El hombre trabajó siempre, pero la preocupación intelectual sobre el trabajo humano es propia de la modernidad, cuando el trabajo remunerado en la sociedad industrial terminó con el muy rentable tráfico de esclavos que signó siglos de nuestra vida colonial.
Este concepto se aplica a una relación exclusiva y excluyente entre empleador y asalariado en un contexto que tenía como elemento innovador a la máquina. El mercado impuso un conjunto de supuestos, fortalecidos mediante la educación elemental: el trabajo es una obligación moral del individuo, es la forma en que puede ¿sostener? a su familia.
La sobre-valoración del trabajo en la vida del hombre explica vocaciones y justifica decisiones respecto al estudio y aprendizaje profesional en su vida adulta.
Estas creencias abonaron el culto al trabajo remunerado sobre base horaria. Llevado al extremo de admirar la sobre-ocupación. Lo desconcertante es que productividad y calidad disminuyen con el exceso de horas; aumenta la tasa de errores y problemas de seguridad en los trabajadores industriales, y para los trabajadores del conocimiento la fatiga y falta de sueño dificulta realizar actividades de un alto nivel cognitivo.
Un ejemplo de este grave error lo brindan los abogados estadounidenses cuyo trabajo se factura por horas, con lo que se los recompensa más por trabajar más tiempo, no por hacerlo inteligentemente.
Otro efecto preocupante de esta concepción es la creencia de que las empresas pueden recuperarse de las crisis reduciendo gastos y recortando la nómina salarial, variable de ajuste que puede costar aún más en términos de pérdida de su capital intelectual.
Este modelo trajo un gran y acelerado crecimiento económico, sobre todo en el siglo XX, pero el 1% de la población posee más de la mitad de la riqueza global, y menos de 200 corporaciones controlan el mayor conglomerado económico del mundo.
Casi la mitad de la población mundial (3.184 millones de personas), con una riqueza inferior a los 10.000 dólares, sólo suma el 3,3% de la riqueza del planeta y 4.219 millones (91,8% de la población adulta mundial) tan sólo acumula el 17,7% de la riqueza total. Queda claro que a lo largo de siglos, la riqueza mundial creada mediante el trabajo fue poseída y controlada por una reducida minoría.
Decíamos en el primer informe Estado del Futuro 1997 del Millennium Project que uno de quince problemas globales a afrontar en los siguientes 25 años era el cambio en la naturaleza del trabajo.
A las razones tecnológicas que han modificado sustancialmente la forma en que se realizan todos los trabajos en el mundo, un nuevo modo de producción de riqueza ha ido reemplazando el tradicional sistema fabril por las denominadas "industrias de la información" o la producción de bienes y servicios en el marco de la sociedad de la información.
El paso de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento explica este cambio. Pasamos de trabajadores compitiendo por puestos de trabajo a un hombre cuyas capacidades pueden ser requeridas globalmente; del predominio de los trabajos rutinarios o de base física a los de producción de contenidos simbólicos.
Globalización mediante, cada vez más se moverá el empleo porque las grandes corporaciones buscan combinar bajo costo y talento calificado, allí donde se encuentren. Asimismo la deslocalización de la actividad laboral, la creciente externalización de puestos de trabajo; déficit de trabajadores de alto nivel de conocimientos; adopción de modalidades descentralizadas como el homework, marcan esta transformación fundamental.
El desempleo tecnológico keynesiano es hoy la tendencia a automatizar todo lo que se pueda realizar con menor intervención del hombre en todo tipo de actividad. Otros aspectos del cambio destacables son: del trabajo permanente o de por vida a la rotación constante por puestos de trabajo en cualquier lugar; el fin del culto al trabajo y del sobretrabajo sin descanso o vacaciones; y también el mito de la riqueza que se construye sobre el trabajo "honrado" y su capacidad de garantizar la dignidad del hombre.
Al considerar este creciente conjunto de variables y tendencias se valoriza la relación trabajo-contexto, donde estos son cada vez mas diversos y complejos.
En esta perspectiva, Illya Prigogine, premio Nobel de Física, destacaba: "La democracia y el capitalismo son sistemas de conciencia... La gente no se percata de ello, pero su mente está determinada por estos sistemas... Tanto la democracia como el capitalismo son sistemas que contienen sus propios valores, lo que significa que uno sólo puede participar en ellos si los acepta. Incluso valores de índole trascendental -sobre la justicia, la felicidad y demás- están dentro de este tipo de sistemas. Los ciudadanos deben entregar sus mentes al sistema, que no es político o económico, sino un sistema de conciencia".
Esto se comprobó con la crisis argentina de 2001, cuando la gran cantidad de menores de 12 a 25 años que no asistían a la escuela o al secundario y que no tenían trabajo alguno, planteaba la necesidad de políticas públicas adecuadas para evitar que cayeran en la marginalidad, en la exclusión o se deslizaran al mundo del delito y la ilegalidad.
Desafortunadamente, la dirigencia social no vio esta problemática que se agudizó con la crisis económica global de 2009, que sumó más de 50 millones de desempleados nuevos a nivel mundial, según estimaciones de la OIT, aun cuando América Latina la sufrió en menor grado que el mundo desarrollado.
Frente a este panorama, ¿cuáles serán las áreas laborales o actividades profesionales que tendrán más potencial de desarrollo en el futuro?.
Un primer campo signado por los desarrollos de la genética, la biotecnología, las neurociencias, los estudios de imágenes y las nanotecnologías radica en el campo de la salud o las ciencias de la vida. Las mejores perspectivas asoman para la enfermería. El desarrollo de nuevas y cada vez más complejas tecnologías en el campo de la atención preventiva y regenerativa; el envejecimiento de la población por la extensión de la expectativa de vida, supondrán un creciente número de pacientes que requieren cuidados, en hospitales, consultorios médicos, centros de atención a largo plazo e incluso casas particulares.
La historia de la salud digital y otros increíbles desarrollos como la impresión de órganos en 3D crearán nuevos puestos de trabajo para los técnicos, y para auxiliares fisioterapeutas. La aparición de nuevas enfermedades y virus re-emergentes requerirá de más y mejores epidemiólogos.
La computación distribuida, ubicua, cuántica, sensorial, la web social, la web semántica, internet de las cosas y otras tendencias acrecentarán la demanda de seguridad cibernética más sofisticada. Luego está la creciente demanda de los desarrolladores de aplicaciones de software para aplicaciones en tabletas y teléfonos inteligentes.
En el otro extremo ciertos trabajos manuales se verán muy demandados: los relacionados con la construcción de nuevos desafíos edilicios u obras públicas y las necesidades de mantenimiento, como plomeros, electricistas, pintores, carpinteros, con cada vez más componentes tecnológicos.
Nuevas y aún no desarrolladas profesiones, como urbanismo humano, protección de sistemas medioambientales, especialistas en resiliencia. Servicios basados en la información y el análisis de inteligencia como el asesoramiento personal en relación con la educación, el trabajo, la economía y finanzas personales requerirán nuevas y sofisticadas profesiones.
Estos son algunos, pero más de la mitad de los trabajos del futuro aún no han sido inventados.
Todo esto debiera ser materia de urgente y profundo estudio de funcionarios y autoridades en los ámbitos de trabajo, educación, ciencia y tecnología, tanto como por directivos y responsables de instituciones educativas, y desde luego las propias empresas. No hacerlo a tiempo nos condenará al emparche asistencialista, cuando debemos prevenir y anticipar porque está en juego la propia vida de nuestra gente.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de diario Los Andes.