De “pibe” le gustaba dibujar y en su casa, dice, eso no era mal visto. Gabriel Fernández (41) creció en compañía de publicaciones de historieta e ilustraciones, al alcance del cine, la radio, la literatura y la música. El arte en todas sus formas, como lenguaje y como juego, como filosofía y como búsqueda. “Yo creo que la culpa de todo la tienen mis viejos, la Lilia y el Adolfo.
Prueba de ello es que su otro hijo, mi hermano Benjamín, es músico”, afirma por escrito el dibujante, escultor y grabador, de larga trayectoria en los medios gráficos de nuestro país; sin ir más lejos su trabajo como ilustrador en Los Andes. Rastrear artistas en su familia es dar con el tío Arturo Gonzales, escultor radicado en España o sus hijos: músicos, ilustradores, historiadores del arte. La culpa la tienen sus padres.
El próximo martes, a las 20.30, el Espacio de Arte de la UTN lo tiene como protagonista y autor de “Déjà vu”, una serie de 18 obras, entre grabados y dibujos, “con una vuelta de tuerca” que va del control obsesivo al salpicón y el garabato. “Yo hago lo que ya hicieron otros y lo que vi, claro está. La memoria los ordena mal, los desvirtúa y los mezcla, por eso luego uno se cree que son propios. Desde ese punto de vista, hacer es tratar de entender lo que uno vio”, explica.
En el Espacio Joven y seleccionado por concurso, lo acompaña la “Crítica constructiva” del pintor Jonás Fernández (24), que al igual que su colega se formó en la Escuela Provincial de Bellas Artes y continuó sus estudios en la carrera de Artes Plásticas de la UNCuyo.
De aquellos años, Gabriel recuerda las enseñanzas en la diversidad, la estructura y el oficio. También los amigos. De la memoria rescata a los muertos por nostalgia y por el olvido al que muchas veces son condenados los que ya no están: “Por eso conviene mencionar la limpieza dentro del caos en la obra de Carlos Gómez, las charlas melancólicas y eruditas de Alberto Musso, la vehemencia de Ricardo Scilipoti, la coqueta locura de la Eliana Molinelli, y de Eduardo Tejón su equilibrio y su talento. En parte yo soy consecuencia de las palabras de estos tipos”.
La idea que mastica, la que se vuelve imagen, el objeto diluido, el interés por el hombre, su anatomía, el paso del tiempo, el conocimiento. Lo sugerente. La curadora Natalia Cabrera rescata estos aspectos de una obra que interpela al espectador para pensar en lo previo, lo visto y lo experimentado.
“Lo indispensable es el impulso de hacer y antes todavía, la costumbre de elucubrar; mis trabajos parten de esas necesidades. En lo que hago hay diferentes versiones al mismo tiempo en el mismo papel, ojalá también, hayan varios recorridos y formas de mirarlos. Son trabajos que intentan sostener muchas posibilidades a la vez sin abandonar ninguna, por eso casi siempre me salen enmarañados y múltiples. Otras cuestiones frecuentes además del gusto por lo dramático y el humor negro, es el interés por los aspectos narrativos de la imagen”, asegura el creador mendocino.
Licenciado en artes visuales, profesor universitario, Primer Premio en ilustraciones y caricaturas por la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (2004/2007), Primer Premio en el Salón Vendimia en Grabado (2005), Tercer Premio en el Salón Nacional de Artes Visuales sección Grabado (2004). Obras en colecciones públicas y privadas de Alemania, Nueva Zelanda, Sudáfrica, México, Chile y Argentina.
“Gabriel Fernández es un artista, y esta afirmación no debe ser tomada como un lugar común o una invitación a “ya no pensar en eso”. No es un título, ni una cucarda que se exhiba en fiestas propicias, es una actitud vital, a veces dolorosa y siempre irrenunciable, pero que sobre todo, está sustentada por una obra plástica de un peso específico enorme. No digo esto sólo porque sus trabajos posean una belleza conmovedora sino además porque son capaces de contagiar y de enseñar”, escribe en su blog el artista Fernando Rosas.
Referentes. Consultarle a Fernández sobre sus influencias es invitarlo a pensar en un numeroso listado, algunos desconocidos por la distancia en el tiempo y en el espacio y otros con los que tiene el placer de compartir la cercanía: “El flaco Rigattieri, el Julito Melto, el Fernando Rosas, el Toti Reynaud y el Cris Delhez, mi muy querido maestro”. También Carlos Nine, Luis Scafati, Carlos Alonso, Klimt, Schiele, Paul Wunderlich, Golucho, Bernini, Carpeaux o Rodin, “entre muchísimos otros”.
Dibujante, escultor y grabador. ¿De qué depende? “No sé muy bien de qué depende, a mí lo que me gustan son principalmente las ideas, algunas puramente visuales y otras discursivas. Ellas buscan solas su canal y a veces se reiteran en disciplinas distintas; hay esculturas, por ejemplo, que fueron primero un dibujo. Otras que son un cuento. Prefiero ver a las diferentes disciplinas de forma dinámica, como posibilidades de una idea en desarrollo. En cuanto a las seguridades; yo nunca estuve muy seguro de nada, lo mío es la duda y quizás ese sea el motor de mis investigaciones”.
El pintor que construye
El Espacio Joven de la UTN, Rodríguez 273 de Ciudad, es destinado a la obra de Jonás Fernández, quien expone “Crítica constructiva”, con pinturas realizadas en técnicas mixtas, mezcla de esmalte sintético, acrílico, látex, acuarela, óleo y collage donde integra lenguajes en soportes como madera, papel, tela y cartón.
“Es una exposición con un enfoque crítico sobre la existencia y la realidad temporal en que uno vive”, expresa. Así es como la religión, la prostitución, lo pecaminoso y la moral son abordados por este joven pintor que busca provocar mediante formas gestuales y espontáneas, acumulación de mensajes y una soltura en el trazo que convive apasionadamente con el color.