Genoveva Villanueva nació el 1º de enero de 1814 en Mendoza. Meses más tarde, la llegada de San Martín revolucionó nuestra provincia, dando espacio a una épica que coronó emancipando gran parte de América. Junto a esta niña, podemos decir, se acunó la libertad.
Hermana del Doctor Francisco Villanueva, compartió con este una fuerte vocación por la medicina. Lamentablemente, al ser mujer, las puertas para estudios superiores estaban cerradas. Sin embargo, se instaló en Chile y allí pudo especializarse en homeopatía.
Nuevamente en Mendoza, las crónicas de la época atestiguan su gran éxito profesional. Tanto los habitantes de suntuosas mansiones hasta los del rancho más humilde, tocaban a su puerta buscando consuelo en sus terapias. Genoveva brindó calma a muchos en una época donde el dolor abundaba.
Según el historiador mendocino Conrado Céspedes, esta mujer de enorme fe "vestía casi siempre hábito franciscano y para asistir a reuniones sólo agregaba a su toilette un chalón de seda o chales de encaje antiguos, tal como se observa en los retratos. Jamás usó sombreros ni trajes a la moda y en cuanto a las joyas, únicamente ostentaba un anillo de suma sencillez y el reloj de bolsillo (...) Ambas prendas eran recuerdos de familia a los que profesaba gran valor".
De estatura mediana y contextura delicada, recorría las calles de la ciudad con firmeza de aquellos que se saben elegidos por la historia.
Siendo muy joven contrajo nupcias con un visitante francés llamado Carlos Meyer, se separaron pronto por mutuo acuerdo y ella jamás utilizó el apellido de casada. Esta situación hizo que la alta sociedad de que era parte la marginara y que su vida transcurriese lejos de los salones de baile y las tertulias.
En tiempos de Rosas dio muestra de su valentía al presentarse en la iglesia Mayor de Mendoza sin la divisa punzó, cuyo uso era obligatorio para ambos sexos. Era 1842 y gobernaba nuestra provincia el temible Fraile Aldao. Al concluir la misa la Sra Villanueva fue apresada. Horas más tarde era paseada sobre un burro un moño rojo pegado con brea a su cabellera, castigo típico de los federales con las damas unitarias. Genoveva arrancó el moño de su cabeza y se lo colocó en un pie. Tenía entonces 27 años y una mirada tan desafiante como briosa. Los mendocinos cerraron sus puertas y ventanas, respondiendo así al aberrante acto. No fueron cómplices de tal humillación.
Los años trajeron paz a estas tierras y, bajo el gobierno de Cornelio Moyano, Genoveva fundó la Sociedad de Beneficencia mendocina en 1857. Del discurso que dio entonces destacamos: "Nosotros, que estamos entre los pobres y los ricos, seremos sus mensajeras y a nuestras manos vendrán las riquezas de éstos para remediar las miserias de aquellos. Nosotros oiremos los ayes del desgraciado le consolaremos ofreciéndole nuestra intercepción para ante los que puedan aliviarlos y si nada obtenemos le recomendaremos entonces a Dios, cuya misericordia infinita todo lo remedia. Esta va a ser, Señoras, nuestra misión y si ella es dura y penosa es también muy grande y sublime".
Nuestra protagonista sufrió heridas durante el terremoto que en 1861 destruyó la ciudad de Mendoza. Rescatada a tiempo de los escombros, presentó fracturas en ambas piernas y otras contusiones.
Su vida nunca dejó de transcurrir acompañando los avatares políticos. En 1874 con la victoria presidencial de Nicolás Avellaneda, el general Bartolomé Mitre se reveló. La situación se extendió poco después al Interior. Por entonces gobernaba nuestra provincia Francisco Civit, quién apoyó al mandatario electo. Civit fue depuesto momentáneamente hasta que Julio Argentino Roca venció a los rebeldes en Santa Rosa. Mientras tanto se escondió en casa de Genoveva. La Sra. Villanueva perdió sus facultades mentales en 1887 y murió tres años más tarde, aunque su legado y ejemplo de valentía jamás dejarán de existir.