Por Fabián Galdi - editor de MÁS Deportes digital -
El concepto le corresponde a Héctor Veira, quien llevó in extremis su percepción sensorial respecto del grado de tensión que debe vivir un entrenador de fútbol en la Argentina. El Bambino, con una definición de su sello, marcó que el lugar del DT en el banco de suplentes es semejante al de sentarse en la silla eléctrica. Metáfora en grado grandilocuente, al fin, pero cuya aplicación en nuestro país recorre cualquiera de las categorías del fútbol nacional. Se gana: sirve; no se gana: fracasa. Y no parece haber términos medios con procesos a mediano o largo plazo, sencillamente porque éstos no existen en una profesión de riesgo en la cual parece convivir el fantasma de la despedida del cargo desde el mismo momento en el cual se acaba de firmar el contrato con el club o asociación vinculante. En algunos casos se llega al grotesco: vínculos que entran en zona de sospecha a los pocos meses y que finalizan antes de la mitad del convenio. Luego, claro, asoman los problemas relativos a la desvinculación y sobre todo a las indemnizaciones o a los juicios laborales, que en buena parte de los casos son la herencia que recibe la comisión directiva por venir.
El caso más emblemático que deja este año es el de Edgardo Bauza en su llegada a La Selección. Con un balance positivo en el Sao Paulo, en el que logró llevarlo hasta la semifinales de la pasada Copa Libertadores, tras tres años de fracasos del club brasileño, abandonó su puesto para tomar el hierro caliente que significaba cubrir el espacio vacante que había dejado Gerardo Martino tras su renuncia al seleccionado argentino luego de la Copa América Centenario. Más allá de la importancia y de la responsabilidad que implica el puesto, lo cierto es que el Patón siempre sintió que había llegado por descarte y no por una propuesta seria. Su nombre apareció después de los sondeos con colegas de la talla de Diego Simeone, Jorge Sampaoli o Mauricio Pochettino, entre otros. Y encima en medio de la anarquía visibilizada en la AFA, con una virtual acefalía por la decisión de Luis Segura para desaparecer del centro de la escena y así preocuparse más por su propia situación personal con respecto a los escándalos del FIFAgate o la sucesión de la Conmebol.
Tras un comienzo alentador con el 1-0 a Uruguay en Mendoza, la energía positiva que se irradió en el Malvinas Argentinas trocó en una luz amarilla con la performance desnivelada en altas y bajas tras el 2-2 frente a la Vinotinto, en Venezuela. Y el momento más zozobrante de este mini ciclo se dio en la serie siguiente luego del 1-1 ante Perú, en Lima, con el regreso goleador de Gonzalo Higuain y poco después el hecho impensado de la derrota 1-0 ante los paraguayos en el Kempes, la noche en la que Kun Agüero marró un penal. Sólo la reinserción de Lionel Messi permitió reencauzar la nave después de la flojísima producción en la goleada (0-3) recibida ante el Brasil de Neymar en Belo Horizonte. En plena recuperación y con una performance superlativa, el astro de Barça le dio a Bauza una vida más producto del tranquilizador 3-0 sobre la Colombia de Pekerman. Marzo próximo, vs Chile - casi seguramente en La Bombonera - y luego ante Bolivia, donde probablemente el seleccionado vaya sin varias de sus principales estrellas al #Hernando Siles de LaPaz, será el mes clave para saber cómo quedará posicionado el equipo argentino de cara a la clasificación rumbo a Rusia 2018. Si los resultados no acompañan, la presión para el cuerpo técnico aumentará la tensión.
Como un avezado piloto de tormentas, Edgardo Bauza intenta llegar hasta Rusia 2018. (Archivo)
Un caso paradigmático se da con Marcelo Gallardo, cuya valoración pasó vaivenes marcados desde situarse en el fondo del pozo tras la derrota de River Plate frente a Boca Juniors en el Superclásico hasta tomar el efecto envión hacia arriba gracias a la obtención de la Copa Argentina en una final apasionante contra Rosario Central. ¿Qué habría sucedido si hubiera sido al revés? Al hincha millonario le costará reponerse tras la goleada (2-4) recibida en casa y con el valor agregado de una actuación premium de Carlos Tevez, el mismo que en 2004 se ganara el lugar a lugar al insulto luego de su festejo - a lo gallinita - en la semifinal de la Libertadores y que el año pasado, en su regreso al xeneize, dejara una frase irónica tras el 1-0 en el Monumental: 'Todo volvió a la normalidad'. Cuatro días después, en Córdoba y durante un juego tan cambiante como emotivo, la imagen del Muñeco repuntó hasta hacer borrar las secuelas del revés con el archirrival clásico. Una caída ante los canallas habría dejado en ojo de la tormenta a un entrenador identificado con el éxito...a pesar de una hipotética doble caída repentina. Inclusive, hasta el propio referente millonario está dudando en seguir o no y ya adelanto que le comunicará su decisión a los dirigentes antes de fin de año.
Godoy Cruz fue testigo del anuncio de la despedida de Sebastián Méndez, un entrenador que estaba a las puertas de conducir por primera vez a un plantel de futbolistas en una Copa Libertadores como la del año entrante. Sus explicaciones a mitad de la semana pasada en relación a que "extrañaba mucho" a su familia parece no cerrar con una toma de decisión por cierto drástica. El Gallego no estaba dirigiendo en #Qatar, #Japón o #China - por citar destinos alejados - sino sólo a una hora y media de vuelo. La sospecha de que ese silenzio stampa esconde otros motivos de fondo se alimenta de por qué en los últimos casi todos los técnicos del Tomba decidieron cortar el vínculo de manera propia, tales los casos de Diego Cocca, Omar Asad y Jorge Da Silva, por ejemplo, más allá de los egresos de Enzo Trossero, Nery Pumpido y Gabriel Heinze por malos resultados. Llamativo, sin dudas, porque el actual cuerpo técnico -independientemente de la salida del ayudante de campo Fabio Talarico-venía cumpiendo un proceso de transición y apuntaba a consolidarse con vistas a encarar el máximo torneo continental de clubes.
El 'Gallego' se despidió de antemano y su excusa fue 'motivos personales'. (Archivo/Los Andes).
En la concepción del rol que asume el hincha argentino hoy día prima la ansiedad de ser reconocido en modo protagonismo, sin importar el cómo y el por qué. Ésa definición que aporta la psicología social con el nombre de hiperideación significa que el aficionado está pendiente en todo momento y lugar respecto del destino que tendrá su equipo favorito durante 90 minutos. Y el no siempre regular el control de las emociones se convierte en un foco de tensión permanente. Esta cuestión remite directamente hacia los conductores grupales, quienes están presionados sin tener derecho al descanso ni siquiera en sus vacaciones. De nada vale comparar procesos largos como los que tuvo Alex Ferguson en Manchester United o tiene Arsene Wenger en el Arsenal. En la Argentina sobran los cortocircuitos en el ecosistema futbolístico, pero nunca - permítase el juego de palabras - para que la silla eléctrica esté desenchufada.