¿Qué necesita una empresa para prosperar? Si su propietario pudiera ordenar al Cielo todo lo que necesita para que crezca y se enriquezca, ¿qué pediría? Yo pondría en la lista, por ejemplo: mercado cautivo, proteccionismo nacional, publicidad gratis y hasta recompensada por los emisores, exenciones tributarias, contribuciones y subsidios estatales a fondo perdido, conexiones con el poder político, condonación periódica de deudas, donaciones de instalaciones y terrenos, directivos que no cobran por su trabajo y posibilidad de vender los mejores activos cada año sin perder competitividad.
Y bien, los clubes de fútbol gozan de un mercado cautivo constituido por sus hinchas, que por muy malas que sean las prestaciones ofrecidas permanecen toda su vida fieles a la marca y hasta le transmiten el virus a sus hijos, quienes se encargan de continuar la tradición familiar de consumo de entradas, abonos, camisetas y cuotas sociales. Los clubes de fútbol gozan de la exclusividad en el mercado nacional, ya que ningún competidor extranjero puede participar de los campeonatos locales. Los clubes acceden a publicidad gratis, ya que sus nombres y sus colores están en todos los medios sin necesidad de que paguen un peso y hasta reciben recompensas de la televisión por poner sus camisetas llenas de publicidades en la pantalla.
Los clubes de fútbol no pagan casi impuestos y tienen tarifas especiales, que tampoco pagan, en casi todos los servicios, y están directamente conectados a los principales partidos y dirigentes empresariales y políticos del país, gracias a lo cual han gozado ocasional o periódicamente de donaciones de terrenos, construcción de estadios, remodelación de los mismos, condonación de deudas impositivas y de servicios, y muchas otras ventajas. Sus directivos no cobran sueldos por su trabajo, lo que constituye un ahorro extraordinario del que no goza ninguna empresa, y hasta pueden vender sus mejores activos al exterior -sus jugadores- sin perder competitividad, ya que todos sus rivales hacen lo mismo todos y cada uno de los años del Señor.
De todo esto y de mucho más gozan los clubes de fútbol argentos, y están quebrados. A pesar de que Fútbol para Todos les puso siete mil millones de pesos en los bolsillos, se calcula que su deuda total se ha multiplicado por tres. La semana pasada, Alberto Abad, titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), informó que la agencia bajo su dirección denunció penalmente a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y a nueve clubes de Primera División por retenciones sobre Ganancias no ingresadas. Según Abad, la AFA, Racing Club, Estudiantes de La Plata, Atlético de Rafaela, Independiente, Gimnasia y Esgrima de La Plata, Unión de Santa Fe, Olimpo de Bahía Blanca, San Lorenzo y Colón de Santa Fe evadieron casi 120 millones de pesos, por los que sus dirigentes deberán responder en Tribunales.
No solo eso. Abad nos ilustró a todos sobre los increíbles privilegios impositivos de que goza uno de los sectores que maneja más dinero en el país. El primero de julio de 2003, en plena etapa ascensional del kirchnerismo, cuando la pobreza rondaba aún el 50% y no había Asignación Universal por Hijo, mediante el decreto 1.212/03, Néstor ordenó que los clubes pagaran sólo el 7% en concepto de aportes por sus empleados, mientras que las empresas y los propios trabajadores seguían abonando 31%. Al mismo tiempo, se disponía mantener fuera del sistema impositivo argentino los abonos de los socios, los partidos de la Selección nacional y la publicidad y el sponsoreo de los clubes. Según el propio Abad, estas medidas significaron un desfinanciamiento del Estado por unos 1.346 millones de pesos, que pone en peligro la estabilidad del entero sistema de seguridad social argentino.
La pregunta se hace sola. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que quienes facturan miles de millones, compiten en un mercado cerrado, poseen consumidores cautivos, gozan de los mejores contactos, tienen publicidad gratis, venden sus activos en euros y dólares, y disfrutan de semejantes privilegios tributarios estén quebrados? La respuesta sobre el fútbol argento, metáfora de un país, echa luz sobre toda la realidad nacional.
En primer lugar, la corrupción. Cualquiera que se acerque a un club de fútbol detecta inmediatamente la abundancia de dinero negro que circula por todos lados. Desde minucias como el financiamiento de “el micro pa’ lo’ muchacho” (léase: la barra brava), hasta los pases multimillonarios en euros de los cuales gran parte se queda en el camino, atrapado por una confusa red de directivos y representantes de jugadores en la que no se sabe quién es quién. Como en el Estado, la corrupción futbolera que lleva a dirigentes multimillonarios y clubes quebrados es hija de la falta de controles. Los del propio Estado, ausente porque el pan y circo futbolero debe seguir, cueste lo que cueste; hasta los propios clubes, cuyos estatutos prevén un solo poder verdadero -el Ejecutivo- en el que escasean además los mecanismos de control por parte de la oposición; no sé si les suena…
En segundo lugar, el fútbol está quebrado por una fulminante combinación entre demagogia y manipulación de los sentimientos identificatorios por parte de los de arriba, e irresponsabilidad cortoplacista de los de abajo. Digamos lo elemental: por décadas, a casi ningún votante en el sistema electoral futbolero le importó nada sobre si las finanzas del club estaban en regla, se hacían obras de infraestructura y se apoyaba los deportes menores, o si los directivos se la llevaban toda. Lo que contaba era si el equipo había salido campeón o se había ido al descenso. Si para obtener un buen resultado deportivo se había rifado el club, paciencia. Dios proveerá. ¿Les suena?