“En la vida soy como era en la cancha: un luchador. No me canso nunca, y tal vez no tendré la claridad de otros, pero está mi empeño y la hombría de bien. Pongo todo para que las cosas salgan de la mejor manera”.
De cuerpo entero se describe Javier Franco sentado en su despacho, con el fondo de una foto en la “Bombonera” que sus propias hijas le regalaron. El mejor resumen para exponer a un hombre que conoce a la perfección los caminos de la vida.
Uno lo llevó a transitar las canchas de fútbol argentino haciendo del sacrificio un emblema; el otro lo tiene metido en la cocina del negocio familiar controlando cada paso y haciendo números y despachos en la oficina.
Un ejemplo claro de que la vida no termina en una pelota de fútbol o cuando se acaban los flashes.
Pase y conozca a aquel pibe que debutó con la camiseta de Boca, triunfó en Godoy Cruz y hoy es un exitoso empresario gastronómico.
-¿Desde chico soñaste con ser jugador de fútbol?
-Sí, mi padre fue futbolista y a toda mi familia le gustaba el fútbol. A los catorce años debuté en el equipo de mi pueblo, en la liga de Colón.
-Haber debutado con la camiseta de Boca es una marca que no te la saca nadie.
-La verdad que fue muy emocionante en su momento, porque al poco tiempo todo se tornó doloroso ya que Boca entró en concurso de acreedores y fue intervenido. Por eso no pude continuar en el club. Sí tengo la alegría de que mi foto jugando contra Atlanta está en el museo de Boca.
-¿Qué recuerdos tenés del debut?
- Fue contra Instituto de Córdoba a los 19 años en el 83. Tuvimos que viajar rápido ante la huelga de los futbolistas profesionales. Hicieron un selectivo y nos presentamos.
-Pero a vos te marcó un encuentro frente a Atlanta en la Bombonera.
- Recuerdo que era un día frío y había llovido.Teníamos una responsabilidad grande porque la primera no se presentaba y estábamos en Boca. Todos éramos muy jóvenes. Fue un partido muy intenso y pese a que nos tocó perder, jugamos de igual a igual. Atlanta era un equipo con muchos jugadores importantes, estaban Hrabina, Graciani, Alfredo Torres y Rubén Gómez. Eran hombres contra un equipo de pibes.
-¿Cómo se da la posibilidad de jugar en Mendoza?
- En Boca me dejaron libre y además había un paro grande de Agremiados. Gareca y Ruggeri querían quedar libres y el club no le daba el visto bueno. En ese momento Horacio “Pichón” Rodríguez, que había sido compañero mío en La Candela, me llama para venir a jugar a la provincia. La propuesta económica no era mala y yo sabía que Mendoza era una plaza importante ya que existía la chance de jugar los viejos nacionales. Por eso vine.
-Y llegás a Argentino...
-Sí. Vine a reemplazar a Franco Averza y en ese año jugaba en el medio con Gustavo Mariani y Horacio Rodríguez. Teníamos un gran equipo. La liga era muy fuerte con elencos de mucha jerarquía. Además el campeón jugaba directamente el Nacional...
-¿Y de qué forma arribás a Godoy Cruz?
-A fines del ’85 me quebré jugando con Argentino, después me sumé a Huracán donde no jugué, volví a Argentino, pasé a Maipú y terminé en Godoy Cruz.
-En Maipú jugás el Nacional B.
-Era un posibilidad única, más allá de que yo quería estar en Primera. Fueron tres años duros porque el torneo era nuevo y el club no tenía apoyo. La verdad que la pasé bien y jugué en canchas muy importantes ante grandes equipos.
-Es un paso particular a Godoy Cruz, porque llegás de un equipo del Nacional B a otro que buscaba ascender.
-El último año en Maipú no jugué y previo paso muy corto por Huracán, me incorporé a Godoy Cruz. Yo sabía que había un buen equipo con jugadores importantes y el objetivo era lograr un ascenso. Fue un camino duro y largo.
-El equipo del '94 que ascendió pasó por muchos problemas.
-No sé cómo serán ahora las condiciones de los equipos en el Argentino A y B, pero en esa época las condiciones económicas eran muy difíciles. No había recursos y pasamos varios meses sin cobrar. Si llegamos a lo más alto fue porque había hambre de gloria, amor propio y buena gente.
-¿En tu etapa final como jugador evaluaste la posibilidad de hacer cosas nuevas?
-Yo siempre creí que el fútbol se terminaba y había que seguir haciendo algo. Pensaba que los ingresos que tenía me permitirían vivir dignamente mes a mes, pero no me darían la posibilidad de generar una diferencia para poder invertir lo que ganaba. Cerca del retiro sabía que estaba en un círculo y que no podía salir. Mientras más tiempo le dedicaría al fútbol, más difícil sería el futuro.
-Esto es algo que muchos jugadores no entienden.
-Es un tema a evaluar para todos. Yo en algún momento hice un click. Disfruté varios años de mi vida jugando al fútbol, pero después te das cuenta que das ventaja. Porque a veces a los 30 años tenés que empezar a hacer algo, ya que lo que supiste hacer ya no sirve. En general la mayoría de los chicos que hoy juegan no miran más allá.
-¿Cuándo dijiste 'hasta acá llegué' y me dedico a otra cosa?
-Cuando finalizó el primer torneo con el Tomba sabía que dejaba. Yo ya estaba trabajando y después de los partidos me iba a cortar fiambres, o después de un viaje me bajaba del avión, me bañaba y me dirigía al negocio. Junto con mi familia teníamos una fiambrería. Si entrenaba a las tres de la tarde, me iba a casa a las dos y descansaba un rato.
-¿Hoy sentís que estás creciendo con tu negocio?
-Sí. Me tocó la posibilidad de trabajar en forma independiente, de formar una empresa, y ahora tengo otra.
-¿Te apasionaba más el fútbol o te gusta el día a día comandando tu propia empresa?
-Sos dos cosas totalmente diferentes. A veces me paso todo el día dentro de la empresa, y el fútbol era gran parte del día al aire libre. Realmente me gustan las dos cosas. Hoy estoy feliz con la parte que me toca vivir. El fútbol fue una etapa me permitió formarme.
-El mensaje es claro: se pueden hacer cosas paralelas al fútbol.
-Totalmente. Se puede y es cuestión de voluntad y organización. Sé que el jugador debe descansar un poco más de lo que puede hacerlo un trabajador, que hay doble turno. Pero hay tiempo en las concentraciones, en las horas libres. Yo se lo diría hasta a los chicos que juegan en primera, porque después en la vida tenés que hacer algo pese a que puedas vivir de intereses y alquileres. Y para hacer algo hay que aprender.