Fútbol: una muerte más y van...

Un joven murió en la tribuna de un estadio en Córdoba por el simple hecho de haber sido denunciado de ser hincha de otro club. La violencia sigue ganando espacios en el fútbol sin que nadie haga nada, a pesar de que funcionarios y dirigentes conocen en pr

Fútbol: una muerte más y van...

La muerte de Emanuel Balbo, al caer de la tribuna del estadio mundialista de Córdoba, vuelve a enlutar al fútbol de nuestro país, pero lo más grave es que es muy factible que todo pase como si nada hubiera ocurrido. Es la constante que se mantiene a lo largo del tiempo y que ha llevado a que sean 318 las víctimas por la violencia en 95 años de las disputas deportivas. Todos hacen público su arrepentimiento; todos señalan que es necesario un cambio; todos se rasgan las vestiduras pero nadie hace una autocrítica; nadie modifica nada y todo termina siendo igual.

La gran pregunta pasa por establecer si lo sucedido en la cancha responde a un tipo de violencia que se da en ese deporte en particular o si el fútbol es el reflejo de una sociedad violenta. Puede ser que se trate de un mix entre ambos aspectos, porque es cierto y concreto que la sociedad se ha vuelto más violenta. Esta situación se manifiesta a simple vista en las calles, en las discusiones por simples maniobras en la conducción de un vehículo o en temas más simples. Se observa también en la situación que se vive en la grieta que cada vez se abre más en el plano de la política, donde los tonos de voz intentan imponerse por sobre la razón. Este aspecto también se repite en la violencia cada vez más extrema en los casos de hechos delictivos.

Habría que agregar que el fútbol cuenta con otros condimentos que llevan a pensar que los violentos cuentan con el lugar adecuado para desarrollar sus actividades. Donde los barrabravas son amos y señores por el simple hecho de contar con un padrino que los cubre y que les permite hacer pingües negocios a través de cuida coches -en connivencia en este caso con autoridades policiales-; con entradas "de favor" que revenden para quedarse con la diferencia; para el manejo de los carros de choripán o de las cantinas de los clubes y así por el estilo. Barrabravas que contaron también con la bendición oficial, como sucedió con aquellas famosas y tristemente célebres Hinchadas Unidas Argentinas que el entonces presidente Néstor Kirchner organizó para que "representaran" a la Argentina en el mundial de Sudáfrica, pero que no alcanzaron a cumplir su cometido por haber sido expulsados de aquel país debido a los antecedentes violentos con que contaban.

Durante la anterior gestión gubernamental hubo muchas promesas sobre medidas para terminar con la violencia en el fútbol pero se hizo muy poco y era lógico que así ocurriera en razón de que el ministro del Interior y posterior jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, era presidente del club Quilmes. En el actual gobierno todos esperan un cambio, en razón de que el Presidente Mauricio Macri conoce acabadamente la situación por su pasado como titular de uno de los clubes más importantes de la Argentina. Paralelamente, desde el organismo rector del fútbol, la AFA, se anticipan duras sanciones, aunque sus dirigentes están más preocupados por dirimir las diferencias internas que por cuidar la seguridad y la vida de quienes concurren, cada vez en menor cantidad, a los estadios.

Días pasados, durante un programa de televisión, un extrovertido Marcos Di Palma, corredor de Turismo de Carretera, puso un ejemplo que refleja con claridad la situación. Dijo que las diferencias entre Ford y Chevrolet son históricas y que cada una de las marcas cuenta con fanáticos que conviven en la misma tribuna, concurren con sus banderas y alientan sin que haya ningún tipo de violencia. "Eso sólo pasa en el fútbol", dijo. Más claro imposible, lo que determina que la violencia en el fútbol está en manos de unos pocos que, a la vez, son funcionarios y dirigentes de clubes. La sociedad reclama y exige un cambio y si éste no se produce, las tribunas de los estadios estarán sólo destinadas a los violentos.

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