Cuentan que en los años de plomo, en el ya lejano 1976, EE.UU. le propuso al ministro de la época José Alfredo Martínez de Hoz aumentar el volumen de compras de carne argentina. Martínez de Hoz, preocupado por una inflación que no conseguía dominar, rechazó el ofrecimiento. Como entonces, el precio de la carne sigue empujando el índice de precios. Hoy, con exportaciones que comenzaron a recuperarse, nadie piensa suprimir embarques. "No vamos a echar por tierra lo que conseguimos", dicen en el Gobierno.
Sin embargo, los éxitos que volvieron a colocar a la Argentina como el sexto exportador mundial de carne, tienen un problema en sus cimientos. Se trata de la baja productividad de los rodeos.
“Aun somos bebés en esta materia”, sueltan los expertos. Es que por deficiencias en la alimentación, la sanidad y el manejo, el porcentaje de preñez de las vacas es muy bajo. Estamos hablando de una producción con la que nació la industria argentina en 1883 y que ha hecho mucho por nuestra imagen en el mundo.
De acuerdo a un relevamiento de Confederaciones Rurales Argentinas, las exportaciones de carne vacuna crecieron 77% en 2018 teniendo a China y Rusia como principales destinos. Se enviaron unas 553 mil toneladas de res con hueso que aportaron de US$ 1.948 millones.
Desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri y se puso e marcha una mesa que unió a cada eslabón de la cadena de la carne, el stock ganadero se recompuso a las casi 54 millones de cabezas, de los cuales 24 millones pueden ser vientres en producción.
Y aquí se encuentra el talón de Aquiles. Según Jorge Cazenave, presidente de la Fundación de la Facultad de Agronomía de la UBA, por mala alimentación y desconocimiento, el porcentaje de terneros logrados en la Argentina es de 63%. Y el de preñez de vacas, 70%.
“En mis primeras armas como asesor CREA, allá por la década del 60, la cría argentina tenía un índice de reproducción de alrededor del 60%. Los rendimientos nacionales de trigo eran 1.200 kilos por hectárea, el maíz llegaba a los 4.000 kilos, la soja no existía y el girasol andaba por los 1.000 kilos también por hectárea. Hoy los rendimientos de los cultivos han sido ampliamente superados pero la cría de ganado no mejoró”. Cazenave no niega que los avances en la agricultura se logran a expensas de correr a las vacas de las mejores tierras y que ese proceso se hizo sin disminuir el stock vacuno, salvo por las políticas de la administración K. Hubo otro hecho y son los feedlot, esos hoteles para vacunos que mejoraron los ritmos de engorde.
"En Estados Unidos destetan más de 85 terneros cada 100 vacas, algo que les permitió reducir el stock ganadero de 120 millones de cabezas a alrededor de 90 millones y, al mismo tiempo aumentar la producción de carne", suelta Cazenave.
Este ex agregado agrícola en EE.UU. amplía: "Si Argentina tuviera la productividad de las vacas de EE.UU, podría faenar unos 5 millones de animales más o producir la misma cantidad con casi 5 millones menos de vacas. Esto ayudaría a reducir la emisión de metano con su consiguiente efecto ambiental". Y habría carne para todos.
De acuerdo con el consultor Víctor Tonelli hay una gran dispersión en la productividad. Así, mientras el porcentaje de ternero logrado en la provincia de Buenos Aires llega al 70%, en Corrientes, en las provincias del Litoral y en el NOA no araña el 50%.
Por cierto, en un escenario de recuperación de precios, a costa del consumidor doméstico y con tecnología al nivel de los mejores países ganaderos y cada vez más accesible, Argentina ya no puede darse el lujo de que sus vacas casi no se preñen.
Por Silvia Naishtat