Ha surgido un pseudo-debate reciente acerca de las verdaderas motivaciones que llevan a la activista ambiental sueca Greta Thunberg a difundir su mensaje por el mundo. Incluso se ha especulado si detrás de ella hay grupos corporativos con siniestros intereses, o si hay alguna mano política tratando de desviar la atención hacia temas menos relevantes. Si hay algo que nunca se detendrá es la increíble creatividad de los ‘conspiranoicos’.
Otros señalan que la jovencita recibe una sobredosis de publicidad, mientras hay miles de activistas por todo el mundo que nadie registra. Y es verdad que alrededor de esta adolescente hay una parafernalia comunicacional que impulsa su mensaje, pero seamos sinceros, para captar la atención de los medios de comunicación primero hay que ser creativos y atractivos como para tener un espacio dentro de los hechos que podrían transformarse en noticia. Y la gente que está junto a Greta lo sabe y lo aprovecha, en pocos meses logró lo que el movimiento ecologista no pudo o no supo hacer desde los años ’60: sentarse junto a los líderes globales para enrostrarles que dejan un mundo con 900 millones de personas que pasan hambre mientras se tiran 1.300 millones de toneladas de alimentos al año, que una de cada ocho personas vive en la pobreza extrema, que hay 200 millones de desempleados en todo el mundo y que seis millones de niños mueren antes de los 5 años por causas prevenibles.
Pero ella es solo una pequeña mensajera, que hace un tremendo esfuerzo para superar sus limitaciones personales. El ecologismo es portador de malas noticias que pocos quieren escuchar, pero a la vez hay en todo esto un mensaje de esperanza de que las cosas mejorarán. Esta militante es solo un emergente global que reúne a millones de jóvenes que se hartaron de las mentiras de la realpolitik, que viene prometiendo la solución al cambio climático desde que alguien le puso nombre a este desastre global.
Greta era simpática hasta que mencionó a Argentina y Brasil como grandes contaminadores. Atacó el sistema de producción ganadera como uno de los responsables del cambio climático, y fue entonces que desde las profundidades saltaron algunos interesados a pegarle a una niña con TEA (trastorno del espectro autista) como si con ello pudieran descargar su impotencia ante la contundencia de su mensaje. Ocurre que lo que dijo Greta Thunberg es cierto, nada más que eso, y ya sabemos que la verdad a veces duele. La ganadería (y en especial la vacuna) es responsable de aproximadamente el 14% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero inducidas por el ser humano y que modifican el clima planetario, y la carne y leche vacuna contribuye con el 70% de esta cifra a nivel global. Estas son cifras oficiales o provenientes de instituciones científicas.
Para 2014 las emisiones de Argentina eran de 368,3 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente, de las cuales la ganadería contribuyó con el 39,2%, solo superada por el sector energético. Somos pequeños pero como nuestras actividades agrícola-ganaderas e industriales son ineficientes, contaminamos más.
Al final Greta no estaba tan equivocada.