Cuenta la leyenda que allá por la década del ‘60 Citroën Argentina te regalaba un auto cero kilómetro si lograbas volcar un 2CV. Se presentaron miles de personas y nada... el auto viraba pero no tocaba el suelo. El mito también dice que el recordado piloto Luis Rubén Di Palma logró volcarlo marcha atrás, ganando el concurso.
Mitos aparte, no hay dudas de que el Citroën 3CV fue un auto iniciático para una gran mayoría de argentinos. Ese aura especial se refleja en las palabras de Alberto Lima, mecánico alvearense y creador del Encuentro Nacional de Citroneros que este fin de semana cierra su octava edición en tierras sureñas.
Desde el viernes y hasta hoy se desarrolla el encuentro en General Alvear, con la participación de autos y familias de distintos departamentos de Mendoza y otras provincias del país.
Como todos los años, los Citroën en caravana recorrieron la ciudad y algunas partes de la zona rural, el río Atuel, El Trapal, la bodega Faraón y otros puntos turísticos del departamento. Además, la idea es compartir un asado a la canasta, donde todos terminan de conocerse y confraternizar.
También llegó gente de la Capital Federal para vender repuestos a muy buen precio para todos los modelos.Para Alberto Lima su preferencia por estos autos es de vieja data.
“Tenía un vecino mecánico, Víctor Nichiporuk. Siempre iba a su taller y le ayudaba barriendo, tenía 12 años. Mi mamá vio que me gustaba y me compró un mameluco. Víctor era especialista en Peugeot y Citroën. Fueron varios años en los que aprendí mucho y entablé una amistad con él”, relata su primer contacto con un Citroën, una pasión que marcaría su vida.
Mi primer Citroën
El camino de la mecánica le deparó un oportunidad que excedió el ámbito laboral. “Más tarde me independicé, me puse mi propio taller y este trabajo de mecánico citronero me dio la posibilidad de vivir una vida muy feliz, con la familia y amigos. Fui a correr a San Juan en varias oportunidades. Conducía y preparaba el auto. Del taller salieron varios corredores importantes”, recuerda.
“Mi primer Citroën me lo compré a medias con mi hermano Roberto. Era un 2CV modelo ‘66 que estaba desarmado y lo arreglamos. Nos íbamos a pescar a Malargüe cerca de la cordillera. Mi hermano por ahí se desaparecía y se iba a Mendoza a guitarrear. En Alvear lo conocían todos porque el auto era verde fosforescente y andaba por todos lados”, rememora Alberto entre risas.
“Por lo que entiendo de mecánica, puedo decirte que los autos de hoy en día son descartables. Citroën va a durar 500 años porque son fáciles y baratos de arreglar. Cuando viajamos a distintas partes del país los turistas extranjeros se desesperan por sacarse una foto con los autos”, asegura..
Corría octubre de 2013 y Alberto fue testigo de una de las demostraciones más cabales de la amistad. Todo empezó con el robo de su Citroën 3CV. Estaba fundido y maltrecho, y no tenía dinero para repararlo. Entonces sus amigos se llevaron el auto sin su consentimiento y se lo devolvieron dos meses después 0 km. La gran sorpresa fue que el dinero lo aportaron cientos de citroneros del país, que le dieron una mano a un amante de esta marca.
Es que hace más de una década Alberto había tenido la idea de gestar un encuentro en General Alvear, después de un viaje a la capital mendocina. Todo comenzó en la plaza departamental: entre mates se fueron arrimando muchos “Amigos del Citroën”, como él los denomina.
Hoy ya llevan ocho años ininterrumpidos de festejo, con más de 70 citroneros que en cada edición arriban desde diversos puntos del país.
En esta última disfrutaron de un recorrido turístico por la Bodega Faraón y de un gran asado a la canasta al aire libre; transitaron las calles céntricas en la caravana multicolor y fueron espectadores del folclore cuyano en el festival del Club Argentino.
Fieles a un auto que los acompaña hace décadas
Estos autos reconocibles por su estética y sonido tan singulares, en medio del moderno mercado automotriz,
siguen despertando pasiones.
Es así que los amantes del clásico Citroën atraen sobre sí todas las miradas cuando se desplazan en caravana por las calles del centro de General Alvear, como en esta octava edición del Encuentro Citronero que se desarrolla hasta hoy.
Si bien no los caracteriza la potencia de sus motores ni dejan huellas de gomas quemadas en el asfalto cada, vez que avanzan en un semáforo, al detener sus Ami 8, 3CV, las famosas “citronetas” o hasta los más antiguos 2CV, cada uno de los dueños tiene una mirada especial.
Este cariño por sus autos, la fidelidad a un vehículo que los acompaña hace décadas, tuvo en esta edición un reconocimiento especial a uno de los citroneros: un homenaje a Gerónimo del Rosario Pedraza y su familia.