Pesaba la mochila de cuatro derrotas consecutivas. Había que jugar en casa con tanta presión y con un público que ya demostró haber perdido la paciencia.
Sin embargo, ayer sacó a relucir el condimento extra que pedían los hinchas para jugar esta clase de partidos y Huracán Las Heras fue otro. Siempre hablando desde las ganas y la actitud, porque desde el juego siguió siendo el mismo.
Apático, casi sin ideas, quebró al CEC en una pelota parada y no mucho más. Ni siquiera cuando el visitante se quedó con uno menos por la torpeza de Agustín Roques pudo complicar.
Apenas Matías Guardia se anima a esconderla bajo la suela. El resto prefiere el pelotazo largo para que Matías Minich se desgaste en roces innecesarios ante los centrales. No se aprovecha la velocidad de Paul Martín por las bandas y falta convencimiento para llegar al área rival.
La victoria se construyó con esfuerzo, transpirando más de la cuenta ante un rival que jamás logró ponerse de frente a la valla de Luis Bonacci. Jugó siempre de espaldas, apretado por las marcas y apenas se puede resaltar el cabezazo de Yoel Frites, en el primer tiempo, que provocó la buena reacción del “1” lasherino.
El triunfo de la semana pasada ante Luján SC fue sólo un espejismo en medio de tanta sed. No es casualidad este presente del CEC, que luce sin potencia, que se quedó sin argumentos para seguir soñando con pelear un ascenso y que deberá analizar las causas de esta despedida inesperada, teniendo en cuenta que arrancó el certamen con tres triunfos consecutivos y con un nivel que ilusionaba.
Ahora es el tiempo del Globo. Sigue con chances de meterse en la Segunda Fase, aunque todavía depende de algunos resultados. Si hoy Palmira no abrocha un triunfo, comenzará a recuperar la fe. Sin embargo, todavía no dependerá de si mismo porque en la definición mano a mano, gana el Jarillero.
