero refleja la percepción sobre el largo plazo de las Fuerzas Armadas de este país. Fue preparada en base a 500 entrevistas, en su gran mayoría realizadas a militares. Mantiene la que ha sido la hipótesis de conflicto tanto para Itamaraty como para las Fuerzas Armadas desde mediados del siglo XX: la “internacionalización” de la Amazonia. La idea de que la importancia de esta región como “pulmón del mundo”, por sus selvas y ríos, llevaría a “grandes potencias” a ocuparla a través de la fuerza armada, lleva así tres cuartos de siglo. Lo planteado ahora es una reafirmación, no una innovación. Lo nuevo es que la protección del medio ambiente tiene mucha mayor prioridad para el mundo que décadas atrás, como lo acaba de poner en evidencia la reacción internacional frente al incendio de la Amazonia (muy diferente a la posición asumida frente a Australia en análoga circunstancia). La novedad es que es Francia y no EEUU, la potencia agresora. En realidad se proyecta el reciente conflicto entre Macron y Bolsonaro como un eje permanente en los próximos 20 años. Francia concentraría tropas en la Guyana francesa -que tiene más de 700 kilómetros de frontera terrestre con Brasil y que es la única colonia en el territorio sudamericano, Malvinas es marítima- y desde ahí avanzaría sobre la Amazonia, para apoyar la creación de una república indígena independiente. Este análisis desestima que para 2040 Francia puede haber reducido su rol como potencia global, con lo cual no le sería fácil una operación de esta envergadura. El interés por el petróleo de la Amazonia, estaría también detrás de esta intención de “internacionalizarla”.
En segundo término, el documento considera a la presencia de China en la región, el segundo escenario de conflicto militar para 2040. Asume que la potencia asiática seguirá disputando a los EEUU la hegemonía global. Ello llevará a que la relación comercial y de financiamiento de infraestructura siga aumentando, superando a la estadounidense. Plantea la hipótesis que junto a la base de observación satelital instalada en la provincia argentina de Neuquén, la potencia asiática instala una base militar explícita. Esta situación genera tensión creciente, que deriva en un conflicto militar. Aunque no lo explicita demasiado, ello llevaría a que países de la región o sectores de ellos, participen a favor de uno u otro contendiente. No prevé una toma de posición de Argentina -país al que ve reordenada su economía para 2040 y en franco crecimiento- pero que el país sí se verá afectado por ser “teatro de operaciones principal” de esta pugna. El documento también señala tres posibles conflictos intra-regionales: entre Colombia y Venezuela, derivado de la crisis en torno al chavismo; entre Bolivia y Chile, por las derivaciones no resueltas por el acceso de la primera al Pacífico y una eventual intervención de Brasil en la provincia boliviana de Santa Cruz de la Sierra, para defender inversiones brasileñas amenazadas.
Al mismo tiempo, tuvo lugar una nueva visita del Canciller ruso (Lavrov) a Venezuela, para reforzar el apoyo al régimen de Maduro. Este viaje parece una respuesta geopolítica de Rusia a la gira que una semana antes realizó el Secretario de Estado de los EEUU (Pompeo) a cuatro ex repúblicas soviéticas: Bielorrusia, Ucrania, Kazajstán y Uzbekistán. La primera, es la aliada más firme de Moscú entre las 14 ex repúblicas soviéticas; la segunda, la más enfrentada con Rusia por la ocupación de Crimea y la secesión que impulsó; las dos restantes juegan un rol en la lucha antiterrorista estadounidense, que desde ellas opera sobre Afganistán. Pero la Administración Trump buscó ante todo, debilitar la influencia estratégico-militar rusa en estos países, neutralizar la económica de China y ofrecerles asistencia en caso de un conflicto con Moscú. Cuando Guaidó presidía un acto de la oposición venezolana en Miami y luego era recibido por Trump, fue cuando Lavrov aterrizó en Caracas. Su viaje no se limitó a Venezuela sino que también incluyó Cuba y México. Estos dos países reconocen al gobierno de Maduro. El apoyo ruso es relevante para el régimen castrista, frente a la creciente presión económica de EEUU -los turistas rusos han remplazado a los norteamericanos como proveedores de divisas- y el debilitamiento del apoyo energético venezolano. Sin pretender alterar la coincidencia del gobierno de López Obrador con EEUU en temas como comercio, migraciones y drogas, el gobierno de Putin busca coincidir con él en problemas como Venezuela.
Puesto en este contexto, America del Sur y el Caribe son una región próxima de EEUU en términos geopolíticos, en la cual Putin replica los movimientos de Washington en las ex repúblicas soviéticas. El documento de la Escuela Superior de Guerra de Brasil, no otorga un rol relevante a Rusia para 2040. Es posible que la visión sea correcta en cuanto a que le será difícil mantener su rol de tercera potencia militar del mundo, con un PBI que pierde relevancia global -y lo hará más si siguen cayendo los precios del petróleo y el gas- y tiene crecimiento demográfico negativo, tanto por baja natalidad como por emigración. Pero también es cierto que nadie hubiera pensando hace medio siglo atrás (1970) cuando el castrismo acababa de cumplir una década en el poder, que sobreviviría enfrentado con EEUU cincuenta años más. Lavrov dio prioridad en su visita a Venezuela al tema militar. Amplió el acuerdo de cooperación en materia de defensa y se acordó mayor asistencia para los sistemas de armas rusos comprados por el gobierno venezolano desde la época de Chávez. El apoyo ruso a Maduro para tomar el control de la asamblea, tendría un interés específico: se ha anunciado la privatización de la explotación petrolífera venezolana, Las concesiones serían aprobadas por el Legislativo y Rusia aspira a ser beneficiaria en este proceso, destinado a romper el cerco económico que materializa EEUU.
En conclusión: Argentina debe observar con atención la situación geopolítica de América del Sur, que es un insumo relevante para su política exterior, valorizando que en la visión de largo plazo de Brasil se espera que el país llegue a 2040, habiéndose ordenado tras superar sucesivas crisis y observando con atención el juego de las potencias globales en la región.