Eran “chicos de ciudad”: él de La Consulta, ella de la capital mendocina. Conocieron el mundo de los caballos de niños: él cuando visitaba la finca de sus abuelos en Chilecito, ella cuando -a los 4 años- empezó a hacer equitación en el Club Hípico de Mendoza.
Abandonaron sendas carreras de abogacía para abrazar la vida de campo: él en tercer año, ella cuando le faltaban sólo seis materias. La vida los unió en una clase de guitarra y desde entonces construyen su pequeño mundo en San Carlos, donde comparten su pasión por los animales.
Romina Pucciarelli (33) y Martín Gómez (31) parecen sacados de alguna novela de gauchos modernos, sin embargo basta cruzar dos palabras con ellos para comprender que su amor por el campo no es una puesta en escena.
Muy por el contrario, esta opción común les ha significado sacrificios económicos, mucho trabajo a tracción a sangre, oponerse a mandatos familiares y luchar en igual medida contra inclemencias del tiempo, terrenos difíciles y mentes hostiles.
El resultado de tal esfuerzo es la finca Don Gregorio Uco en Chilecito, a la cual se accede por el viejo carril de la ruta 40. La pareja montó allí un sitio de guarda de caballos, una escuela de equitación para todas las edades, un criadero de aves silvestres y exóticas, un puesto que ofrece travesías a caballo y, en el último tiempo, también abre las puertas de su terruño a los turistas que quieren pasar un día distinto en un lugar distinto.
Pisar este vergel obliga a bajar los decibeles y conectarse con el ritmo que marca la naturaleza en el lugar. Un grupo de caballos retozan debajo de unos nogales, un rebaño de ovejas gordas huye de los visitantes, algunas gallinas aprovechan el sol de la mañana y el sonido de los pájaros saluda de lejos.
Entonces, aparece Romina con su enorme sonrisa y su panza de ocho meses a dar la bienvenida. De boina y pañuelo al cuello, viene detrás Martín, acarreando el equipo de mate y alabando el budín recién horneado por su amada.
“Respetamos los métodos tradicionales que se han usado históricamente en la zona para montar, pero no comulgamos con ellos. No creemos que al caballo haya que someterlo con azotes y espuelas. La idea es crear un binomio de cooperación y diálogo”, explica Romina, la profesora de equitación. “Aunque a veces sea necesario imponer límites”, se apura a aclarar Martín.
En la finca, cada gallina, pato, cobayo, cordero, ave exótica y demás animales tienen un nombre propio y -generalmente- la morocha dueña de casa es la encargada de buscarlo. Cuando la inspiración le queda corta ante tanta diversidad, recurre al santoral. Por eso se ofende al extremo cuando su esposo refiere a algún ejemplar de ‘zaino’ o ‘loguno’. “Yo no te digo el de boina”, le achaca.
Aunque aprendió todo lo que sabe de los gauchos de la zona, Martín siempre fue crítico respecto de algunas prácticas. Recuerda cuando -en contra de su familia- se internó seis meses en un puesto del desierto sancarlino. Cansado de ver cómo los caballos pasaban días maniatados por ser rebeldes, Martín se levantaba por las noches a probar técnicas más pedagógicas y amables.
Ambos encontraron en la doma natural una filosofía a tono con sus búsquedas. Preocupados por capacitarse y capacitar a todo el que quiera indagar en el lenguaje equino es que han organizado un curso, que dictará dentro de una semana Caroline Wolfer, una referente internacional en el tema.
Finca, guardería y escuela
El sancarlino es muy tradicionalista y amante de los caballos, pero no sólo los lugareños demandan su servicio. A este predio de Chilecito recurren personas de toda la provincia y también turistas y curiosos.
“Recibimos personas que quieren tener caballos propios, pero no cuentan con el tiempo ni el lugar para tenerlos bien. Gente de distintas edades que quiere aprender a cabalgar. Gente que quiere practicar destrezas y preparar a su caballo para realizar algún deporte ecuestre. Y gente que busca amansar a su animal o superar ciertos vicios para poder montarlo sin problemas”, apunta Martín, el domador que dio sus primeros pasos con un tordillo que le regalaron de niño y “que hacía todo lo posible por tirarme”.
Actualmente tienen 25 caballos en guarda. La mayoría son criollos, aunque también tienen un PRE (pura raza española) que es uno de los mimados. La pareja destaca el trabajo de Marcos Moya, el peticero. “No es fácil tenerlos siempre limpios, en forma, con el pelaje libre de garrapatas y enfermedades”, apuntan los jóvenes.
Ellos se toman la tarea muy en serio. Más de una noche han tenido que salir de emergencia o pasarla en vela por algún cólico de un animal, una herida o esperando por pariciones en el establo. Su “plan de cuidado integral del caballo” incluye el baño periódico, el ejercicio diario y el dormir en cómodas pesebreras, que construyó a puro esfuerzo y aprendizaje el propio Martín.
Por su parte, Romina dirige la escuela de equitación, que recibe a gente de todas las edades de lunes a sábados. No acepta más de tres alumnos por clases, “para hacerlas bien personalizadas”, acota ella. Ahora que espera la llegada de Julián, su primer hijo, dirige a los novatos jinetes sentada y con un micrófono.
Cuando recuerdan el potrero que era el lugar cuando llegaron y en lo que lo han convertido, se sienten orgullosos. Pero no tienen mucho tiempo para la contemplación, porque siempre hay un proyecto en puerta.
“Esta pieza es la última adquisición y se va a llamar La Matera”, cuenta Romina. El lugar tiene una gran estufa a leña y muchos ventanales para observar el paisaje. “Es para que en invierno la gente pase aquí un rato agradable, mientras espera por las clases o por sus caballos”, apunta la futura mamá.
Curso de doma de caballos
Caroline Wolfer es una especialista suiza, referente a nivel internacional de la doma natural. Estará el próximo fin de semana dictando cursos y capacitaciones en el Valle de Uco y es gracias al trabajo realizado por Martín y Romina.
Ellos conocieron a la europea en una capacitación que realizó en la provincia y la invitaron a dar unas clases y guiar prácticas en la provincia. Doma natural, desarrollo personal y comunicación equina es el título del curso que dictará los días 30 y 31 de octubre y 1 de noviembre en una estancia de la zona.
"Esta mujer plantea al caballo como un espejo. Hay que conocerse muy bien para poder comunicarse con el animal, porque son muy perceptivos", cuenta Romina. Las consultas y demandas de aficionados que quieren realizar el curso han llegado hasta de Perú. Los interesados pueden consultar por mail a fincadongregoriouco@gmail.com.