Ganó el aborto clandestino, por ahora

Ganó el aborto clandestino, por ahora
Ganó el aborto clandestino, por ahora

Finalmente terminó el debate. El proyecto de despenalización del aborto tendrá que esperar dos años para volver a ser tratado, ya que tratarlo el año que viene con la misma composición de legisladores, sería encontrarse con el mismo resultado de estos días.

Las iglesias evangélicas, mormones, testigos de Jehová, judíos, musulmanes, católicos en especial, y todas las religiones provenientes de la cultura judeocristiana, parecen festejar el triunfo legislativo como si se tratara del triunfo de Dios, de ese Dios todopoderoso en el que creen y que por supuesto, es único y excluyente de otros dioses, por definición de estricta lógica formal.

Digámoslo claramente, se impuso en la sociedad civil, a través del voto de los senadores de la Nación, el voto religioso opuesto al proyecto de ley de despenalización del aborto. Ganó la religión. Ganó el aborto clandestino, por ahora.

Esto que ha sucedido en la sociedad argentina en realidad nos está diciendo otras cosas, como por ejemplo, que la educación y la cultura que debe impartirse desde el Estado argentino, hace años que no está presente. Esto nos dice que desde las leyes propuestas por el  presidente Julio Argentino Roca en 1884, la de educación común, laica y obligatoria (Ley 1420), o la de Creación del Registro Civil (Ley 1565), hasta nuestros días, algo se detuvo -o se retrasó- en la Argentina. Es cierto, la embestida no le salió gratis a Roca. Se tuvo que pelear con el Vaticano y terminó expulsando al Nuncio Apostólico, algo así como un embajador de la Santa Sede.  Qué bien veníamos, y eso que fue hace más de 130 años.

Algo pasó en el medio.  Primero fue Yrigoyen entusiasmado con la doctrina social de la Iglesia, especialmente con la Encíclica Rerum Novarum de León XIII; luego Perón al crear un estado fascista al estilo de la propuesta española de Francisco Franco o de Rafael Trujillo en República Dominicana, en comunión de intereses con la Iglesia, introduciendo por ejemplo la religión en las escuelas públicas. Luego llegaron los distintos gobiernos surgidos de golpes militares, que enhebraron sus causas con las de la Iglesia, que bendijo siempre sus armas. En el medio, los conservadores de 1931 a 1943, Frondizi, Illia, gobiernos civiles que no se jugaron de manera firme por la laicidad de la vida de los argentinos, quizás por miedo a perder alguna elección, o por algún temor reverencial a la Iglesia o al integrismo nacionalista que empezaba a copar las universidades, o porque creían que el comunismo era un mal peor -y lo era-. Quiero salvar de esta categoría a Raúl Alfonsín,  que propuso la ley de divorcio y tal vez -eso lo veremos- a Mauricio Macri, que se animó a abrir el debate del aborto despenalizado.

Lo cierto es que nadie se pareció a Roca y todos los que vinieron después en los últimos 130 años, dejaron que la Iglesia se ocupara del poder civil de los argentinos. ¿No será ésta una de las razones de nuestras desgracias?

La Iglesia cuenta con tiempos que un mortal común no tiene. La Iglesia habla de siglos y nosotros, contamos los minutos de vida que nos quedan. La Iglesia juega con ventaja. Tiene una paciencia que los laicos no tienen. Hay que aprender a esperar. Este tema del aborto legal, o como la eutanasia y como tantos otros, será tratado algún día, y algún día estaremos a la altura de las democracias más modernas del mundo, como Irlanda, país católico por excelencia que acaba de pronunciarse a favor de la legalización del aborto.

Tal vez en dos años, ya la sociedad y sobre todo los nuevos legisladores, entiendan que nadie quiere que las mujeres se hagan abortos, que nadie está a favor del aborto, que no se trata de aborto obligatorio, que se trata de salud pública y razones de Estado, en donde las opiniones religiosas no tienen por qué meterse. Tal vez antes de los dos años, mientras esperamos que se vuelva a tratar la despenalización y legalización del aborto, la sociedad civil -y los buenos católicos- se animen a investigar y en su caso  a castigar a los curas pedófilos. Tal vez se animen a reconocer las cientos de miles de muertes provocadas por la intolerancia religiosa de la Iglesia a lo largo de dieciocho siglos de los veinte de su existencia, tal vez se animen a salir del negacionismo histórico, a reconocer sus alianzas con regímenes opresores, como fue la que tuvo la Iglesia de Pio XII con el régimen  nazi, por lo menos hasta 1943, o tal vez se animen a reconocer la connivencia de Francisco I con la bestialidad del chavismo y con el populismo antirrepublicano de otros lugares de América Latina.

Hay que tener paciencia, esa es la consigna. La despenalización y legalización del aborto será ley nacional, un poco antes o un poco después. Que así sea. O amén.

Francisco Javier Guardiola
Escribano Público

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