Los chicos que han nacido entre 1994 y 2010 son los que pertenecen a esta nueva época de alfabetizados digitales. Aquí, cuáles son los aspectos que vale la pena tener en cuenta para generar una mejor relación de padres e hijos.
Aunque todavía el término "millennial" suena fuerte, una nueva camada de jóvenes adolescentes se han sumado a las prácticas culturales de nuestras sociedades contemporáneas: la "generación Z". Ellos, a diferencia de sus antecesores, son los que ya pisan con fuerza la alfabetización digital.
Este no es un rasgo cualquiera sino un verdadero cambio de paradigma cultural y los padres de estos jóvenes, que nacieron entre 1994 y 2010, tienen que aprender a relacionarse con ellos desde sus propios códigos; que no son los de los progenitores.
Más allá de las etiquetas y de las "fórmulas" que discurren respecto a nuestros jóvenes, nos parece importante comprender estos cambios radicales que los han moldeado, pues es la forma de poder entablar una relación padres-hijos más sana y fuerte.
“Esta nueva generación, nacida en pleno auge de las redes sociales, iría desde los preadolescentes hasta los jóvenes de poco más de veinte años que ya están comenzando a entrar en el mundo laboral”, describe en un artículo del diario español La Vanguardia, la profesora de comunicación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), Mireia Montaña.
Se los conoce como "postmillennial", "centennial", generación K o "posbieber". Son los verdaderos nativos digitales. Si en su momento se habló de que los millennials eran los que más tecnología utilizaban, estábamos equivocados. La generación Z no vivió lo que era conectarse a Internet a través de un módem ligado a la línea telefónica, con ese sonido infernal que no permitía al mismo tiempo hacer una llamada.
No conciben un mundo sin WiFi, YouTube o Instagram. Para ellos, estos recursos son tan habituales como tomar agua todas las mañanas.
Pueden usar hasta cinco dispositivos a la vez (la media millennial está en tres) y son muy dependientes de la tecnología. Según Neus Soler, experta en marketing y profesora de estudios de economía y empresa de la UOC, la diferencia entre la generación anterior y esta es que "los millennials estaban vinculados al uso de los diferentes dispositivos, mientras que la Z destaca por el uso que hace de la información que le da el aparato".
Son más recelosos con su intimidad, saben que no deben compartirlo todo. Si el boom de las redes sociales propició que los jóvenes compartiesen hasta los detalles más escabrosos de su intimidad, los que vienen después son más conscientes de los riesgos e inconvenientes que esto conlleva.
Están habituados a hacer múltiples tareas y procesar al mismo tiempo varias fuentes de información.
Estas características hacen que estos chicos sean más autosuficientes, autodidactas (todo lo aprenden con un tutorial de YouTube) y están muy preparados contra la inseguridad laboral, las crisis económicas y la extrema competencia.
Esta relación tan estrecha con la tecnología, que a su vez propicia fuertemente el individualismo pues el sujeto está "solo" frente la pantalla y el mundo virtual, ha generado múltiples cambios culturales en nuestros chicos.
De hecho, y ya es tema de conversación en los medios y preocupación en los padres, tienen su propio vocabulario: crush (palabra para describir cuando tienes un flechazo), stalkear (espiar a través de las redes sociales la vida de una persona, random (una persona aleatoria), shippear (el arte de desear que dos personas estén juntas), OTP (una pareja en la que uno está hecho para el otro); son algunos ejemplos.
En el ámbito sexual también son radicales los cambios. Es que tienen una sexualidad más abierta y fluida. Según una investigación, tan solo el 66% de los jóvenes, con edades comprendidas entre 16 y 22 años, se identifica como "exclusivamente heterosexuales", la cifra más baja de cualquier generación (en comparación con el 71% de los millennials y el 85% de la generación X).
Son, además, chicos que al estar acostumbrados a la participación con sus opiniones en los foros y redes sociales, demuestran mayor activismo social o se prestan a mayor número de voluntariados.
Tal y como afirman los datos de Young People Omnibus de Ipsos MORI, casi la mitad de las personas de entre 14 y 16 años (46%) en Gran Bretaña aseguran dedicar su tiempo para ayudar a personas de su comunidad en los últimos dos años, en comparación con solo el 30% en 2005.
Y tres de cada diez (29%) están regularmente activos en su vecindario, comunidad u organización étnica en comparación con solo uno de cada diez (10%) en 2005.
El mundo del trabajo, para ellos, no es como lo entienden sus padres: buscan tareas con flexibilidad de horarios y desde la casa, que les permitan la conciliación con el resto de ámbitos de su vida. Aunque prefieren carreras de ciencias -tecnología, ciencia, ingeniería o matemáticas-, les gustan los ambientes de trabajo creativos, así como recibir feedback de sus superiores, según un informe realizado por la plataforma Job Today. No obstante, como cualidades negativas resaltan su impaciencia y su déficit de atención (8 segundos frente a los 12 de los millennials).