Genoveva nació en Mendoza en enero de 1814. Sus padres eran dos mendocinos de pura cepa: don José Villanueva y doña Josefa Godoy.
Fue educada en la fe católica en las "escuelas fiscales" que existían en aquel entonces. Un matrimonio desafortunado, que hubo de terminar en divorcio, la condenó socialmente, por lo que ella mantenía su vida lejos de reuniones sociales.
Ella tenía vocación para estudiar medicina pero su condición de ser mujer le negó el acceso a los claustros; no obstante, esto no le impidió dedicarse a estudios de la homeopatía para lo cual se trasladó a Chile. El fin último que la motivaba era hacer una activa ayuda social, dar alivio a los más desposeídos quienes, en aquellos tiempos, no tenían recursos para aliviar sus dolencias ni ayuda por parte del Estado.
En ese sentido, Genoveva era muy apreciada y respetada, ya que siempre acudió en auxilio de cualquiera; ya pobre, ya rico, que solicitara sus servicios. Siempre llevando una vida sobria, vestía hábito franciscano sin ningún lujo.
El caso es que allá por 1842, el régimen de Rosas impuso como gobernador en Mendoza a un fraile -Félix Aldao- el cual emitió un bando por el cual se obligaba a todos los ciudadanos a usar la divisa punzó, que era el distintivo que obligaba el gobierno de Buenos Aires como reconocimiento del Partido Federal en oposición a los unitarios.
La tradición oral cuenta que un día domingo, doña Genoveva se presentó en la misa que se oficiaba en la Iglesia Matriz -donde se reunía la mayoría de los mendocinos- sin llevar el consabido distintivo federal.
Las consecuencias no se hicieron esperar por tal insurrección; antes de terminar el oficio, la señora fue apresada y confinada en un calabozo con un ridículo despliegue de efectivos, cual si ella fuera un peligroso delincuente.
Por orden directa del gobernador, el jefe de policía Montero dispuso la máxima humillación: pasear a la Sra. Villanueva atada a viva fuerza sobre un burro con un moño de trapo rojo, a modo de divisa punzó que le había sido adherido a la cabellera con brea caliente.
La valiente Genoveva, apenas le fue aplicado el tormento, arrancó sus cabellos y el moño con brea, poniendo la divisa federal en su pie.
El villorrio que en aquella época era Mendoza no aprobó el acto de tortura y las casas cerraron sus puertas, tanto por miedo como por respeto, sin que ningún transeúnte caminara por las calles en señal de resistencia y protesta, por lo que la infamia se realizó con la condena social y en la más absoluta soledad.
La tradicional sociedad mendocina sólo toleraba por la fuerza los excesos que desarrollaba un gobernante que había profesado votos religiosos y que, sin embargo, vivía públicamente alejado de ellos, haciendo público su sacrilegio. Sólo la ligazón con el gobierno de Buenos Aires era lo que lo mantenía en el poder.
¿A qué se dedicó después de tan cobarde atentado Genoveva? Con mayor fuerza se dedicó a su acción social y filantrópica: fundó la Sociedad de Beneficencia ya que en aquel entonces el gobierno no realizaba ninguna acción social. Esta sociedad creó el Asilo de Huérfanos, la Escuela de Caridad, la Misión por los Presos y la Escuela Modelo de Señoritas.
También ella costeó de su propio bolsillo las obras destinadas a construir el templo de San Francisco después del terremoto de 1861 y donó a los Jesuitas toda la manzana sobre calle San Martín y Colón donde después se construyó el templo y el colegio.
La familia Villanueva, como recuerdo de un pasado que no debería repetirse, guardó durante años el moño rojo con la brea y el pelo de Genoveva para después donarlo al Museo del Pasado Cuyano donde se exhibe.
Recién en 1853 el país se sacudió los largos años de tiranía y obtuvo su Constitución nacional bajo el sistema representativo, republicano y federal.
Genoveva y tantos otros como ella fueron los constructores de la Nación.
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