Cuentan las historias locales que allá por las décadas del ‘20 y del ‘30 del siglo XX los liberal conservadores de aquel entonces vivían en constante pugna con los radical lencinistas.
Los primeros acusaban a los segundos de corruptos y los segundos acusaban a los primeros de oligarcas. Los conservadores que luego constituirían el PD (Partido Demócrata) se atribuirían el rol de gansos, refinados bichos que desmenuzaban a los pericotes lencinistas.
Sin embargo, las cosas no eran tan simples ni lineales, porque durante la época lencinista muchos conservadores pasaron a revistar en sus filas y de las huestes de ese radicalismo mendocino anti yrigoyenista saldrían tiempo después muchos cuadros a militar con los demócratas.
O sea, gansos y pericotes vivieron desde aquellos viejos tiempos y hasta hace muy pocos años, peleándose y reproduciéndose alternativamente al representar las dos grandes concepciones locales que polemizarían en la política mendocina.
El primer justicialismo, el del ‘46 al ‘55, reclutó gente de todos los partidos, incluyendo lencinistas y demócratas, pero de esa fusión no pudo surgir, al principio, una tercera tradición local que compitiera con gansos y pericotes. Ese peronismo de los inicios dependió demasiado de Buenos Aires como para representar una auténtica identidad provincial distintiva.
Todo cambiaría con la democracia de 1983. Allí los gansos entrarían en desventaja al haber apoyado a las últimas dictaduras militares y hasta formado parte de las mismas.
Por eso los pericotes hegemonizarían en 1983 destrozando al viejo peronismo nunca debidamente integrado a la sociedad local y a los gansos, que se destrozaron solos.
Pero no tardaría mucho el siempre adaptable justicialismo para encontrar, como nunca antes, una verdadera identidad local. Eso fue la renovación peronista que venció al radicalismo en 1987 y en su afán por recuperar el terreno cultural perdido se apropió de casi todas las banderas provincialistas que durante décadas habían pertenecido a gansos y pericotes, sintetizándolas.
El justicialismo mendocino, aprovechando la desorientación plena de los gansos perdedores en el ‘83 y de los pericotes perdedores en el ‘87, en vez de competir con ambos, intentó vaciarlos de contenidos para beber de ambas culturas políticas y fabricarse una propia.
Desde entonces el peronismo se integró plenamente a la comunidad mendocina como una tradición política más. Pero no sólo eso, sino que los aires renovadores de los años ‘80 harían que tanto los nuevos gansos como los nuevos pericotes produjeran su propia y drástica renovación.
Los radicales lo hicieron desde el casi único terreno que salvaron del aluvión peronista del ‘87, la Municipalidad de la Capital, donde un joven Víctor Fayad, imitando a los peronistas como los peronistas imitaban a los gansos, gestó una nueva generación política que, agotado el peronismo renovador, ocuparía varias veces la gobernación.
Los demócratas, por su lado, aprovecharon la pelea entre el peronismo bordonista y el menemista de la década del ‘90 para reaparecer en escena, tratando de recuperar bajo la conducción de Carlos Balter las banderas que los peronistas les habían quitado antes.
Y de no haber sido por los arrastres nacionales, hubieran llegado a la gobernación en 1999. Lamentablemente, desde allí comenzaron un proceso de decadencia del que aún hoy les está costando recuperarse.
Pero en el interín se produjo un hecho nuevo. El actual gobernador Alfredo Cornejo, el nuevo pericote, convocó a los gansos sobrevivientes a formar parte de su alianza Cambia Mendoza y estos aceptaron complacidos.
Si bien la diferencia de fuerzas entre ambos partidos era enorme a favor del radicalismo, lo cierto es que históricamente la síntesis entre ambos tiene su significado.
Gansos y pericotes se abrazaban en los años dos mil a nivel provincial como lo hicieron Perón y Balbín a nivel nacional en la década de los ‘70. Pero por ahí nomás...
Es que un día de esos, volvió a la presidencia del alicaído PD uno de los renovadores ochentosos, ése que vino a recuperar las banderas perdidas en manos del justicialismo. El mismísimo Balter. Y que ahora se opone a entregarle sus banderas a los herederos de los viejos pericotes.
Y por eso está intentando con todos los gestos posibles de hacerle asquito a una alianza política que en el fondo de su ser no comparte en absoluto.
Frente a las broncas de otros gansos que están felices con Cornejo y a otros ex gansos que están más que felices habiendo constituido la pata local del macrismo.
Hoy las cosas están que arden. Siguen formando parte de la misma alianza, pero el pericote Cornejo acaba de decir de todo al ganso Balter por no haberle votado una ley para él crucial.
Las ganas de divorcio están en ambas partes de la reciente pareja. Después de tantas décadas de peleas, los gansos y los pericotes no pueden con su genio.