Jugadores mendigando; clubes de Primera haciendo una vaquita para destinarle más dinero al Ascenso; partidos sin público visitante; los barras deambulando impunemente; estadios ruinosos; dirigentes responsables de hundir al fútbol argentino por la irresponsabilidad de malgastar o malversar dinero.
La abolición sistemática de la gambeta, fue una de las etapas cubiertas en el plan de transformación del fútbol en esto que ahora, no siendo ya juego, ha pasado a ser trabajo.
Y que como monótono que suele resultar todo trabajo, ha perdido espectadores; y al perder espectadores, agudiza el caos económico que el fútbol profesional argentino arrastra de muchos años.
Realidad sintética: en 1954, con 16 millones de habitantes, AFA vendía 15.000 entradas promedio por partido, la misma cifra que se venden hoy con más de 40 millones de habitantes.
Pero hay síntomas de reivindicación de la gambeta, la que no harán los futbolistas sino los dirigentes en este caso. Aquí no me refiero al arabesco que se hace sobre el césped. El objetivo, ahora, es gambetear a la pobreza, que mucho tiene que ver con la extinción del juego en las canchas. Y el dribbling ha empezado fuera de ellas.
La situación se agrava cuando miramos el fútbol mendocino. De las canchas llenas que había hasta mediados de los 80 a las tribunas despobladas de hoy. Con clubes que tienen que pagar operativos policiales innecesarios, porque los efectivos no tienen a quienes “cuidar”.
Es real que la culpabilidad tiene que ver con la decisión de un Consejo Federal que se fue fagocitando a su estructura que es gigantesca con 200 ligas, 3.600 clubes, 11.000 árbitros y más de un millón de jugadores que intentan vivir de esto. Una industria inmensa, pero que se quedará sin manos de obra si seguimos por este camino.
Es por eso que uno no debe extrañarse cuando repasa los planteles de los equipos mendocinos en competencias nacionales y ve que hay ausencias de mendocinos. O pasa a ser noticia el chico que sin lugar en los equipos locales termina siendo estrella en el exterior.
Para nombrar algunos casos podemos hablar del Pity Martínez, Franco Di Santo y hasta Valentín Castellanos de quien esta semana se conoció viajará a entrenarse con el Manchester City.
Eso viene cambiando desde la nueva conducción del Consejo Federal, desde el que se busca que las ligas ya no tengan que acatar todo lo que se les indica y puedan tener voz y voto.
Son conscientes que hasta ahora es imposible organizar un torneo competitivo con tanto regionales jugándose simultáneamente y perdían seriedad cuando después de tener a sus representantes llegaban invitaciones por la ventana desde la Capital Federal. Algo hay que hacer para que la gente vuelva a interesarse en poder disfrutar de un partido como una fiesta.
En Uruguay se ha planteado la misma situación y se proyecta un programa para recuperar 1.000.000 de espectadores que se han perdido en los últimos años. Entre otras cosas se basa en vender un abono mensual barato y que le permita al adquiriente poder ir a uno de los partidos de ese mes acompañado por una mujer y un menor, los que entrarían gratis.
Una buena opción para pensar. Es verdad que en la provincia sería necesario que el Estado vuelva a subvencionar los operativos policiales, porque allí está el mayor gasto, aunque hoy sin público visitante, las probabilidades de que hayan actos de violencia en las canchas se ha reducido.
El fútbol, la pasión sin igual de los argentinos, cumple también un rol social.
En el propio Uruguay algunas vez se propuso no cobrar entradas, lo que hacía que no tuvieran que haber taquilleros, controles y policías. A cambio se dejaba una alcancía para que los hinchas, a la salida, aportaran los que a su juicio mereciera el espectáculo. Una fórmula copiada del arte y que comúnmente es conocida como “gorra”.
Claro que para eso habrá que apostar a recuperar el amor por el buen juego, la defensa de los principios de la actividad. Querer a la pelota y darle su lugar a la gambeta.
Pero por sobre todo defender nuestro producto. No se puede seguir teniendo partidos martes, miércoles y jueves, cuando la gente de a pie está trabajando porque hay otros que tienen prioridad horaria, a veces sin ser clubes autóctonos, como ha sido el caso de River en las últimas semanas. Recordemos que por la venida de la Copa Argentina a Mendoza, hubo casos de clubes, como Gutiérrez que tuvieron que jugar un sábado a la mañana.
Mientras se piensa en chiquito, se retrocede. Y sólo se deja en evidencia que a los nuevos “gambeteadores del fútbol” además de cintura y destrezas apropiadas les falta dominio de la pelota.