Sergio Massa se quedó con muchos de los votos de los trabajadores de la provincia de Buenos Aires. Y ahora está dispuesto a quedarse definitivamente con el principal reclamo de la agenda sindical: mañana, unos 300 gremialistas del Frente Renovador le exigirán a Cristina Kirchner que suba cuanto antes el mínimo no imponible para que el Impuesto a las Ganancias no siga dañando los sueldos.
Además, como se trata de un pedido con un evidente impacto electoral, le advertirán que "no piense en que nos va a regalar un rédito político, sino en que beneficiará a un millón y medio de asalariados".
Será la primera acción concreta del sindicalismo massista, que lideran Héctor Daer (Sanidad), de la CGT Balcarce; Carlos Acuña (estaciones de servicio), de la CGT barrionuevista, Alberto Murúa (plásticos), de la CGT moyanista, y Fabián Alessandrini (ATE Zona Norte), de la CTA oficialista.
Y la oportunidad elegida no será azarosa: apenas 24 horas después, en Santa Cruz, la Presidenta debatirá "el modelo de país" con la UIA, banqueros y sindicalistas K como Antonio Caló y Hugo Yasky, pero allí también se hablaría de la reforma de Ganancias, que la Casa Rosada anunciaría antes de octubre por la certeza de que este tema hizo que el kirchnerismo perdiera votos.
Por eso Massa quiere recuperar la iniciativa: si Cristina toma ahora una decisión, le dará la razón al intendente de Tigre, y si no lo hace, se podrá decir que el kirchnerismo continúa siendo el obcecado culpable de los injustos descuentos en los sueldos. No es algo menor: los técnicos massistas calculan que, una vez que se acomoden los aumentos pactados en las paritarias, un 28% de los trabajadores será alcanzado por este impuesto al salario.
Curiosamente, Hugo Moyano, que fue el primero que enarboló la reforma de Ganancias como bandera, sigue groggy por el traspié electoral de su alianza con Francisco de Narváez: desactivó el paro general que se perfilaba para insistir en ese reclamo y hasta ahora no tiene previsto ni siquiera un acto para exigir la modificación del impuesto.
Massa, en el fondo, quiere rescatarlo del desaire de las urnas: aún espera que el camionero abandone las filas del denarvaísmo y, quizá, asociarse con él para tratar de disputar el control del PJ. Pero Moyano no se moverá un milímetro hasta octubre. Si lo hace, dejará sin bancas a aliados como Omar Plaini y Jorge Mancini, entre otros.
Hasta la izquierda tomó Ganancias como la gran bandera sindical del momento.
En un contexto de crecimiento electoral y sindical, sin embargo, el gremialismo combativo no pudo avanzar en las elecciones de delegados del Ferrocarril Roca, un símbolo trotskista porque allí se produjo el asesinato de Mariano Ferreyra: la oficialista Lista Verde, del titular de la Unión Ferroviaria, Sergio Sasia, que mantuvo en la conducción a 13 de 19 dirigentes de la gestión de José Pedraza, le ganó con el 60% de los votos a una lista unificada de izquierda, que obtuvo el 20%, y a una nómina de sectores escindidos del oficialismo y vinculados al pedracismo, que sacó el 19%.
El massismo busca insertarse hasta entre los ferroviarios combativos: el diputado Felipe Solá se reunió el viernes con el delegado Rubén "Pollo" Sobrero para llevarle el apoyo del Frente Renovador a la movilización del próximo viernes a la Plaza de Mayo que compartirán trabajadores ferroviarios, usuarios y familiares de las víctimas de las tragedias de Once y Castelar, con la participación de la CGT y la CTA opositoras.
Entre tanto, la desconfianza del sindicalismo K hacia Cristina puede crecer por dos motivos muy concretos. Por un lado, el mismo gobierno que les reintegra con cuentagotas los fondos para las obras sociales, les negó la semana pasada aportes adicionales para pagar los costosos tratamientos que fija la nueva ley de fertilización asistida, algo que profundizará la desfinanciación del sistema.
Por otro, aunque Cristina negó que apoyara un polémico proyecto para crear un seguro nacional de salud mediante la apropiación de los fondos de las obras sociales, hay rumores que hacen temblar a los gremialistas: el autor de aquella iniciativa, el interventor en el PAMI, Luciano Di Césare, podría convertirse en ministro de Salud desde diciembre, cuando el actual titular de esa cartera, Juan Manzur, asuma como diputado por Tucumán.
Caló viajará a Río Gallegos con otras incógnitas a cuestas: ¿Cómo hará para garantizarle a la Presidenta su representatividad si la CGT que encabeza es cada vez más raquítica? Hoy, la realidad es que naufraga sin "los Gordos" ni gremios como la UTA o La Fraternidad. Y, además, ¿cómo hará para defender los intereses de los trabajadores luego de algunas de las definiciones más oficialistas posibles?
Por ejemplo, destacó: "Yo empecé como secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica con Néstor Kirchner y por eso soy muy kirchnerista" (¿eso significará que los dirigentes que asumieron en 1983 deberían ser alfonsinistas?).
Si hasta lo dejó desacomodado un ultra K como Omar Viviani, al admitir que el sindicalismo "apoyará al que gane en 2015", aseguró. Quizá no haya que esperar tanto: ya hay muchos indicios de que la mayoría apoyará al que gane el 27 de octubre.