Cuando sale a la calle, Gabriel Nobiltá quiere sentirse tranquilo, quiere estar libre. En su caso y, entre otros componentes, esa sensación se la da la ausencia de un teléfono móvil.
Por pura elección transforma piezas electrónicas en esculturas cinéticas del mismo modo que elige no portar un celular para no sentirse invadido. Hace unos seis años, un pico de estrés y cierta adicción al trabajo, lo llevaron, por recomendación de su hermana, a tomar un taller de vitrofusión y a partir de ahí se sintió llamado para conectarse con el arte.
Más tarde conoció a Omara Serú por su calidad artística y cuando surgió la posibilidad, además de adquirir obra suya, alquiló un pequeño y encantador espacio en la casa donde vive, trabaja y expone la pintora, en San José, Guaymallén.
"Me parece muy interesante el trabajo de Gabriel, que combina su sapiencia tecnológica, que ha adquirido de oficio, con el arte y el reciclado. Su escultura con movimiento, sensorial y óptica, es también conceptual y significativa. Él quiere decir cosas y las dice, lo cual le agrega una mirada nueva", considera Omara sobre el hombre que además crea y programa máquinas automáticas de riego para una compañía y con quien pronto diseñará una línea de joyería con el saber hacer de cada uno y con las ganas propias de entablar ese juego.
En el "museíto" de Gabriel, ubicado en el primer piso de Casa Serú, se exhiben algunas de sus obras tridimensionales, sonoras y móviles, como también aparatos electrónicos que hoy son parte de la antigüedad y de su colección: computadoras, máquinas de escribir, teléfonos, videojuegos, reproductores de música y los hallazgos que suma, a veces porque llegan a sus manos como donaciones para su obra y otras porque adquiere con intenciones de atesorar.
Este doble propósito, el de crear con partes de dispositivos electrónicos del pasado o sin arreglo piezas escultóricas, y el de conservar como registro y como memoria los objetos de otro tiempo, son para él puentes comunicativos y herramientas que en la creación parecieran no tener límites.
Un calendario maya hecho de discos y lámparas gira y marca, en caso de ser así programado, los trece meses de veinte días en los que los tonos lunares y los sellos solares fueron representados por esta cultura maravillosa. En "Noche tótem", en cambio, la voz recitada de Oliverio Girondo es el telón de fondo que acompaña su obra y que sigue al mismo tiempo, con su esqueleto de máquina, las palabras del poeta de forma estática y aleatoria.
A su computadora de estilo steampunk, Gabriel Nobiltá también llevó su arte. La pantalla sin plásticos y el teclado con piezas de una olvidada máquina de escribir acompañan los parlantes de cobre y el micrófono viejo que pronto entrará en uso.
"Esta es una protesta hacia los gobiernos colonialistas", señala Nobiltá y enchufa una escultura dispuesta sobre un plinto. "Aquí está el Tío Sam dándole a la maquinaria de la guerra y transformando la sangre en dólares. Hay restos de impresoras, maderas recicladas, computadoras y motores todos recuperados", explica, y agrega que sólo adquirió lo que no pudo conseguir de otro modo: un microprocesador, una memoria, una placa y estaño.
"Hace tres meses empecé a dibujar con intenciones de aprender y llevar ilustraciones a la pintura, algo que estoy aprendiendo con Omara. Cuando no tengo los materiales para avanzar por algún motivo con las esculturas está bueno pasar a otra cosa y en mi caso es dibujar o escribir poemas, que se resuelve con un lápiz y un papel o con la máquina de escribir", una Remington de 1947 que mira a la ventana y tiene a su lado tres ejemplares de su libro de tautogramas "Letras con Alma", donde las palabras tejen un mensaje que comienza con la misma letra.
Sus talleres de arte y electrónica conquistan a grandes y chicos y en los encuentros las ocurrencias buscan su materialidad, desde un dragón de peluche que pronto moverá sus alas hasta una prenda de vestir que tendrá un bordado con luces.
“Actualmente trabajo en una escultura que es una obra de teatro en miniatura y que lleva treinta motores, treinta personajes”, apunta Nobiltá sobre este quehacer que cuando descubrió ya no pudo soltar y que tiene como antecedentes una infancia de vivencias sin mediación tecnológica y una adolescencia marcada por la curiosidad despierta de abrir, desarmar y llegar al corazón de los primeros dispositivos utilitarios que ingresaron a su casa.
El programa
Noche de jazz en Casa Serú
Este 9 de febrero, el espacio de Guaymallén se viste de música y fiesta para recibir a la cantante Lilen Graziosi, el guitarrista y compositor Sebastián Kusselman, el percusionista Matías Gorordo y el violinista Rodolfo Castagnolo. La entrada tiene un valor de $150 y la invitación es a las 22.
En el lugar se pueden recorrer las obras y el "museíto" de electrónica de Gabriel Nobiltá, así como la imponente colección de pinturas de Omara Serú.
Habrá vino y comida a la venta. Güemes 580, San José.
Informes: 431-9113.